miércoles, 28 de noviembre de 2007

CAMBIAR PARA QUE TODO SIGA IGUAL


La frase lapidaria que afirma, palabras más, palabras menos, que uno tiene lo que se merece, se hace patente cuando uno observa con detenimiento su alrededor. Basta con contemplar una escena cotidiana y ahí, en la desventura o en el gozo del momento tiene mucho que ver la volición de que tal estampa acontezca. Está bien, no me reclamen, se aplican restricciones a la afirmación anterior.

Como muchos de ustedes lo saben, desde hace algún tiempo me dedico a la investigación en los estudios de género; ese campo de trabajo que aún tiene muchas vetas por explotar y también muchísimos obstáculos que sortear para hacerse un lugar en la vida del común de los mortales. Pues bien, desde este enfoque es que he encauzado mi vida, y en general, mi actuación social pasa por el filtro del concepto género y lo que éste conlleva; sin dejar de lado, of course, la teoría queer, que ha venido a ser, mi Nuevo Mundo en el que, la verdad sea dicha, me siento muy bien.

Contrario a lo que podría pensarse, son muchas las voces que se elevan quejándose de que mi conducción por las aulas o la vida diaria sea bajo el enfoque del género; ¿para qué si todo sigue igual?, se atrevió a vociferar este día una fémina cuyo nombre no merece ni ser referido. ¿Por qué? se preguntarán escandalizados más de dos. Pues porque una mujer que se declara derrotada desde antes de conocer que existen otras maneras de vivir la vida ya está muerta -en un sentido figurado, desde luego-. A mí me resulta sorprendente que existan todavía mujeres que asuman -dogmáticamente- que su destino está supeditado a la voluntad de los otros, llámese varones, instituciones, padres, escuela, etcétera; este tipo de personas, son las que alentan la velocidad del fluido, si bien los cambios son lentos -aún más los de carácter social-, la existencia de estás bípedos acrecienta la fricción de la evolución.

Un macho preguntó qué a él para qué le sirve conocer los estudios de género; no le devolví la teoría -que es mucha, confusa y que ni le interesa de verdad conocerla, la verdad sea dicha-, únicamente le respondí que para liberarse del lastre que le ha significado el machismo en su vida emocional, para aligerarlo de la carga cultural que le impide ser más sensible y menos intolerante. ¿Ustedes creen que hubo una expresión de asombro? Ni una sola. Si acaso una mueca que se sumó a las que día a día afean sus rostros, de suyo, no agraciados. De los dos individuos que preguntaron no se hace ni la mitad; y no es discriminación ni racismo ni nada de eso, que ya sé que a los mexicanitos se les da bien el melodrama, la victmimización, lo quejica, y me acusarán con su dedo santificado. Se trata de llamar las situaciones por su nombre y no pactar con la bruticie ni el lagrimeo catoliquero.

Aspirar a reducir la enorme brecha que distingue las relaciones entre mujeres y varones no tiene por qué ser un tema de moda o una ilusotopía más, toda vez que es una necesidad, una urgencia, para sanear la desigualdad, la asimetría, la injusta situación de vida con la que deben existir muchas féminas y no pocos hombres. Pero lo he señalado otras veces, para comprender la discriminación es preciso haberla vivido en primera persona, pues de este modo, al problematizarla in situ, el individuo alcanza una conciencia plena. Algo parecido ocurre con la equidad de género; hasta que una persona se harta de ser explotada, minusvalorada, subordinada, entonces se plantea si no existirán otras opciones de vida. Pero para llegar a ese momento de feliz revelación – epifanía de lo siniestro, como se cita por ahí; si sé dónde pero no les voy a decir- hace falta caer y tocar el suelo.

Si una mujer sigue creyendo que es normal que se le diga que vale la mitad o menos de lo que vale su marido, qué se le hace; si considera que lo justo es obedecer y que el cielo cristiano sólo se obtiene a fuerza de ascender escalones y éstos son los golpes que el marido le da, muy poco es lo que se avanza; para lograr el despegue de una nueva realidad social hace falta una toma de conciencia: siempre individual, voluntaria, decidida, lo que en los estudios culturales se denomina empoderamiento.

Sin embargo, para que ambos procesos, el empoderamiento y la equidad de género, sean una realidad y no meta virtual, hay que empezar a revisar los esquemas anquilosados que han sido los ejes de nuestra existencia.

1 comentario:

David dijo...

Es tanto el coraje que produce la incomunicabilidad entre los propios individuos que se hacen llamar humanos. Es de sorprenderse cuanta resistencia se presentan en los individuos después de vivir casi toda su vida en cierto esquema, y no haber vivenciado las corrientes adversas, contrarias y a lo mejor, las más saludables. La ignorancia parece ser el mejor camino para ser alguien en la vida, de esta forma se mantienen en esa grieta donde todo es seguro y no estas fuera de la norma. Pero para aquellas personas, que sabemos de antemano cuales son los problemas que causa la intolerancia, la desigualdad y la ignorancia, se nos hace fácil apreciar los contrastes que hay en la sociedad misma. A la par con tu escrito, están publicadas dos entradas en mi blog, uno con respecto al día internacional con el sida, y otro sobre la homofonía. Espero tu visita, son muy buen recibidos tus opiniones. Hasta pronto Ricardo y sigamos cortando las vendas de los ojos a las personas.