lunes, 28 de marzo de 2011

FÍSICA DE LAS PASIONES

Por una extraña coyuntura, he regresado a mis lecturas científicas y recuperado esa emoción que me llevó a estudiar física. Revisitar textos, fórmulas, experimentos, me devolvió a un pasado que creía lejano y olvidado. La desmemoria es un camino que a veces es posible desandar.

En la termodinámica se dice, que hay procesos reversibles, y otros más, irreversibles. La entropía (el desorden) aumenta con el tiempo. Tal sentencia no solamente es bella sino contundente. Estética que remite a una ética: no cometerás acciones cuyo resultado sea imposible de revertir, dadas sus consecuencias. Bajo esta máxima he procurado conducir mis actos.

Así, desde mi infancia he asumido la confianza como un recurso no renovable (cuando alguien me ha defraudado, me resulta imposible volver a creer en su palabra) y la mentira como un acto que no admite negociación. Quien miente una vez, mentirá otra más. No por determinismo o destino, sino por vicio. Abundan quienes han hecho del engaño un estilo de vida. Y tan campantes.

Paso de eso. Cada quien elige el paraíso o el infiernito que quiere habitar. Yo prefiero una vida simple antes que engancharme en una dinámica de ofensa-disculpa, defraudar-pseudoreparar. Esto no significa que no perdone. No voy andando con la espalda preñada de agravios. Quien falla, si quiere y/o requiere mi perdón, se lo doy y buen viaje. Lo que hago es que quien me decepciona entra en otra órbita que no pasa ya por la mía más allá de los buenos días. Si acaso.

No estoy yo por la labor de ‘perdonar’ a quien falla en un nexo conmigo, porque soy de la idea de que quien yerra contra el otro, en realidad se ha equivocado consigo mismo. Decepcionarse de sí mismo, debe ser una traición tremenda. No lo sé. Los políticos de este paisito (y por lo que leo, muchos del mundo) han hecho desmanes que encabronan (exigen justicia), y yo los miro existir con una convicción que surge de su cinismo. Si fueran honestos (consigo, sobre todo) ni siquiera seguiría apareciendo en la televisión, aspirando a ser candidatos, exigiendo sus derechos contraídos por servir/se del pueblo, abriendo la boca. Parodiando a Lorca, que si fueran honrados, ya se habrían arrojado a un pozo. O largado lejos.

¿Por qué siguen, en cambio, en la escena pública, mamando del erario, jodiéndonos? Porque aun sin solicitar el perdón de los votantes éstos les han perdonado todo, si no, ¿cómo se explica que los voten? Para reconocer que se ha sufrido una injuria no solamente basta que el agresor ofrezca disculpas, es necesario que el agredido sienta su dignidad dañada. Pero precisamente es dignidad lo que hace falta a muchos y muchas de este país.

Con un mínimo de pudor, vergüenza, autoestima, dignidad, estaríamos arrasando las calles como los árabes. ¡Es distinto!, dicen los memos. Yo entiendo que la dignidad es universal en tanto define la experiencia de lo humano. Si los tunecinos, egipcios, libios, sirios, jordanos y demás sujetos árabes se han descubierto humanos, ¿cuándo se reconocerán como tales los latinoamericanos, los mexicas?

En fin, que cada quien se acostumbra a yacer en el sitio donde pasta, haya o no sombra que lo resguarde. Debe ser que la mentira hace costra y protege del sol, inmuniza contra la vergüenza, impide la reflexión y la autocrítica. Deshumanizarse es un proceso irreversible. De ahí la importancia de humanizar a tiempo. De hacer/nos persona.

No hay negociación en la mentira porque no hay manera de sobornar al desengaño para que olvide la afrenta. Se supera sí, pero la huella queda. No es que no haya perdón sin olvido, es que el olvido, no existe.

jueves, 24 de marzo de 2011

VICKY CROW O DE LAS PENALIDADES DEL (NO) SER (MÁS QUE IDEAS)

Déjeme y le cuento. Yo conocí a Vicky cuando era una chamaca recién llegada de su pueblo. Toda pálida como si viniera del inframundo, menudita, menudita. Eso sí, con su pelo bien peinadito y limpio, no esas greñas sucias que dicen que trae ahora. En ese entonces lucía muy arregladita ella. Decente. Como no conocía a nadie en la ciudad y estaba viviendo con unos parientes que la malquerían yo le ofrecí trabajo, no era mucho; ya ve usted, la casa es pequeña y nomás estoy yo, ¿quién la ensucia? Nomás le dije para que se ganara unos pesos y de paso aprendiera un oficio. ¿Creerá que no le gustaba hacer nada? Nada de quehacer, porque trabajo que agarrara un libro porque se sentaba a leerlo. O al menos eso es lo que yo pensaba. Porque resulta que ni su nombre sabía escribir.

¡Qué iba a leer! Se hacía tonta hojeando los libros mientras yo lavaba los trastes, limpiaba la casa, ordenaba aquí, sacudía allá, nada más faltaba que me mandara a servirle de comer. Hubiera sido el colmo ¡Sinvergüenza que es! Pero eso de su analfabetismo no lo supe sino hasta después. Cuando me dijo entre susurros, ya ve cómo es cuando le sale lo tímida (taimada, la muy cabrona), que no conocía ni la O y eso que le gustaba tanto. La inscribí en el IVEA, en esa escuela para adultos –la Vicky tenía ya 16- para que aprendiera a leer y a escribir. Que se labrara un futuro, dije entre mí. Y no solamente estuviera en las tardes haciéndose tonta dizque leyendo y mirando a los hombres pasar.

Porque cuzca no era. Como dicen que lo es ahora. Pero estaba linda la chamaca, nueva, los hombres venían a la puerta como perros. Imagínese que hasta pensé en ponerle un collar para que no se me fuera a ir. Dios no da hijos pero problemas a granel sí; ahí estaba yo abanicando a esos machitos que me pedían permiso para dejarla salir. ¿Usted cree? Pero si Vicky no estaba presa en mi casa como dicen que dice. Jamás. Era tan libre de ir a donde quisiera, pero no lo hacía porque no conocía la ciudad y además siempre estaba leyendo. Sí, le digo, dinerito sí tenía, aunque no trabajaba yo de todas maneras le pagaba. Ahora niega todo eso. Debería recordar que si no la conocí con las medias rotas es porque ni medias traía. Y luego de allá de donde venía, con tanto calor.

Pasó el tiempo como pasan los autobuses, en chinga (¡perdón!). Y Vicky acabó su escuela, le hice una fiesta, vino gente de su pueblo. Todo muy lindo como si fuera el día de su boda. Muy hermosa la misa y las palabras que le dedicó el padre, todo bien bonito, ya imaginará usted. Pero más tardó en acostumbrarse en ser bachiller que en imaginarse otra cosa. ¿No le digo que le entró que quería ir a la Universidad? Yo rezaba cada noche a san Juditas pidiéndole que le quitara esa idea de la cabeza. Pero no, ella necia, terca, tancha. Empecinada en que si entraba a la Universidad sería otra su vida, que ella quería y se merecía un futuro mejor. Y vaya que si se volvió otra, aunque de futuro mejor ni hablamos. Yo no sabía qué ideas bullían en su cabecita pero sí me daba harta angustia. Pobre, pensaba. No se conforma con estar jodida sino hasta loca.

Y entró a la Universidad, a la facultad de antropomanía o como se diga esa cosa. No fue fácil. Qué va hacer. Le pagué cursos, le pagué maestros para que le explicarán el álgebra y esos números extraños, me sentaba en las tardes a darle clases de español y su mente como el teflón, no se le quedaba nada. Con decirle que no pasó el examen a la primera. Y todavía se enojó conmigo, ‘es que tú no me apoyas ni confías en mí’. ¿Usted cree? Yo que la había acogido como a una hija. Y ella con esas ingratitudes.

Y terca como mula en brama. No quería trabajar ni hacer nada. Pero seguía leyendo dizque para ilustrarse; sí, así me decía cuando la mandaba a hacer quehacer. Yo le decía, Vicky, has las camas, y ella en los libros. Niña, prepara la comida, y ella leyendo. Chamaca, lava estos trapos, y ella leyendo. No sé qué tanto leía. O creía leer.

Una tarde que se fue a ver al novio –al menos a mí eso me dijo, yo en sus cosas no me metí nunca- que voy a buscar el libro que siempre le veía en las manos. Era un título extraño… de un tal Fou-cault. Me aprendí el nombre porque fui directito a buscar al padre para averiguar si Vicky no andaba metida en cosas de brujería. Yo la veía muy decentita pero me dará la razón usted, de esas cosas uno nunca sabe. Y con lo malgeniuda que andaba siempre. Yo tomé mis precauciones, no fuera a ser la de malas. Pero no pasó nada. Resulta que lo que esta chamaca leía era más inofensivo que un mosco. Sobre el poder y la sexualidad. Ay, perdone que me ría. Pero es que me da una risa nomás acordarme. Vicky era más virgen que la del Tepeyac y leyendo esas cosas. Qué va que eran para aprender. ¿No le digo que era bruta? En esas andaba cuando hizo otra vez el examen y pasó. Y se fue. Así nomás, como había llegado, cenutria.

Usted perdone que llore pero es que cuando me acuerdo de ese día me gana la pena. Sí, gracias, no se preocupe, pasa rápido. Ya ve usted que dicen que volverán las oscuras golondrinas y que vuelve la maldita primavera, esa ingrata ni para saber si ya descanso en paz ha regresado. No, no se llevó nada. Salvo los libros esos que leía en ese entonces. Uno de un tal Marina sobre el huecorama de las cosas. ¿No le dije que estaba loca? Lo que leía esa chamaca. Sobre huecos. Discúlpeme si me da risa, pero hueca estaba ella del cerebro como lleno tiene el corazón de soberbia. Nunca pude enseñarle la humildad, que había nacido para volar entre las nubes. No, no me pregunte nada; de si se drogaba o no, yo nada supe. Lunática estaba ya en ese entonces y no me di cuenta. Dios sabe que digo la verdad…

Pero ya no lo demoro más. Qué bueno que al menos usted ya me dio razón de ella. Así son las cosas, ¿verdad? !Qué se le va a hacer!. Pero le digo que llegué a saber, de a oídas, es que quería ser Queer. ¿Queer cosa? Le dije. Y ella ufana como Rania de Jordania (lo leí en el Hola) no me respondió. Avemaría purísima, las cosas que pasan ahora, ¿verdad?. hay mucho mal por todas partes.

También supe, ya ve que aunque uno no pregunte todo se sabe, que un hombre joven la quería. Muy guapo él y dicen que de muy buena familia. Sí, es de los que vienen del mar. Sí, ese mismo debe ser. Pues que la pretende o la pretendía. Ojalá ya se le haya pasado el ajuar a ese muchacho. Yo lo siento por él. ¿Para qué quiere a Vicky? Ya que la deje con todas las infelicidades que tiene encima. Si el hombre éste la quiere de buena fe, se va a decepcionar. ¿Usted cree que esta chamaca va a querer obligación? ¡Qué va! No la quiso de más joven menos ahora que ya es letrada. ‘Tengo mis ideas’ dicen que repite cuando le piden que opine sobre algo. Ja, como si de ideas se comiera.
No, no crea que le tengo rencor o coraje. No, nada de eso cabe en mi pecho sano. Si le deseo que se le hagan verdad todos esos sueños con los que llegó de su pueblo. Sobre todo por ella, porque debe ser muy feo abrir los ojos un día y ver, que aunque es un nuevo día, todo sigue igual que el anterior. Y así todo siempre día con día. Ay, no, cómo cree usted que eso quiere uno para sí mismo, se puede ser pobre pero no pendejo. ¡Eso sí es una vida jodida! Váyase ya y gracias por su tiempo. Adiós. Ah, si la ve, ai me la saluda.

sábado, 19 de marzo de 2011

DE LOS ESENCIALISMOS

Que en este paisito sobra gente necia pocos lo dudan, y son precisamente los necios (y las necias) quienes vacilan en esa certeza. Abundan los que están convencidos de que las cosas así como están van de lo mejor. Y lo creen porque alguien se los dice o porque aparece en la TV. Los necios, generalmente suelen ser aquellos cuya voz, accionar y sentir está mediado por un otro que les coloniza la existencia.
Y sin embargo, suele suceder que el oprimido no distingue su opresión ni reconoce el rostro (o la máscara) de su verdugo. Antes bien, cree que de arriba (tal es su fe) un ser superior les dicta lo que debe realizar por su entero bien. Justo, lo más insano que puede acontecerle a un sujeto.
Bien, mal, natural, obvio, esencialista, deber, contrato, naturaleza, sino, valor, seguridad, libertad, forman parte de un léxico colonizante y represor que busca aleccionar la existencia de los sujetos a través de la dominación de su cuerpo, el pensamiento y la imaginación. Alguien que cree que el matrimonio es un estado natural de los hombres y de las mujeres, y que acontece bajo infinidad de nombres, es un ser que no admite -porque no es capaz de imaginarlo- que existen diversas maneras de complementariedad en las que no interviene ni el amor, ni la reproducción, ni es necesario que los sexo/géneros sean opuestos.
Es común toparse (oh, desdicha mayor) con seres que creen, afirman, promueven y buscan imponer su visión dicotómica (y unilateral) y por ende, reduccionista de la realidad. Refiero matrimonio, pero puede decirse también la familia, la profesión, el futuro, la elección de amistades, religiones, sexualidades, afectos y más. Al esencializar lo que de suyo es una construcción cultural, el sujeto se reduce (cuando no se anula) y se rinde (de facto, aunque lo ignore) ante el hecho 'real' de que la misma diferencia entre naturaleza y cultura es un constructo con ubicación espacio-temporal específicos.
Contra esta realidad cenutria sólo queda la paciencia o la huida. La primera para detenerse a examinar en un sujeto colonizado, el accionar de un algoritmo que lo lleva a representarse de la misma manera que otros pensando que su actuación, no es sino el ejercicio de una (i)lógica natural reproducida desde los genes, dándole al traste a la certeza de que los hábitos que nos conforman como sujetos, dialogan con el entorno físico y social.
La segunda, escapar, porque es muy común que un necio linde con lo fundamentalista y contra eso, nadie. De eso va mi lucha, de blindarme contra esencialistas-kamikazes que aleccionados en su credo, reaccionan con virulencia tiránica contra otras maneras de vivir la existencia. Que no las entiendan porque no son capaces de visualizarlas, puedo entenderlo. Pero que quieran aniquilarlas porque les resultan anormales (aberrantes, torcidas), que se trepen a un árbol, coman carne cruda y apaguen su celular, que utilizar ondas electromagnéticas, en lugar de gruñidos, seguro que sí debe resultarles antinatural.

miércoles, 16 de marzo de 2011

BASURA 'GRATIS'

Desde hace unos días la maravillosa red de telefonía celular y una empresa de ocio-basura decidió que yo era un cliente potencial de su producto-inri: el marcador final del futbol nacional. Pobres ilusos. Si hubiera sido del futbol europeo o sudamericano, pero mexica, que con su pan y soda se lo coman.
Ante mi queja, luego de peregrinar entre algortimos: marque 1 sí desea... contacté con una ilusa teleoperadora que atendió (es un decir) mi queja y solicitud de que se me retirara el servicio. Obvio que no se puede porque es una promoción gratis (la cenutria está tan convencida de su guión que no me convenció). Y por más que argumenté que dicha basura no me interesa, la empleada en cuestión insistió en la gratuidad del producto. Lo que la mema jamás entendió es que la basura no la acepto ni aunque sea gratis. Colgué y a esperar que la suciedad telefónica deje de acosar mi número o adiós móvil. Basura, insisto, ni gratis.
Pero vivimos en una sociedad que adora la basura y la gratuidad. Parece que la muchedumbre huele las filas que se forman ahí donde tal milagro acontece. Sombrillas por votos, que es como aceptar basura, por elegir a quien luego desatiende. Más ejemplos, agotan mi mano ya cansada de escribir. Recuerdo que la ciudad nunca había lucido tan sucia y fea como ahora que se le promueve como bellaXalapa. ese eslogan tan ridículo como falso.
Los semáforos de la calle de Enríquez lucen macetas pendiendo de sus bases, ¿esa fue la idea de vanguardia que el alcalde trajo de España? Azoteas verticales, le habrán dicho los 'verdes' de la península. Pero como lo grotesco suele ser infinito, la susodicha mandó obstruir el paso peatonal colocando macetones en las aceras ya de suyo estrechas y okupadas. Mismas que además de estorbar sirven para que los fumadores incivilizados y otros y otras bellaXalapenses depositen su basura ahí. Porque hallar papelereas en las calles de la ciudad es más difícil que encontrarse un anuncio publicitario dando cuenta de las maravillas de la alcaldía.
Basura y más basura. Eso es lo que a falta de trabajo y salarios dignos regalan las autoridades de esta ciudad. Peor que nosotros sólo los japoneses, pero lo suyo es la suma de desgracias naturales y en esa solidaridad me uno a su pena, pero la de acá ha sido una tragedia causada por quienes dieron su voto (oh, ilusos, y su confianza) a cambio de basura roja. Y encima, ni se han dado cuenta del timo que han sufrido.
Miren la cantidad de espectaculares donde milord agradece el pago puntual del impuesto predial ¿alguien ya hizo cuentas de cuánto se erogó en publicidad? Si se hace la resta, seguro que la diferencia entre el ingreso y lo gastado, da justo el coste de los macetones-papelera que obstruyen las banquetas.
Que se chinguen los bellaXalapenses y que aguarden las baratijas que el nuevo redentor les dará -sí, gratis- dentro de un par de años a cambio de su voto, sí, pero sobre todo, a cambio de su dignidad. Total, es gratis: jodidos y necios, qué más da. Seguro que entre milord y la teleoperadora existe algo más que visión de mercado.

sábado, 12 de marzo de 2011

DE LA DIGNIDAD 2

Es posible ser antisistema sin devenir anarquista. Se puede conseguir resistir a la voracidad del mercado sin pecar de ingenuo. Depende de las coordenadas en las que se esté situado, pues son las variables que conforman al sujeto las que se ponen en juego en la manera en que se responde a la injustica, la indignidad, la miseria, que gobiernan al mundo.

Cuando Lemebel habla por su diferencia no resulta excluyente sino congruente. El discurso a favor de la igualdad es tan sospechoso como las promesas que hacen los poderosos del mundo a los miserables de esta Tierra. La única igualdad que existe es la matemática y como tal es abstracta. Las personas deberíamos aspirar a la equidad, que es más justo y posible, humano. Hablo por mis diferencias. Mis muchas diferencias que me permiten dialogar (a veces, en determinados momentos), con las diferencias de otros y posibilitar el encuentro. La diferencia me acerca con mis semejantes, no con unos iguales inexistentes.

Y para ello, debo reconocer en mi propia piel la especificidad de mi opresión (Moraga). O de mis opresiones, que son muchas también. Lo digo sin atisbos de rencor o en plan víctima. Identificar en mi cuerpo la huella del poder ejerciendo sobre mí su presión, da pie a que pueda valorar en los otros el dolor de la herida en tanto sujetos lastimados; reconocernos en el dolor y no en la herida en sí. Que la pena tiene intensidades es cierto. Aceptar esta diversidad de dolores y daños posibilita a su vez, encontrarme en el otro que busca sanación, perdón y liberación.

Sin perdón no hay libertad. Pero no esa disculpa devenida en “borrón y cuenta nueva”, que intenta confundir perdón con olvido y desmemoria con injusticia. Sin reparación tampoco es posible construirse sujeto, pero asumiendo sensatamente que la recuperación nunca es absoluta sino simbólica, de este modo la herida que no sana del todo se oxigena y permite continuar con el cuerpo tatuado hablando por sus marcas sin rencor y sí con valentía. Un orgullo que surge con la dignidad recuperada, como si la cicatriz fuera una sonrisa de la piel que victoriosa se yergue. Resiste.

Para llegar ahí hay que descolonizar la imaginación (Sandoval), los afectos, la manera en como hemos sido obligados a pensarnos, a valorarnos frente al otro, casi siempre en oposición y en franca desventaja. Imaginarnos de otra forma posibilita recuperar la autoestima, sentir en la piel la indignidad que nos ha sido impuesta a fuer de repetir un papel social que no hemos elegido y sí en cambio, reproducido acríticamente para mantener la perpetuación de la inequidad y la injustica. Identificar en el propio pensamiento, el pensamiento del tirano, puede ayudarnos a arrancar las cadenas cognitivas que nos limitan la posibilidad de imaginar otras maneras de vivir nuestra existencia.

La descolonización supone un largo proceso de recuperación de nuestra subjetividad en manos de muchos opresores, a quienes hay que ir dejando atrás no sin señalarlos como verdugos y emplazándolos al ejercicio de la justicia, que tampoco es completa ni del todo justa.

Tanta inexactitud no tiene por qué desmotivar a reconocer nuestras diferencias, identificar las opresiones, independizar nuestra imaginación, pensar que otro mundo es posible. Muchos otros mundos son posibles. Mejores a éste que habitamos. Se necesita más que esperanza, es verdad, pero no se avanza hacia otros horizontes más deseables si no es con la dignidad recuperada de los sujetos. La dignidad se vive en y desde el cuerpo. Poco valen unas manos y unos pies en dinamismo si actúan sólo por reflejo o imitación. Coaccionados. Se puede ser antisistema sin devenir anarquista. Se puede ser sujeto en resistencia y disfrutar de la vida, sólo si ésta acontece humanamente, amorosa, con dignidad. Lo creo: otro mundo (mejor, sí) es posible.

viernes, 11 de marzo de 2011

DE LA DIGNIDAD

El juez Baltasar Garzón considera "un honor" sentarse en el banquillo por investigar el franquismo. "Un país no se puede construir sobre miles de cadáveres", ha asegurado este viernes durante una charla multitudinaria en la Universidad de Ginebra (Suiza), donde ha sentenciado: "No es que sea más valiente que nadie, pero quiero tener dignidad"*. Resulta un acto de generosidad hacia el género humano, leer/escuchar la manera en que este hombre, juzgado por querer enjuiciar a quienes tanto daño hicieron a los 'perdedores' de la Guerra Civil española y sus descendientes, enfrenta su caso, a todas luces, injusto.
Me causo regocijo en especial que utilice la palabra dignidad. Expresión que para muchos no tiene sentido cuando de progresar se trata. Cuando lo más ruín de la especie humana se topa con esa palabra y no pudiendo saltarla, la escupe, la ensucia, intenta taparla, desespera en su intento vano de desaparecerla. Cuántos estarían dispuesto a lo que sea con tal de borrarla de la vivencia cotidiana. Ahí está la iglesia miserable de Roma, callando y haciéndose ciega ante los crímenes que muchos de sus secuaces han cometido y siguen llevando a cabo con la feligresía y aun con quienes no son parte de ella, en nombre de un dios tan sangriento como el que dibujan para otras expresiones religiosas. Mala sin par la iglesia de España, que es cómplice de la red de robo -que no adopciones, como el eufemismo fuerza a suavizar la realizad- de infantes durante décadas (no lo digo yo, está en las noticias). ¿Ha dicho algo la disoluta? ¿Pedirá perdón la 'mal nacida'? Jamás.
La iglesia de cristo loco tiene esa cualidad dual (como la luz, partícula y onda) de pretenderse divina cuando ataca a los mortales, y humana, ergo pecadora, cuando es descubierta obrando mal. Así se las gasta la puta de babilonia y ni quien le diga algo. Eso sí, la falsa entra a la cuaresma más saciada que una boa en primavera.
Pero mencionaba la dignidad, esa cualidad asociada con el decoro y el respeto. Con la percepción que un sujeto tiene de sí (y por extensión con los demás). Por ello no asombra que quien no se tiene por digno, el resto de las personas le resulten meras materialidades que pueden ser canjeadas, vendidas, destruidas, eliminadas, invisibilizadas, olvidadas sin mayor trámite que el deseo de que tal hecho acontezca.
Dignidad es lo que evidencia el juez Garzón al plantarle cara a la injusticia maquillada de justicia (dios mía, igual de falsa que la iglesia catoliquera). Esa virtud que al no ser cultivada ahora, resulta una revelación inexplicable cuando acontece en el cuerpo de alguien que no se tenía por digno. Socavar el valor propio ha sido una lección repetida casi silenciosamente desde hace muchos años por parte de instituciones, que ven en las personas, una entidad con poco valor, el mínimo para echar a andar los engranajes del mercado, sobre todo.
Dignidad le falta a quienes miran cada día la televisión mexicana y celebran, jubilosos el drama indigno del culebrón 'del momento', el gol prefabricado en algún lugar lejano del campo, el milagro impostado por una u otra entidad. Así discurre la vida de bastantes que acostumbrándose a su miseria asumen también la carencia de la valía propia y el respeto de sí, porque de 'dignidad no se come', farfullan míseros e ignorantes.
Celebro que un hombre de la talla de Garzón haya dicho esa palabra porque de alguna manera será escuchada y repetida, y quizá, algunos la oigan por primera vez o la redescubran y sientan en la intimidad de su ser, que es a ellos a quienes el juez les habla, no como una aparición fantasmática sino como invitación a re/descubrirse dignos. Ojalá fueran miles quienes levantaran su rostro y emergiera de sus cuerpos la esperanza que acompaña a la rabia que nace cuando se descubre que la dignidad ha sido socavada. Eso espero como quien aguarda la lluvia en mitad de los médanos. Pero los sueños, ya se dijo, sueños son.

lunes, 7 de marzo de 2011

¿DÓNDE ESTÁ LA DIGNIDAD?

Moriré de un ataque de ilusotopía (que es como fallecer de ingenuidad) porque no puedo vivir con la dignidad hipotecada. A medias, ni la felicidad ni la pena. Por ello no entiendo a quienes desviven tumbados frente a un televisor consumiendo programas basura y asumiendo como suyas, las lágrimas y goces ajenos. Eso no es empatía sino enajenación. Me entristece mirar cómo discurre la existencia de esos seres que celebran con júbilo –quiero creer que aún registran sensaciones propias- el espectáculo degradante de existencias vividas como nada, llámese telenovela, futbol o reality show.

Qué envidia mirar las manifestaciones de los pueblos árabes tomando en sus manos –sobre sus espaldas, bajos sus pies, en sus corazones- el reto de hacerse una vida propia, una vida digna, una existencia libre. Qué dolor contemplar sus rostros trasfigurados delante de un tanque que les impide el paso y no obstante avanzan, porque vale más el reclamo de dignidad que el miedo. Observo sus ojos jubilosos, sus lágrimas liberadoras, sus rostros demudados por los gritos y encuentro en esos rostros el gozo de la libertad conquistada.

Miro en cambio, la jeta de los mexicanitos, caída, chueca, auténticas máscaras carnavalescas que sonríen porque así las han pintado y lanzan vivas al líder en turno que no les reconoce dignidad pero les concede momentos de solaz y esparcimiento. Al menos eso creen. Infelices mexicas que aplauden al talk show de cada tarde con las manos artríticas, imposibilitados para mirar su propia desgracia en el circo montado. Tiran la piedra contra el espejo sin cobrar conciencia de la herida que yace en sus cuerpos.

Triste es mirar que bajo el nombre de una virgen, una promesa de bienestar, el señuelo de un cambio –que no llegará jamás-, la ilusión de una telenovela que es sólo un remedo de ilusiones abaratadas en una tienda de pulgas, un pueblo se consume de inanición. "Vamos bien", repiten merolicos quienes deberían quedarse callados sólo por decencia si la prudencia y la inteligencia les están negadas.


Es lastimoso contemplar cómo este pueblo jodido, humillado, burlado, timado, no se ha dado cuenta que hace mucho tiempo su dignidad le ha sido confiscada. Y como ignora su carencia no exige la reparación del daño, no echa de menos la falta, no aspira a recuperarla. Pocas son las voces que se alzan para denunciar el fraude en que se ha convertido la vida de este país. En lo rutinaria que es la miseria –en todos los sentidos- y lo habituados que estamos a mirar este tapiz desteñido, borroso, grasiento, nuestro México, repiten estúpidamente quienes han perdido visión de otras formas de vida.


No es el narcotráfico el principal problema de este país; no lo son tampoco el desempleo ni la crisis económica ni el exceso de gente que habita la patria, es la falta de dignidad en las personas la que ha puesto de rodillas a este pueblo, que asume con gratuidad las migajas que recoge del suelo (peor es nada, susurran agradecidas). Ahí está la iglesia y sus jerarcas pidiendo sumisión, ahí están los gobernantes repitiendo merolicos sus mentiras, ahí está la escuela y sus docentes enajenando pensamientos y atrofiando sensiblidades para que huyan de la reflexión y no ejerciten el pensamiento crítico, ahí está la televisión y sus programas narcóticos idiotizando a quienes los consumen como si fuera el aire que necesitan para respirar. Sobran agentes enajenadores, colonizadores, tiránicos.


¿Qué necesita un mexicano para sentir en su piel la estafa de la que cada día es objeto? ¿Qué hace falta para que una mexicana descubra que ha sido engañada por unas instituciones hipócritas, mediocres, avarientas, egoístas? ¿Qué se requiere para sacudirnos la abulia, la desazón, el miedo para emprender el camino a otro tipo de vida? Basta de creer que somos tolerantes, felices, optimistas, resistentes. Mierda vendida como pan para mantenernos con la frente en el suelo. Pusilánimes, torpes, cenutrios. La miseria -en todos los sentidos- vuelta en estilo de vida.


Resisto y sufro. El gozo de mirar a las multitudes árabes peleando por la restauración de su dignidad –y con ello todo lo demás- me duele hondamente porque sé que moriré sin ver a este país libre, democrático, crítico, sano, en paz.

jueves, 3 de marzo de 2011

LA CONTADORA DE PELÍCULAS

Descontando vida. ¿Qué hace La contadora de películas* sino narrarnos su vida desde la gran pantalla? María Margarita, devenida en Hada Delcine –más glam, más chic- desgrana cuadro a cuadro la crueldad de su vida aderezada por fotogramas reales e imaginarios, dicho esto con tiento, pues en la realidad de la protagonista los límites entre unas y otras geografía son mero trámite. No existen. Como tampoco existe ese universo de sedas y vestidos vaporosos, pestañas millonizadas y voces y besos de ensueño. Balas de aire y cuerpos salitrosos que se momifican mientras van viviendo o muriendo, que en la pampa que el narrador describe (y nos descubre) tal sentido es indiferente.

Ciertas son las tardes de sol y la película que avanza de prisa ante la mirada expectante de quienes ven todo con lentitud. Verdad son las escenas de ligue y desmanes que acontecen dentro del único cine de la región. Real es la ida (huida) de la madre de María Margarita, la invalidez del padre, el hambre de cinco hermanos. El resto es ficción que se asume como cierto para no sucumbir.

A través de fotogramas que se convierten en representaciones teatrales, tarde a tarde Hada Delcine se hace una vida con las esquirlas de dignidad que merodean por las calles llevadas y traídas por el viento. Con esos fragmentos se re-construye cada vez que intentan destruirla: la violación que sufre de parte del usurero del pueblo, la muerte del padre, la pérdida de los hermanos, el amasiato con el gringo que le triplica la edad, la llegada de la televisión que la condena a enmarcarse en la realidad real que había conseguido eludir durante tantos años.

La contadora de películas es una acertada construcción de un personaje femenino empoderado, crítico con los esquemas de género (“ahí donde hay batallas, hay fugas”), reacia a vivir de una manera que ella, pese al determinismo de su entorno, decide torcer para procurarse otra existencia: en “tecnicolor y cinemascope”. La imaginación libera, parece ser la conclusión de esta breve y fluida novela. Que para ser congruente, su lectura lleva el mismo tiempo que dura una película.
*La contadora de películas, Hernán Rivera Letelier, Alfaguara, México, 2010.