Sucede a veces, cuando no se
tiene nada más que perder y se está hasta
la madre de lo mismo, si acaso más jodido,
que alguien se arriesga y se lanza al abismo, a la calle, a la plaza, al
cercado electrificado o contra la pared. Otras veces, se vuelca sobre la
crítica mordaz de la realidad social (y otras realidades) con el intento de
interpelar a otros para que rompan sus estados de reposo e instarlos a que se
echen andar por volición, informados, convencidos.
En un Estado (de sitio) como el
nuestro; el mejor, según la mirada miope de quien enuncia que “seguiremos
creando las condiciones para que Veracruz sea el mejor lugar para ver crecer a
nuestros hijos”[1],
es posible que suceda (casi) todo y que (casi) nada cambie. Sólo así el ciudadano
informado (es un decir), se (medio) explica que el premio a buen gobierno
municipal y el premio relacionado a cuestiones del trabajo periodístico los
hayan recibido quien “no sólo cambió Xalapa, sino también nuestras vidas”, y el
garante del mejor estado (de degradación).
Sin embargo, es de agradecer que
la contradicción no siempre devenga esquizofrenia, a veces también produce
monstruos; tal es el caso del felino propuesto para la alcaldía de Xalapa, la
fea (lo dicho: transformó todo ahí donde tocó), quien sin proponérselo (lo cual no
se requiere en un tiempo/espacio en-redado y viral) ha conseguido focalizar la
atención de bastantes (votantes o no): “Aunque no pertenece a ningún partido
político, en pocos días se ha ganado la simpatía de miles de ciudadanos hartos
de los políticos. Se trata del gato Morris, un minino que contiende por la
alcaldía de Xalapa”[2].
Lo preocupante acá no es que se
le dé la opción al ciudadano para votar entre un animal u otra bestia, sino lo
que un acontecimiento así oculta, lo que no termina de revelar, lo que queda en la penumbra. Plantear
“no más ratas en Xalapa”, exige preguntarnos a quién hemos votado en las
elecciones anteriores (sean municipales, estatales o federales), porque esos
sujetos no llegaron ahí solos, sino por mediación del voto de la ciudadanía. Porque
resulta fácil pedir que se reflexione el voto que emitiremos en un mes
aproximadamente, que demandar a los votados cuentas por el trabajo
(no) realizado.
Pero acá nos va mejor
confundirnos con el ruido de las campañas que encarar a las autoridades para
que asuman la responsabilidad por las acciones y las omisiones cometidas
durante su trienio. A mí me preocupa, no tanto que sean los de siempre quienes
demandan los elijamos porque a Veracruz le conviene (¿por qué?), o vivir el
dulce sabor de la política y otras frases que no alcanzan la categoría de
enunciado por carecer de verbo y a veces, de sujeto enunciador (“Por nuestros
hijos”, “Hogar dulce hogar”, por ejemplo), luego entonces, ¿a quién interpelan?
Me causa incertidumbre que frente a las promesas de servicios públicos de
primera calidad, mejores trabajos y mejores sueldos, no existe ninguna (o yo la
ignoro) que refiera el aspecto de la seguridad.
Nadie ha dicho esta boca es mía
en materia de ofrecer soluciones para recuperar la seguridad pública que ahora,
lo sabemos y parece que nos hemos resignado ante ese hecho: no es tal. A menos
que apelemos al estado de sitio encubierto bajo la forma de patrullaje,
alcoholímetros, retenes y otros mecanismos de vigilancia y control, la inseguridad
sigue enmarcando la cotidianeidad: la gente se sigue perdiendo (por ejemplo, yo
podría de repente desaparecer) por “arte de magia”, los cuerpos siguen siendo “levantados”
y arrojados quién sabe dónde, el número de cuerpos supliciados que terminan sus
días en una fosa común no se sabe… mi rabia tal vez es ilegítima, quizás hasta
innecesaria.
Un gato para candidato funge muy
bien como distractor en momentos en que deberíamos estar haciendo algo más
puntual, decisivo. La broma es bienvenida siempre; alivia, consuela, genera
risas; pero la situación del municipio y del Estado (de no gracia) exige otro
tipo de acciones para que no hagamos lo mismo. Elegiremos lo mismo para
quejarnos después, si acaso lo hacemos; para constatar que éstos como los
otros también son ineptos cuyos intereses personales son el gran motor de sus
supuestas convicciones ciudadanas y políticas. Otra vez el problema a resolver es el
tráfico (no la cantidad de autos que circulan por la ciudad), la basura (no los hábitos de consumo de las personas), el des/empleo (no la precariedad laboral), entre otros males, y nuevamente se ofrecen
las mismas promesas… a lo mejor mi rabia ni existe. A nadie le importa.
Estoy de acuerdo que “A
Xalapa le conviene votar por otro animal”, pero ello no nos garantiza que nos irá mejor como ciudadanía: ya tenemos uno en la presidencia y tampoco ha mostrado más destreza. No me
basta que me digan que debo elegir entre dos males, ¿por qué debe ser así?, ¿no
nos merecemos otra vida? Quiero votar por una opción política con propuestas
inteligentes, verosímiles, modestas y no por un redentor (o maga) desbordado
(a) de hipocresía. Lo dicho, un animal, sí, pero racional.