Nomás llegar al poder, milady y milord dieron muestra de la tiranía (otra manera de nombrar la ineptitud) con que gobernarían el estado y el ayuntamiento, respectivamente. Uno deslindándose de todo aquello pudiera asociarlo con su antecesor y por lo tanto, restarle autoridad ante sus subalternos (que no ciudadanos), y la otra, perfomándose de tal modo, que a fuer de pregonar un lema absurdo, quiere convertir una realidad en paraíso (antigay).
Así, al tanteo, desoyendo la voz de conocedores (quiero creer que se rodean de un equipo de expertos en política, economía, educación, etcétera), actuando impulsivamente (aún recuerdo las jardineras errantes que ora ‘embellecían’ el atrio de la catedral, ora estorbaban la vialidad peatonal en transitadas y estrechas cuando no okupadas aceras), sacándose de la manga programas pretendidamente incluyentes con nombres ambiguos (¿dónde es ‘adelante'?) y más, vamos rumbo a peor, como dice Becket.
La ciudad no solamente es más fea sino también más insegura. Luce más sucia en cuanto más incompetente se manifiesta la autoridad municipal, que derriba árboles (para garantizar la seguridad de la población) en los sitios que luego serán estacionamientos para los clientes que asisten a ciertos comercios (que incumplen el reglamento respecto a contar con determinado número de cajones de estacionamiento). Y el estado es un arcoiris oficial constante como anodina la actuación del regente.
Para recuperar brillo (y rating, supongo yo que no sé de estas cosas), surgen los repentismos que terminan por pasar por encima del (pretendido) bienestar común: milord asegura que iluminará la ciudad con una cantidad impresionante de bombillas (¿querrá emular a Las Vegas y que feaXalapa sea visible desde las esferas celestes?) que seguramente se abastecerán de energía solar, porque no entiendo que en plena época de crisis (económica, energética) haya que llevar a cabo tal dispendio. Sobre todo cuando la ciudadanía requiere antes que esplendor, seguridad pública (ninguna lámpara por sí sola ha ahuyentado a quien quiere delinquir), transporte público, ordenamiento del comercio informal, regular el ruido, la basura, etcétera.
La flamante idea de un ‘Un día sin taxi’ y ‘Un día sin autobús’, debes estar incentivando la compra de autos (¿de bicicletas?), porque por más que miro y miro con detenimiento, lo que contemplo son calles atestadas de automóviles de particulares y no de buses y taxis; aparcando en sitios no permitidos, en doble fila, en las paradas del transporte público jodiendo al que ya está jodido y que debe aguantar vara porque para eso votó a favor de esa quimera (hoy mujercita trajesastreada).
Las ideas del otro no son precisamente una Nueva guía para aprender a argumentar. Ahora que las bala son las moscas de metal que cruzan por el cielo del estado, se le ha ocurrido proponer (¿a quién?) el delito de “perturbación del orden público” (Oh my gay God!: ¿El perturbado puede hablar?) y ensaya mandando a la cárcel a un par de tuiteros que tuvieron la desdicha de creer que la libertad de expresión existe (yo sé que me arriesgo cuando escribo sobre estas 'cosas'. Pero apelo a la no lectura de este tipo de sitios por parte de los guaruras del reino; pero si desaparezco o desaparece mi blog, ya sabrán).
No discutiré si tal libertad es real o fenomenológica, sino más bien mi pregunta es ¿qué debo entender por “orden público”? ¿Qué significa ‘perturbar el orden público’? Porque el ruido de las campañas políticas perturba el orden público, si partimos del supuesto que tal orden existe y es real. El ruido que escupen las bocinas de los antros, farmacias y demás locales comerciales también es una irrupción al orden ¿O es ambientación y yo, tonto en estas lides, no me he dado cuenta?
Las bestezuelas al volante que se detienen donde su voluntad o su oligofrenia (llamada necesidad) les dicta y con ello entorpecen la vialidad, el tránsito fluido (valiéndoles madre el caos que provocan) ¿no son también presuntos ‘perturbadores del orden público’? Las declaraciones de bastantes políticos arguyendo que el mundo feliz en que vivimos es deseo irrealizable para otros y que nos quejamos en vano, ¿no es también una alteración de la paz social que enmarca nuestro día a día?
El temor, la ineptitud, el deseo irrefrenable de ejercer un poder que parece que no se tiene o no se cree poseer, son muchas veces, los móviles que impulsan acciones que van desde la ingenuidad hasta la tiranía pasando por la ineptitud. Porque de ocurrencias de este tipo han surgido dictadores, papas, presuntos presidentes, genios, deportistas triunfadores y artistas en general. La diferencia radica en cómo se encauza esa ‘brillantez’ y los efectos que su materialidad tiene en las personas.
Yo como perdí la capacidad de creer en las hadas, en un futuro perfecto, en la solución mágica de los problemas sin que medie la corresponsabilidad de la ciudadanía, temo que este tipo de acciones (nacidas ocurrencias luego celebradas, luego devenidas leyes) se conviertan poco a poco en mecanismos de represión y de mayor control de la movilidad (física e intelectual) de los sujetos. Hace mucho tiempo que abandoné la ingenuidad y cuando escucho la frase hecha: ‘por tu seguridad’, se me activan las alarmas y me siento más inseguro.
Debe ser que no olvido la palabras de Butler en su revelador texto Vida precaria: Lo que cuenta como “peligroso” es lo que el Estado considera peligroso […] Si una persona es simplemente juzgada peligrosa, entonces deja de ser un problema decidir si cometió algún acto criminal […] (¿alguien dijo ‘tuit’?) Si una persona o grupo son considerados peligrosos, y no es necesario probar ningún acto peligroso para establecer la verdad de este hecho, entonces el Estado convierte a esa población detenida en peligrosa, privándola unilateralmente de la protección legal que le corresponde a cualquier persona sujeta a leyes nacionales e internacionales. Se trata ciertamente de personas no consideradas como sujetos, de seres humanos no conceptualizados dentro del marco de una cultura política en la que la vida humana goza de derechos legales y está asegurada por leyes –seres humanos que por lo tanto no son humanos– (2006:108).
Muchas veces no entiendo y escribo sin saber lo que escribo. O creo entender y entonces escribo deliberadamente creyendo que también tengo ideas ‘geniales’ como los demás. Abducido. El olvido es también una virtud (de la que carezco). Bienvenidos a Veracruz, visite a los no-humanos de este lugar. Y no deje de darse una vueltecita por la capital, que es tan bella, tan bella, que sólo los feos como yo, no nos damos cuenta de ello. Feo y no-humano, qué jodido.