martes, 24 de julio de 2007

DE LA IN-GRATITUD

Dice el refrán que cada quien habla según le fue en la feria. A veces el adagio lleva razón, otras más, trae consuelo. Al menos me lo concede a mí ahora que soy “un área desvastada” –sic-. Me pregunto, ¿quiénes son más ingratos, los heterosexuales o los gays? Puede ser que a algunos la pregunta les resulte no solamente incómoda sino innecesaria, absurda, pero es la cuestión que me planteo desde hace unas semanas cuando la ingratitud de muchos bugas hizo agua mi barquita de buenas intenciones haciendo zozobrar mi ilusotopía, que según yo, es –era- inamovible.

Sé que la gratitud es un valor que se enseña desde pequeños, que el ser agradecido se educa y se reafirma por imitación o en su defecto, por imposición. Aunque esto último debería borrarlo porque ya me di cuenta que cuando alguien no sabe agradecer no lo hace jamás ni de a mentiritas. Sin embargo, para quien se jacta de poseer un reducido triángulo de amistades (círculo es mucho para este anacoreta disfuncional que soy), consta que han sido más las personas heterosexuales quienes me han fallado que aquellos que han asumido abiertamente su homosexualidad -que no son todos buenos, of course-.

Vamos, que no afirmo que ser gay sea sinónimo de bondad, generosidad y gratitud, que los hay “perras” y uno se anda con cuidado con ellos. Pero sí hago constar que hasta la fecha, las decepciones mayores me las han suscitado personas que llegaron a mí – no suelo ir en busca de pobres entre los pobres al estilo Teresa de Calcuta- buscando ser escuchado, un apoyo -¿tendré cara de DIF?-, un tiempo dedicado a compartir su problemática. Y luego, cuando han obtenido su equilibrio (precario) se han largado sin cerrar siquiera la puerta o decir good bye. Que se han marchado como los gatos –algunos son más ingratos que otros, estarán de acuerdo conmigo- y todavía maullando que no se les atendió adecuadamente (¿Querían sus wiskas con leche light?)

Obvian, estos seres pequeñitos, que cuando uno ha asumido su queereza no requiere de estos incentivos misericordiosos para sentirse bien con los demás. Asumida la diferencia sin culpas, lo que menos se requiere es el constante visto bueno de los otros, de ellos, los heteros siempre pendientes del cumplimiento de las normas tradicionales. Siempre atentos a chingar al otro para sentirse satisfechos así sea momentáneamente. Afortunadamente no todo es rosa –ya he referido, hay homosexuales malditos como el cáncer y dañinos como el plomo- y existen también bastantes personas nobles y bien agradecidas; son éstas las que hacen, las más de las veces, llevadera la insoportable levedad del ser y estar en el mundo. En algún lugar leí hace mucho tiempo, que al benefactor le agrada saberse agradecido. Y considero que es cierto, que uno no actúa esperando la gratitud infinita –ilusos los que aguardan eso- pero sí una palabra o un gesto que haga saber a quien da el beneficio, que su acción es importante y que ha sido útil. ¿Qué será del mundo sin estos actos de agradecimiento? No lo sé y tampoco quiero imaginármelo, me basta con referir que si un dolor lastima sobre manera en algún lugar del cuerpo, es la ingratitud de los seres que amamos o la de aquellos que en algún momento de nuestra vida fueron más que un eclipse, que hubiésemos preferido evitar.

viernes, 13 de julio de 2007

EL EQUILIBRIO PRECARIO

El pronóstico es devastador: todo tiende hacia el infinito entrópico; por mucho que nos esforcemos por mantener el orden, lo cierto es que lo único constante es el caos. Hacia el desorden natural es a donde se conducen todos los cuerpos. El equilibrio tan perseguido por místicos y racionalistas es una idea de quietud en la que la materia (y pongamos que también el espíritu) por un instante deja de moverse y experimenta la paz de un descanso metafórico.

No hay reposo absoluto sentencia la física. Y tal vez ello explica por qué los cuerpos nos desplazamos de un punto a otro cambiando de posición –a veces- brownianamente con la ilusión de que sabemos a dónde nos dirigimos.

La imposibilidad de la velocidad cero en el arte se llama “equilibrio precario”, lo cual entiendo como la búsqueda constante de esa superficie en la cual nuestra móvil existencia se perciba menos insegura y pueda afirmar que está en su territorio. Pero estamos insertos en espacios públicos que también nos rodean y que se desplazan a velocidades distintas, de suerte que el cuerpo siempre está limitado por los perímetros de otros cuerpos.

Cenizas a las cenizas es la aceptación (a regañadientes) del Todo contenido en la Nada y ésta dentro del Todo, que se despliega en la Nada y así sucesivamente de manera infinita. Si uno contuviera al otro de manera absoluta o definitiva se violarían elementales leyes de la termodinámica, con las que el hombre de ciencia se explica, el aparente des-orden que envuelve al mundo.

El amor es una entropía mayúscula, demanda demasiada energía a los amantes para no caer –con aceleración constante- en el desorden, la locura en este caso –si entendemos ésta como una forma de caos-. Sin embargo, es preferible este desgaste “útil” al vano esfuerzo que supone vivir el no-amor. Porque cualquiera sabe que el equilibrio no existe pero el caos infinito es sencillamente impensable, insufrible.

viernes, 6 de julio de 2007

DIÁLOGO FANTÁSTICO

EL AMOR CUÁNTICAMENTE SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS.

- A mí no me vengas con que se alargan los plazos, dijiste que hoy y me cumples.

- Es que te juro que no te había visto.

- Tu actitud me “calienta…”

- ¿Y yo? ¿Crees que soy de piedra?


EL HEDONISMO ES LA MEJOR FORMA DE VIDA SEGUIDA DE LA MÍSTICA, PERO ENTRE AMBOS ESTILOS HAY UN ORBITAL ATÓMICO.


- Mmm no más largas, ¿quieres?

- Ni actuar como si fuera invisible.

- Me quema el fuego de tu amor.

- Ah, despedazas mi corazón.

PROHIBIDO NO ESTACIONARSE

Estaciónate donde quieras, las calles son tuyas y eso todos los saben. Y si no, que se chinguen. Si algún peatón se emputa, que a ti te valga madres, lo hace por envidia y resentimiento histórico. Ya vez que en este paisito el indio pasó de andar descalzo a rolar en su nave bien acá, ¿ves? No la trae tuneda porque no sabe qué es eso, pero sí kitcheada con fotos de la family, peluches y estampitas de santos, pa'que lo ciuden.

A ti que te importe un pito las zonas donde está prohibido estacionarse, el espacio es de todos, ¿no? ergo también tuyo. Da igual si es el acceso a un hospital, a una cochera o un sitio para “personas con capacidades diferentes”. Total, los discapacitados no tienen auto ¿o sí? Tú chinga que atrás viene chingando.

¿Cultura vial? ¡Ni madres! Esas chingaderas son para el primer mundo y aquí estamos en México y se hace la voluntad del pueblo, o sea, la tuya. Pásate el alto, ponte en doble fila, da vuelta en U o en zona no permitida; lo que en otros países es impensable aquí es posible. No respetes señalamientos ni reglamentos, si tienes luz verde sigue aunque causes un embotellamiento, total, es tu derecho de libre circulación y para eso te “mochas” con el oficial y tienes tu clave.

Si a alguien no le gusta donde te estacionas, que se chingue, para qué no hacen más calles o más anchas las banquetas, porque pagar por estacionarte ni loco. Y que no te digan nada porque te los chingas, qué no saben que el tamaño de tu auto es directamente proporcional al volumen de tu ego. Ah, por eso este país no progresa, por culpa de gente que quiere que las cosas sean diferentes. Pero si así estamos bien, ¿no? ¡Viva México, cabrones!

martes, 3 de julio de 2007

¿HETEROSEXUALES EN PELIGRO?

Durante 150 años la sexualidad como institución marcó el in & out de la normatividad sexual. La hegemonía heterosexual impulsó con ahínco (de hecho entre estertores aún insiste en su obsesión) el ejercicio del no-placer en un cuerpo castrado: coitocentrista, monógamo, utilitario con fines reproductivos, por referir algunos ejemplos. De modo que resulta lógico entender -que no justificar-, el escándolo que le supone a la heteronorma la existencia del ejercicio de varias sexualidades.
Afincada en la teoría de la complementación de los contrarios y en la ley de atracción sexual que no sólo incumbe a los cuerpos diferentes e implementando a la fuerza -como debe ser- a todos los cuerpos una heterosexualización del deseo, uno no se explica cómo la olla exprés de la represión erótica tardó tanto en estallar; y de este Big Bang del placer han surgido a la par -y no por ello iguales- el homoerotismo y las más variadas prácticas sexuales que el espectro neuronal de un buga no alcanza ni siquiera a imaginar: hombres que tienen sexo con otros hombres (y que ello no los excluye de poder desear o amar a una mujer), mujeres que sólo se relacionan con mujeres, transexuales, bisexuales, fetichistas, parafílicos sin par copan el discurso de la satisfacción corporal. La variedad es tal que se agotan las palabras con las cuales sea posible nombrar dichas realidades.
Por eso la Teoría Queer apuesta por la "desetiquetación" en aras de brindar libertad al individuo (y a su deseo) en lugar de constreñirlo al perímetro elemental de un nombre. Lo cual explica, aunque no lo manifiesten en voz alta -forma parte de su tradicional arrogancia-, que los heterosexuales sienten que corren peligro, que pierden lugar en el espacio; luego de triunfar durante años en la estepa del statu quo sexual han tenido que aceptar -a regañadientes- compartir el territorio con "nuevas especies". Tal vez en algún momento sean minoría y serán ellos los que encuentren cotos a su libertad de movimiento y expresión de su ser. Serán una rebanada más del pastel de la diversidad sexual.
No aspiro a una revancha rosa o multicromática, que mereciéndosela no se obtendría nada -porque ni justicia creo yo- llevándola a cabo. La repartición equitativa del sexual power tendría que llevarnos a una verdadera equidad en el ejercicio de la sexualidad de cada individuo. Lo ideal sería no tener que especificar cuál es mi sexo biológico, mi género y mi deseo en el carnet erótico.
Para llegar a esto falta mucho, pero crece -lento aún- el número de bugas que asumen como políticamente incorrecto la intolerancia y la homofobia (la sexofobía habría que referir); algunos hasta consideran chic tener un amigo "raro" entre el rebaño buga, como si tener una oveja rosa fuera un amuleto contra la mala suerte. Algo habrán visto de este lado que les gustó: la libertad para vivir sin culpas ni complejos ni deberes (que no irresponsabilidad), la sexualidad pericoital asumida sin traumas, la moda multicolor que hace palidecer aún más el espectro monocromático del guardarropa "hetero", el poder adquisitvo (¿verdad que los hijitos sí son una carga?) que posibilita un estilo de vida que muchos -envidiosos- acusan de frívolo.
Que la otra orilla no es un edén es cierto como que no hay edén ni paraíso, pero sí hace manifiesto una conciencia de que ser diferente pese a sus contras, termina por ser un plus, un bonus para vivir la vida. Por ello la iglesia -en todas sus variantes-, los regímenes totalitarios y alguna que otra democracia combaten el libre ejercicio de la sexualidad de los individuos. Les gustaría mantener a sus súbitos en una eterna infancia erótica porque saben que la satisfacción sexual genera una energía cinética que sumadas a otras (una sinergia) puede cambiar el mundo, en este caso, derribar el poder y modificar el orden sexual establecido.
La heterosexualidad no está en exitinción ni desaparecerá jamás; de hecho es necesaria para que el puzzle erótico esté menos incompleto. Pero sí está obligada a evolucionar: o se integra al perfil que exigen los nuevos tiempos, la emergencia de otras sexualidasdes o quedará relegada al púlpito dominical presa de su comezón y sin poder rascarse. Ya en algún tiempo al hombre se le impidió leer para obstaculizarle el pensar y ahora se le limita -se aspira a ello- su posibilidad de sentir. Sea bienvenida, pues, la Teoría Queer que posibilita la ruptura de todos los nudos (sexuales). ¿Lo quieres sentir?