viernes, 18 de noviembre de 2011

LENGUAJE Y CENUTRIEZ: “A MÍ QUÉ ME DICEN CUANDO LLEGUÉ EL MUNDO YA ESTABA ASÍ”

El hecho de que la gente hable según las habilidades que posee, puede convertirse en un problema de comunicación (incomprensión del lenguaje, desafectación, censura) pero también en otros que podría llamar de carácter social: incapacidad para el diálogo y la convivencia, para establecer empatía, alcanzar acuerdos, solidarizarse, para el ejercicio de la ciudadanía entre otros.


Precisamente por los efectos que el discurso tiene en los receptores y en el contexto en que se encuadra la emisión, toda vez que tanto unos como otro reaccionan ante la enunciación del usuario de la lengua. Es decir, ¿cómo se responde a un hablante que intercala palabras entre la expresión güey? ¿Qué efectos tiene sobre el entorno si la usuaria de la lengua sólo acierta a expresar OK?


El problema no es que hable como guste o como pretenda darse a entender efectivamente, sino las consecuencias que un habla reducida a comodines léxicos (monosílabos, frases hechas, neologismos) tiene en las interacciones mentales y en consecuencia, en el proceso y consolidación del aprendizaje de un sujeto cognoscente situado en un espacio tiempo específico y en relación con los demás. La economía del lenguaje no necesariamente repercute en formas de comunicación más efectivas y sí aproxima a ciertas funciones lingüísticas a un uso desechable de las mismas.


No abogo en nombre del purismo léxico, que defiendo el carácter móvil de la lengua (oral y escrita), me refiero a ese guión/plantilla al que se reducen cada vez más, muchas conversaciones, según consta en la comunicación de pasajeros que coinciden en el transporte público, en la fila para acceder o liquidar un servicio, la charla de sobremesa o la tertulia en el café o al calor de unas bebidas, al solicitar o proporcionar una información, en el habla de quien responde a una llamada telefónica, etcétera.


La restricción vocablos y la creciente falta de percepción de tonos y matices en el uso de las palabras, hacen parecer al usuario de la lengua un extranjero en su idioma, como si la lengua le fuera ajena; al escuchar a este tipo de sujetos se tiene la sensación de que quien se expresa, traduce con anterioridad en su mente (hurga en busca del concepto preciso, que es casi siempre el término fetiche) lo que quiere decir de una lengua (la suya, la actualización de su lenguaje) a otra (de la que es nativo hablante), tal es la torpeza (y a veces también testarudez) con que se manifiesta vocal y gestualmente.


La discapacidad discursiva da cuenta al menos, de la nula o poca habilidad del sujeto para organizar sus ideas; evidencia el pensamiento convertido en una maraña mental; muestra la discontinuidad existente entre lo que se quiere decir y lo que se consigue expresar; ejemplifica la desafectación entre el sujeto y la realidad que lo sujeta. Podría afirmarse que tal proceso de reducción lingüística, favorece la tendencia al caos, la apatía, la irresponsabilidad, la abulia, y sí acentúa un carácter de ajenidad con el otro en tanto lejanía con el contexto, un solipsismo tautológico irreversible.

jueves, 22 de septiembre de 2011

UNO SOÑABA QUE ERA REY

Al parecer la mordaza no ha conseguido intimidar a cierto sector de la población que ha decidido lanzar y mantener el grito de guerra en las redes sociales (sobre todo en tuiter que es más veloz y exige menos elaboración lingüística) contra la violencia que vive feaXalapa. Intimidar mediante la ley no siempre surte el efecto deseado.






¿En qué cabecita obtusa cabe la idea de reprimir la libertad de expresión y el derecho a la información (veraz) en aras de (intentar) ocultar una situación extraordinaria como lo es la violencia que desborda la cotidianeidad de la ciudadanía? Claro, en la cabecita obtusa que tiene la capacidad suficiente y necesaria (elemental) como para que quepa en ella un perdón encapsulado en un tuit. Mira por donde, lo que un tuit desató, otro lo ató: de este modo se cumple lo que estaba escrito: no perturbarás el orden público.






Esta mañana los tábanos de metal surcaron ¿una vez? el cielo xalapeño; las hormigas laberintean llenando de azulidad las calles, avenidas y callejuelas de esta ciudad. Imponen con su mirada profunda que traspasa los ojos de quienes las ven. Empezamos a ser reeducad@s en nuestros hábitos. La ciudadanía desacostumbrada a observar las puestas de sol o la luna, ha vuelto a elevar sus ojos para contemplar el ziz zag metálico de los moscones. Y contempla resignada (¿indignada?) cómo las calles se llena de lucecitas de colores y de un azul-terror que se cuela por la piel hasta anidar en los huesos.






Llueven chispas (y no de chocolates) y la ciudadanía no sabe dónde poner el paraguas porque la nube es errática y no hay meteorólogos que refiera en dónde cae esta lluvia sólida. No es posible decir: "evite esta zona", porque está prohibido nombrar la lluvia, citar el agua, evocar el diluvio so pena de perturbar el orden.






La histeria empieza a ser tan fuerte como el hambre; al grado de que se dice: "tengo histeria, en lugar de quiero comer". Pero como el verbo puede devenir disturbio, estamos aprendiendo a nombrar la realidad a través de la semejanza de la semejanza: metalingüísticos estamos: "dicen que hace histeria, refiere A, dicen, responde B" y se apaga la computadora, porque hay ocasiones en que la energía eléctrica se va y no queda más remedio que abandonarse a la noche aunque sea el mediodía.






Ojalá fuera cierto que la sangre caerá sobre los culpables y sobre los hijos de éstos, pero sabemos que la palabra bíblica no es verdad: quienes aprobaron de manera exprés la ley que nos prohíbe actuar, responder, reaccionar, defendernos de algún modo contra el silencio criminal, vergonzoso e inhumano de los medios de comunicación, no sentirán en su piel la acidez que deja saber que llueve y salir a la calle y no percibir su humedad pero si la ausencia de una atmósfera calma.






Veracruz resiste porque aunque los cuerpos rueden como reses por las avenidas de paseos de oro y se silencie la cámara y se ciegue a los dedos, las palabras seguirán confrontando al silencio, ora en forma de rumor, ora transformado en miedo, porque así como hasta ahora ninguna ley ha conseguido eliminar el pensamiento, no creo que exista alguna que pueda criogenizar la capacidad de sentir (ira, impotencia, esperanza). Da vergüenza habitar este suelo, pero nos mantenemos en resistencia porque tenemos dignidad... sólo callaré, si me obligan a hacerlo.



lunes, 19 de septiembre de 2011

XALAPA EMPAPADA (DE VERGÜENZA DEBERÍA ESTAR)

Muerto el perro (o la perra), no siempre se acaba la rabia. Ahora se sabe que algunas veces, la sabiduría consignada por ciertos refranes, se trasciende, según consta el día de hoy en el centro de FeaXalapa. Al papa cirquero no le bastó joder a buena parte del mundo durante su reinado de veinticinco años, sino que después de muerto y beatificado (como patrono de los pederastas) sigue chingando a través de una gotita de sangre (¿semen?, ¿lágrima?, ¿orina?) devenida reliquia montada, supongo yo, en una momia de cera vestida (el travestismo superado) con look papal.



Y quien reina en estos lares tan mortificado por la perturbación del orden público no dice ni tuit o pío: el caos que la sacrosanta visita causa en la ciudadanía no cuenta como perturbación ni desorden ni nada que merezca ser sancionado. Me gustaría que metieran a la cárcel a la momia beata por perturbar el orden público o en su defecto, a quien sea responsable de suscitar este desmadre. En todo caso, que se cumpla la ley, ya que andamos tan respetuosos del estado de derecho.



Sin embargo, como se trata de circo para el pueblo (una parte mínima del pueblo, se entiende) que se expanda el disturbio y nos chingue a todos (queramos o no, que así se las gasta el poder cuando raya en la tiranía); total, es día de fiesta, se asume. Y es precisamente por este tipo de presunciones de que lo que excita a algunos, mola a todos, que padecemos la imposición de eventos que no solamente perturban el de suyo caótico devenir citadino, sino que validan ciertas prácticas sociales, religiosas, culturales en general, en detrimento de otras. Me pregunto: ¿permitirían una manifestación a favor de la despenalización del aborto? ¿Y una marcha del ‘orgullo gay’?



Seguramente ese tipo de actos sí serían considerados como elementos perturbadores del orden público (y de los valores que se amparan en una moral sospechosa en tanto que se arroga prerrogativas infundadas) y por lo tanto, susceptibles a ser encarcelados o merecedores de algún otro tipo de sanción. Pero que la visita de una momia de cera que pretendidamente le devolverá la fe a muchos (ilusos, cuando alguien ha dejado de creer no necesita de milagros ni de visiones para recuperar la credulidad) rompa la desarmonía de la urbe, es menudencia. Se obvia que al validar este tipo de ceremonias se festeja también la impunidad, el descaro, la hipocresía y la maldad que rodea a la iglesia católica, que olvida (cuando le conviene lo consigue) que este tipo fue benefactor y cómplice (en tanto solapador) de un pederasta. Y no lo refiero yo.


Ojalá la lluvia de esta tarde consiga lavar, al menos, la basura que seguramente dejará toda la manada piadosa, tan creyente, como incívica y pronto podamos recuperar partes de la calle que cada vez es menos pública y sí privilegiadamente privada. Amén.

jueves, 15 de septiembre de 2011

LOS NO-HUMANOS DEL REINO DE MILADY Y MILORD

Nomás llegar al poder, milady y milord dieron muestra de la tiranía (otra manera de nombrar la ineptitud) con que gobernarían el estado y el ayuntamiento, respectivamente. Uno deslindándose de todo aquello pudiera asociarlo con su antecesor y por lo tanto, restarle autoridad ante sus subalternos (que no ciudadanos), y la otra, perfomándose de tal modo, que a fuer de pregonar un lema absurdo, quiere convertir una realidad en paraíso (antigay).



Así, al tanteo, desoyendo la voz de conocedores (quiero creer que se rodean de un equipo de expertos en política, economía, educación, etcétera), actuando impulsivamente (aún recuerdo las jardineras errantes que ora ‘embellecían’ el atrio de la catedral, ora estorbaban la vialidad peatonal en transitadas y estrechas cuando no okupadas aceras), sacándose de la manga programas pretendidamente incluyentes con nombres ambiguos (¿dónde es ‘adelante'?) y más, vamos rumbo a peor, como dice Becket.



La ciudad no solamente es más fea sino también más insegura. Luce más sucia en cuanto más incompetente se manifiesta la autoridad municipal, que derriba árboles (para garantizar la seguridad de la población) en los sitios que luego serán estacionamientos para los clientes que asisten a ciertos comercios (que incumplen el reglamento respecto a contar con determinado número de cajones de estacionamiento). Y el estado es un arcoiris oficial constante como anodina la actuación del regente.



Para recuperar brillo (y rating, supongo yo que no sé de estas cosas), surgen los repentismos que terminan por pasar por encima del (pretendido) bienestar común: milord asegura que iluminará la ciudad con una cantidad impresionante de bombillas (¿querrá emular a Las Vegas y que feaXalapa sea visible desde las esferas celestes?) que seguramente se abastecerán de energía solar, porque no entiendo que en plena época de crisis (económica, energética) haya que llevar a cabo tal dispendio. Sobre todo cuando la ciudadanía requiere antes que esplendor, seguridad pública (ninguna lámpara por sí sola ha ahuyentado a quien quiere delinquir), transporte público, ordenamiento del comercio informal, regular el ruido, la basura, etcétera.



La flamante idea de un ‘Un día sin taxi’ y ‘Un día sin autobús’, debes estar incentivando la compra de autos (¿de bicicletas?), porque por más que miro y miro con detenimiento, lo que contemplo son calles atestadas de automóviles de particulares y no de buses y taxis; aparcando en sitios no permitidos, en doble fila, en las paradas del transporte público jodiendo al que ya está jodido y que debe aguantar vara porque para eso votó a favor de esa quimera (hoy mujercita trajesastreada).



Las ideas del otro no son precisamente una Nueva guía para aprender a argumentar. Ahora que las bala son las moscas de metal que cruzan por el cielo del estado, se le ha ocurrido proponer (¿a quién?) el delito de “perturbación del orden público” (Oh my gay God!: ¿El perturbado puede hablar?) y ensaya mandando a la cárcel a un par de tuiteros que tuvieron la desdicha de creer que la libertad de expresión existe (yo sé que me arriesgo cuando escribo sobre estas 'cosas'. Pero apelo a la no lectura de este tipo de sitios por parte de los guaruras del reino; pero si desaparezco o desaparece mi blog, ya sabrán).


No discutiré si tal libertad es real o fenomenológica, sino más bien mi pregunta es ¿qué debo entender por “orden público”? ¿Qué significa ‘perturbar el orden público’? Porque el ruido de las campañas políticas perturba el orden público, si partimos del supuesto que tal orden existe y es real. El ruido que escupen las bocinas de los antros, farmacias y demás locales comerciales también es una irrupción al orden ¿O es ambientación y yo, tonto en estas lides, no me he dado cuenta?



Las bestezuelas al volante que se detienen donde su voluntad o su oligofrenia (llamada necesidad) les dicta y con ello entorpecen la vialidad, el tránsito fluido (valiéndoles madre el caos que provocan) ¿no son también presuntos ‘perturbadores del orden público’? Las declaraciones de bastantes políticos arguyendo que el mundo feliz en que vivimos es deseo irrealizable para otros y que nos quejamos en vano, ¿no es también una alteración de la paz social que enmarca nuestro día a día?


El temor, la ineptitud, el deseo irrefrenable de ejercer un poder que parece que no se tiene o no se cree poseer, son muchas veces, los móviles que impulsan acciones que van desde la ingenuidad hasta la tiranía pasando por la ineptitud. Porque de ocurrencias de este tipo han surgido dictadores, papas, presuntos presidentes, genios, deportistas triunfadores y artistas en general. La diferencia radica en cómo se encauza esa ‘brillantez’ y los efectos que su materialidad tiene en las personas.



Yo como perdí la capacidad de creer en las hadas, en un futuro perfecto, en la solución mágica de los problemas sin que medie la corresponsabilidad de la ciudadanía, temo que este tipo de acciones (nacidas ocurrencias luego celebradas, luego devenidas leyes) se conviertan poco a poco en mecanismos de represión y de mayor control de la movilidad (física e intelectual) de los sujetos. Hace mucho tiempo que abandoné la ingenuidad y cuando escucho la frase hecha: ‘por tu seguridad’, se me activan las alarmas y me siento más inseguro.



Debe ser que no olvido la palabras de Butler en su revelador texto Vida precaria: Lo que cuenta como “peligroso” es lo que el Estado considera peligroso […] Si una persona es simplemente juzgada peligrosa, entonces deja de ser un problema decidir si cometió algún acto criminal […] (¿alguien dijo ‘tuit’?) Si una persona o grupo son considerados peligrosos, y no es necesario probar ningún acto peligroso para establecer la verdad de este hecho, entonces el Estado convierte a esa población detenida en peligrosa, privándola unilateralmente de la protección legal que le corresponde a cualquier persona sujeta a leyes nacionales e internacionales. Se trata ciertamente de personas no consideradas como sujetos, de seres humanos no conceptualizados dentro del marco de una cultura política en la que la vida humana goza de derechos legales y está asegurada por leyes –seres humanos que por lo tanto no son humanos– (2006:108).


Muchas veces no entiendo y escribo sin saber lo que escribo. O creo entender y entonces escribo deliberadamente creyendo que también tengo ideas ‘geniales’ como los demás. Abducido. El olvido es también una virtud (de la que carezco). Bienvenidos a Veracruz, visite a los no-humanos de este lugar. Y no deje de darse una vueltecita por la capital, que es tan bella, tan bella, que sólo los feos como yo, no nos damos cuenta de ello. Feo y no-humano, qué jodido.

miércoles, 10 de agosto de 2011

¿QUÉ PASA EN (UNA PARTE DE) EL MUNDO?

¿Qué pasa en Londres y en otras ciudades de Inglaterra? ¿Qué es lo que está ocurriendo en el mundo? Los indignados (organizados, algunos) empiezan a ser multitud en ciudades europeas pero también en sitios como Tel-Aviv y en algunas ciudades sudamericanas. A los indignaos se suman los furioso, los resentidos, los bárbaros, podríamos referir.


Pero ¿son todos bárbaros quienes participan en este tipo de manifestaciones? ¿A todos los mueve la indignación o existen otros motores que agilizan la avalancha contestaria? Porque existen aún vasta zonas del Planeta donde nada o poco sucede. En México, por decir un ejemplo, después del arrebato místico antihemoglobino que enarbolaron algunos (y que por no apoyar me granjeó hartos insultos), la paz de sus conciencias (marcho, luego existo) los ha orillado al silencio o a la quejumbre de todos los días sin mover un pié más.


Pero volviendo a la violencia callejera, las imágenes de los saqueos, de las personas enfrentadas a la autoridades, de los edificios en llamas y de las calles obstruidas, dan cuenta de escenas vistas ya en albúmes de otros tiempos. Sin embargo, afirmar que la historia es cíclica es caer en el lugar común; es más bien que la historia da grandes saltos (¿zigzaguea?) y sorprende con paisajes que remiten a un deja vu. Y a pesar de ello, consiguen estremecer (no a todos, es cierto) por lo que pueda plantearse quien mira: el triunfo de la sinrazón sobre la civilidad.


Puede especularse que las crisis han llevado a las personas al límite de su contención y ahora estallan iracundas contra todo aquello que les representa el poder que sujeta, oprime, minusvalora, ningunea, margina. La perifera es otra vez el foco que atrae la mirada precisamente por sus actos de barbarie que mueve más al rechazo que a la comprensión, a un intento (vano) de comprensión, de preguntarse las razones por las cuales la gente está actuando como lo está realizando. La ciudadanía zozobra a la par de una impotencia que crece.


Los políticos culpan a la crisis, los baqueros y empresarios señalan a los Gobiernos, los Estados desarmados y en la bancarrota la lanzan contra las agencias calificadoras y éstas arremeten contra una clase política disfuncional y ataráxica. Y son, sin embargo, los ciudadanos quienes asumen las consecuencias del caos en que el Estado de Derecho se ha convertido. A ello hay que sumar, la sequía, las tormentas, los sismos y una extensa lista de situaciones que no dependen de la voluntad humana.


No obstante, no creo que esto sea el llamado fin del mundo ni los primeros signos de un Gran Final, es más bien resultado de una codicia (y muchos otros factores, desde luego) que alguna vez fue virtud que devino maneras correctas de hacer negocio (luego globalizada), cuyas consecuencias desastrosas siguen aumentando y causando desolación, rencores, impotencia, desesperanza, muerte. Incluso fe, en bastantes.


Yo resisto porque espero, y mientras reacciono trabajo para devolver un poco de orden al caos particular en el que me encuentro, quiero decir, alimento la entropía con mi confianza en que la educación puede salvar a la humanidad de sí misma. El sueño dislocado de un precarizado, tal vez, pero sería peor renunciar a soñar, a pesar de mi insomnio.

domingo, 31 de julio de 2011

VIDA Y LETRAS

A un 'teatrero' poeta.






Sienta bien en un domingo de lluvia, toparse en una sala de chat de alguna red social con alguien que tiene temas de conversación y fluidez en sus diálogos. Nada más grotesco y decepcionante, y desafortunadamente en aumento, que coincidir con sujetos que han claudicado ante la tuiterización de un mundo que ya de suyo, era tacaño a la hora de expresarse. De este modo, encontrarse con un interlocutor competente, es una celebración de la palabra, que es como decir, la celebración de lo humano.



Suelo utilizar la Internet para leer entradas de blog; me gusta dejarme sorprender por aquellos espacios donde la palabra es el pretexto para decir o manifestar un sentimiento o un punto de vista. Los prefiero sin imágenes y sí con contenidos que provoquen, me interpelen, me seduzcan. A mí me gusta que los textos me enganchen.



De ahí que opte por los blogs antes que por las salas de chat plagadas de internautas monosilábicos, monotemáticos y monocromáticos: a mí lo uniforme no me va. Por ello, que este día haya coincidido con un interlocutor además de joven, sensato, prudente, con facilidad de expresión es motivo de gozo. Si a los adultos cada vez más se les dificulta expresarse con propiedad, conversar sin valerse de clichés, muletillas y poses, manifestar asombro ante el poema o la obra de arte en general, mayor es la dificultad (y de ahí la sospresa) para toparse con un joven con ideas críticas.



Una feria del libro, de la índole que sea, no tiene tantos adeptos como una premier de cine: la imagen prima sobre la letra/palabra. La simultaneidad del icono no puede competir contra la linealidad del texto. Y quienes se decantan por lo primero despreciando lo segundo, suelen no darse cuenta de la castración que se hacen a sí mismos al privarse de otras maneras de apropiarse de la realidad. Parece que sólo lo inmediato vale, como si la humanidad debiese poco a la alfabetización.



Sigue lloviendo y afuera algunos transeúntes audaces esquivan los goterones que salpican sus cuerpos. Yo me repliego en la lectura de un texto. En este pequeño paraíso me sobran motivos para celebrar a la vida. En resistencia si cabe, pero vida.

jueves, 28 de julio de 2011

EL PEZ DORADO

¿Cuál es el peso de la presencia (o ausencia) del nombre propio? ¿Cabe hacerse la pregunta si la identidad es un acto romántico o subversivo? ¿Hay lugar para la identidad en un mundo fragmentado? ¿Cómo nombrar lo aparentemente innombrable? Le Clèzio trasluce estas y otras interrogantes a lo largo de las 229 páginas que conforman El pez dorado.


La historia de Laila (de alguna manera habría que nombrarla) es también la historia de muchas personas que se encuentran fuera de lugar, deslocalizadas, carentes de raíces (a no ser las de la memoria) que les permitan el arraigo: orfandad nómade que no obstante, resiste.


De la mano de Laila, la Noche, el lector se aventura en el recorrido ancestral de la inmigración. Desde África hasta Europa, de Europa a Norteamérica, de América al norte del continente negro otra vez, sin más equipaje que el hambre y el anhelo de hallar un lugar dónde poder asentarse o descansar el alma al menos: “Y pensaba que en el mundo no había ningún lugar para mí, que fuera donde fuera me dirían que ése no era mi país, que tendría que pensar en irme a otra parte” (:192).


De la historia de los deslazamientos forzados dan cuenta las estrías que luce el planeta cuando se le mira desde el espacio o a través de páginas como éstas; miríadas de huellas dejadas al paso, ora presuroso, ora lastimero de quienes buscan una vida digna de ser vivida. Un nombre.


“Nadie me había hecho nunca un regalo así, un apellido y una identidad” (:166). Confiesa una Laila conmovida cuando recibe el pasaporte que le permitirá no solamente viajar de un continente a otro, sino de afuera hacia al interior de sí misma. Empezar a encontrarse, ser ella.


¿Puede el pez sacado del agua dulce prosperar en otras aguas que intentan imitar las condiciones del hábitat natural? Laila, pececillo negro, demuestra que sí es posible sobrevivir pero pagando un coste de sangre y lágrimas, siempre al asedio de los depredadores.


Pero si Laila consigue completar el círculo es porque a diferencia de otros, alimenta su cuerpo y su espíritu con lecturas y con música. Con muchos libros y bastantes melodías, regalándolos instantes de esperanza en mitad del desierto o en las chabolas junto a los vertedores, en la errancia nocturna y en el escondrijo, en la entrada del metro parisino y en las avenidas californianas.


El pez dorado brilla no por su condición de oro, sino porque consigue alcanzar el estanque primario del que ha surgido, sólo para emprender nuevamente el difícil viaje de regreso al mar. El nombre propio es sólo el principio de la aventura.


Le Clèzio, J.M.G., (2009) El pez dorado, México, Tusquets.

EL ARDOR DE LA SANGRE

La búsqueda del amor, del auténtico amor, parece ser el leitmotiv que articula esta novela de Irène Némirovsky. Estructurada de la misma manera en que se recuerda, los fragmentos de memoria van conformando el ser y sentir de los personajes para desvelarnos que su parecer dista mucho de sus verdaderos deseos.


El narrador vuelca su memoria al interior de un pozo y cubo a cubo va rescatando para el lector, una serie de datos y detalles que le permiten descubrir las actuaciones –sensu strictu– de los personajes. Asistir en primera fila al acto performativo que experimentan a causa del amor.


O a esa fiebre que muchos confunden con el enamoramiento. De ahí que el narrador nos advierta: no cualquier arrebato del cuerpo o del espíritu es digno de ser nombrado amor, si no “le pones la máscara del amor a la primera cara vulgar que se te presenta” (:57). Y entonces, está servida la desdicha.


Porque la novela de Némirovsky está hecha de infortunios y desencuentros, de momentos de felicidad que se empañan con el vaho de la culpa y la embriaguez del recuerdo, confirmando aquello que muchas veces se afirma: todo tiempo pasado fue mejor. La vida suspendida en el anhelo.


El ardor de la sangre es la pulsión que arroja a los cuerpos al abismo en busca de espacio para prosperar en y para el deseo; impulso restringido no solamente por los límites geográficos sino como ocurre muchas veces, por el cerco de una moral que suele venirle chica a quienes aman y desean. Lo refiere el protagonista con un dejo de melancolía: “la carne se conforma con poco. Pero el corazón es insaciable; el corazón necesita amar, desesperarse, arder en cualquier fuego…” (:144).


Paradójicamente, al concluir la lectura de la novela, el lector se encuentra con que las brasas encendidas al inicio, no hacen sino empezar su tarea de arder.

Némirovsky, Irène (2007) El ardor de la sangre, Barcelona, Salamandra.

jueves, 21 de julio de 2011

TRANSFORMERS 4: LA (VERDADERA) PELÍCULA

Me lo dijo un pajarito: ¿de cuánto será el porcentaje que las agencias automotrices darán a la alcalda por cada auto vendido a partir del mes próximo cuando se echen a andar los impopulares programas “Un día sin taxi” y “Un día sin autobús”? No puedo pensar en otra cosa ante el despojo que por enésima vez se hace a la ciudadanía xalapeña, quiero decir, a los más jodidos cuando se les disminuyan las posibilidades de transportarse dentro (y por los alrededores) de la ciudad. Y con todo, querrán un auto. Otra realidad será que se lo puedan comprar. O quizá sí.



Porque la verdadera ciudadanía, es aquella que no sufrirá ni un ápice la disminución de taxis ni de buses para aligerar el tráfico de la ciudad. Antes bien, se hallará con más espacios disponibles para estacionarse en doble fila y en lugares no permitidos, entorpeciendo así, el de por sí lento tráfico en las calles de la ciudad.



“Le sentará bien a Xalapa” dice la barona de la ciudad en un magazine escrito ex profeso para él/la, donde el día de ayer aparecieron tres o cuatro notas dando cuenta de la bondad, laboriosidad e inteligencia del alcalde trajesastreado devenido mujercita en beneficio de sus gobernados y gobernadas, que es incluyenta.



Cree la inepta, que sus programas solucionarán las congestiones en las vialidades de la ciudad. Si hubiera sido minúsculamente prudente (que no lista), se habría dado cuenta de que el conflicto no lo ocasiona únicamente el transporte público como sí lo agrava el servicio particular (cifras, las hay). Mientras las ciudades con gobernantes inteligentes y ciudadanos conscientes apuestan por el uso de la bicicleta, la reducción del uso del automóvil, en la capital se priva a una parte de la ciudadanía del transporte colectivo, que de suyo es pésimo, inconstante, caótico, estresante y caro, en tanto que no se corresponde costo con calidad del servicio.



Pero eso le tiene sin cuidado a la transformer, él/la piensa que como pudo performarse en menos de lo que cae un voto a la urna, la ciudad sufrirá también esa modificación, pasando de Xalapa fea, ruidosa, sucia, desordenada a la cenicienta bellaXalapa que es el máximo sueño de la barona. Nada más absurdo.



En los municipios con alta densidad poblacional y en consecuencia, también con serios problemas con la vialidad, se está actuando de manera distinta, pero claro, allá no se tienen pretensiones clavadas en el inconsciente de quien no pudiendo ser lo que desea ser, se contenta (es un decir) con simular parecer lo que deja votos, y seguro, dividendos económicos. Es posible.



¿Cómo se explica la autorización de centros comerciales en zonas no habilitadas para ello? ¿Cómo se justifica la creación de antros ruidosos en los que no hay el mínimo número cajones para estacionamiento –quién llega al antro en un autobús del servicio urbano-ni cotos para el uso de espacio público? ¿Quién controla el ruido en esta ciudad? ¿Es así como se promueve turísticamente al ayuntamiento?



Xalapa cada vez es más fea como pretenciosa. Vulgar. Sucia. No solamente porque quienes la habitamos, compartimos espacialidad y temporalidad con sujetos con pésimo educación cívica y medioambiental, semialfabetizada y embrutecida por el ruido, sino también porque probablemente tenemos la peor gobernanza del estado. ¿Se merece la capital una realidad así? ¿En qué pensaban quienes votaron esta forma de gobierno?



Por puntadas no paramos. Por eso yo reitero la aplicación del “Un día sin políticos”, y si funciona, que se extienda por más tiempo: quien no sirva, que se vaya y que no regrese. Pero entre el ruído, mi reclamo se pierde. En cambio, se premia la estupidez. Ineptitud debería ser el lema de este gobierno municipal que se caracteriza por su arterosclerosis y un revanchismo que no deja a inconforme con cabeza (¿yo desaparecido?). A merced de ocurrencias de la barona (y si no son suyas, ¿por qué las secunda?), la delincuencia compite con la imbecilidad gubernamental, la basura y el caos.



Por una ciudad sin tránsito, reza el selembo lema. Sin tránsito significa que no existe movimiento ¿no es precisamente la lenta circulación lo que se quiere combatir? Esto prueba que donde no transita nada, o poquito, es en la cabecita de la transformer, que pudo cambiarse de él a ella, pero no a sí misma. Fatalidad performera en la que resultamos (más) jodidos, los que ya estábamos así.


PD ¿Y los/las desaparecidos/as?

lunes, 4 de julio de 2011

RUIDO, SORDERA, CENUTRIEZ

La cantidad de ruido que uno puede soportar sin que le moleste está en proporción inversa a su capacidad mental.




Schopenhauer













Impotencia y rabia. No importa el orden en que los refiera. El ruido devenido atmósfera cotidiana me jode por igual, y me revela impotente y furioso contra quienes no entienden que el ruido es una manifestación de barbarie.





¿Hasta cuándo la autoridad municipal considerará prioridad la salud física, psicológica y emocional de la ciudadanía? Refiero lo anterior porque se torna insufrible el ruido que emiten los conductores de taxi y del servicio urbano de la ciudad. ¿Existe ley que defienda al usuario contra la pedantería de muchos de ellos? Porque solicitarles que disminuyan el volumen de sus reproductores de música es exponerse al insulto, la grosería, la bestialidad que distingue a bastantes de ellos y ellas, que en eso, hay paridad.






A esta barbarie in crescendo, se suma la de antros 'emergentes' y fiestas 'privadas' que surgen, sobre todo, los fines de semana, la de los negocios 'particulares' y otros más que emiten tal cantidad de ruido aun pasada la medianoche, sin que exista autoridad competente capaz de frenar el abuso ni capacidad neuronal para autoregular los rugidos emitidos a deshoras. Es como si el ruido fuera parte del paisaje y hubiera que adaptarse a él o encerrarse en casa con paredes insonorizadas o hacerse sordo o desaparecer.





¿Es lo de hoy vivir así? ¿Se importó de Madrid, la ciudad más ruidosa del mundo, el modelo de decibelios ensordecedores? ¿Debo como ciudadano hacer 'oídos sordos' a esa contaminación auditiva que no cesa? ¿Qué se necesita hacer para que quienes contaminan acústicamente modifiquen su incivilidad? Si tanto les gusta el ruido ¿por qué no se fijan los audífonos en sus orejas y se revientan los tímpanos estrepitosamente en un acto de egolatría acústica, irreversible?






En otras latitudes se ha legislado al respecto. Aquí, ¿cuándo ocurrirá?. Antes bien parece que se incentiva el tsunami ensordecedor. Y una ola ruidosa que antes formaba parte del ambiente antrero y de las cantinas, ahora se propaga, cual onda radiactiva, y se ha colado e instalado en restaurantes y cafés (he dejado de frecuentar decenas de ellos por su barbarie estruendosa que se interpreta como glam, chic, in y no como la bestialidad que en realidad es) impidiendo la charla amena y obligando a platicar a gritos para aspirar a ser escuchado. Incluso, los pretendidos grupos que tocan ‘música viva’ no son sino fuentes emisoras de ruido, graznidos que aspiran a ser canciones y que son celebradas por una multitud tan sorda como carente de gusto musical. Lo segundo es subjetivo, lo primero un problema de salud pública.





El ruido además de destrozar los oídos favorece el embrutecimiento de la gente. No lo digo yo, hay que leer los informes de las OMS respecto a la epidemia de sordos que pululan junto a la manada de obesos (la otra epidemia). La bruticie reina por doquier y no existe tapón industrial que consiga aislarme de semejante radiación acústica. Parece que no existe remedio que no sea la resignación, el encierro o la sordera prematura.






No entiendo que ya que se apuesta por bellaXalapa (un proyecto que carece de coordinación y sentido) la autoridad no se percate de que la armonía -que no el silencio- es también una manera de embellecer una ciudad. ¿Cuesta tanto esfuerzo mental entender eso? ¿Alguien me oye?

domingo, 3 de julio de 2011

DESAPARECID@S

Desaparecido. Si en algún momento de la historia de las sociedades era común decir o escuchar las palabras: anarquista, rojo, partisano; las que desbordan el top actual son desplazado, ‘sin papeles’ y desaparecido. Todas remiten a realidades dolorosas pero la última alude además, a una no-realidad. A una situación en trance que permanece precisamente por su ausencia.


En la pretendida bellaXalapa rebosante de basura, sitiada por el ruido, paralizada por el exceso de autos, des/gobernada artríticamente por el alcalde devenido mujercita, ahora se acumulan en las paredes, espectaculares y postes, carteles con imágenes de varones y mujeres, jóvenes en su mayoría, que son buscados por sus familiares. Los habitantes más presentes en esta ciudad fea, son los desaparecidos.



Y como ha de suponerse, el alcalde devenido mujercita cree que si él fue capaz de performarse y ser otra, bastará con desear que los ausentes aparezcan para que acontezca así, milagrosamente. Si la pasada gubernatura (y la alcaldía por arrastre) pecaba de omnipresencia, la actual adolece de estampa y efectividad: lo que distingue a los nuevos gobiernos es su ineptitud.


Por ello, ante la falta de resultados contundentes, feaXalapa vive de las puntadas de su testa necrocefálica. La novedad: bicicleta en familia. La comuna ha convocado a que los domingos las familias paseen en bicicleta por las calles atestadas de autos de esta sacrificada ciudad, ¿para qué? lo ignoro, querrá que todos devengamos bicicleta como él/ella lo hizo.



Y cuando escribo sacrificada no exagero. Si la actual situación de la ciudad del estado no se publicita en los medios no significa que vivamos en el mejor de los mundos posibles. Callar y ocultar la realidad no la modifica. El hampa teje sus redes y lentamente estamos cayendo en las garras de la ingobernabilidad -política- y a la vez en la eficacia de un poder alternativo que sí está organizado y que funciona.


De ahí que los desaparecidos aparezcan por todas partes, que las ausencias se hagan presentes en los espacios públicos de la ciudad, que los muertos sean nombrados –cuando así ocurre– como bajas colaterales, que las balaceras se denominen operativos y a la ineptitud se le llame gobierno.



Desde esta realidad escribiré mientras esté presente y en tanto sea posible hacerlo. Ahora sabemos que la rojez no ha sido lo peor que hemos vivido en Veracruz. En la incertidumbre que estamos habitando cotidianamente, la única pregunta que me hago cada día es: ¿cuántos desaparecidos habrá hoy?

viernes, 1 de julio de 2011

QUIÉRANME O LOS CONVIERTO EN DAÑO COLATERAL

El inquilino de los Pinos está out. Quizá siempre lo estuvo pero ahora es más consciente de que se va y afortunadamente, no volverá. Sus declaraciones durante los últimos días de junio, dan cuenta de su desesperación (de atraer el afecto de la ciudadanía) y de su pésima manera de intentar conectar con la gente.



Su soberbia (contra la que no tengo nada qué decir) le enceguece (más, qué se le hace), lo cual lo muestra más cercano a un títere que un tirano. Claro, no se lo diré, no sea que me ocurra como al periodista norteamericano que fue enviado al lobby del desempleo por llamar capullo a su santidad Obama I. Acá decirle tirano a quien desgobierna, puede asumirse, muchas veces, como un halago.



Volviendo al asunto, de todas las ocurrencias que ha manifestado el susodicho, la que más me ha calado fue aquella en donde ordena (manda, dictamina, edicta) indignarse por el dolor que produce la caída de las víctimas (de esa guerra estúpida como absurda, que él se creó). Por supuesto que no lo refirió así, le falta talento y le sobran caracteres para manifestarlo en un tuit.


Lo que me causó escozor fue su hipocresía elevada al rango de guion telenovelero (¿Yo indignao?), para hacer creer (¿a quién?) que él es un sujeto que sufre y se solidariza con el dolor de bastantes. O sea, que necesitó más de cuarenta mil muertos para descubrir que su corazón no es (tan) azul y que también siente. Si hasta creí, al leer semejantes palabras, que se trataba de declaraciones papales. Recuérdese que en el vaticano se celebra la muerte de millones, y se llora y se entroniza a un papa pro pederasta.



Ahora que se acerca la hora de que se largue, se asume (¿quién le cree?) un tipo comprensivo, lastimado, incomprendido, el verdadero cristo doliente que carga con los pecados de los y las mexicas. Que le hagan un nicho y a pasar de página. Que no me trago sus cuentos ni sus logros ni nada, para ser congruente con mi tirria manifestada desde el principio, cuando se hizo con el poder a la mala.



¿Qué costaba repetir las elecciones? Igual o más caro ha salido mantener este simulacro de democracia, que en aras de legitimar su torcedura, ha convocado a una de las jornadas sangrientas más largas de las que se tenga memoria (excluyendo la Conquista y la posterior enajenación –o sea, evangelización– padecida). Ya es tarde incluso para nombrar a tanto cuerpo. Así lo creo, ya que por no creer, a veces, sólo a veces, no creo en nada. Pero que me quieran ver la cara de selembo, me indigna, me caga.

jueves, 16 de junio de 2011

CUANDO EL MAPA SUPERA AL TERRITORIO

Indignez-vous!
Stéphane Hessel




Cuesta creer que las personas se acostumbren a vivir en la indignidad o en otras maneras de existencia no dignas para un ser humano. Y además, que se encariñen con esas posiciones, de suerte que se abrazan a la miseria antes que quedarse con nada.


Cada vez es más común que el acto simple de liquidar un importe se torne un ejercicio de resistencia, paciencia, deshumanización (tanto del enunciador como del enunciatario) en las cajas de centros comerciales y tiendas que aspiran a la modernidad del mercado. Lo que ahora sé, se denominan protocolos, no solamente tienen la intención de humillar (claro que no lo refieren así) a quien atiende, sino además, incomodar a quien compra, en aras de dar calidad al servicio. ¿Surrealismo? No lo creo, degradación de lo humano, mucho.


La última vez que pretendí que un subalterno se librara de semejante desdicha, me dio lección de un humanismo depredado por una lógica de mercado tan absurda cuando se la cuestiona. Le solicité al sujeto (aunque seguro él preferiría que lo denominara empleado, que en términos de experiencia de vida le significa más, supongo) que sólo me cobrara y que podía abstenerse de decirme esa retahíla de frases huecas, porque yo no lo reportaría y que ese acto sólo lo coloca en un estado de subordinación indignante. No sé qué habrá entendido (¿el subalterno puede entender?) o si se indignó (¡aleluya!) pero me dijo: "no me haga caso si no quiere, deme el avión, pero yo debo aplicar el protocolo". La justificación se alargó y le interrumpí que era suficiente, que sólo necesitaba pagar. Y que se empodera: "tengo que decir el protocolo y si no le gusta repórtelo con la gerente diciendo que a usted no le gusta".


¡Jesuqueersta! Más me merezco por querer descenutriar lo descenutriable. Yo queriendo agilizar un trámite y de paso crear conciencia del trato indigno que reciben en tanto trabajadores y este selembo defendiendo su posición de subordinado, que es al mismo tiempo su puesto de trabajo. Entendible, quizá. Defendible, nunca. Recordé entonces las palabras de Ana María Fernández cuando refiere que existe la “afectivización de la subordinación”, que consiste en capitalizar lo afectivo, a partir de la creencia de que servir abnegadamente es una suerte de sino (1). Cuál Síndrome de Estocolmo, el cariño que el subordinado termina sintiendo por su dominador es un amor bíblico: más fuerte que la muerte, quizá porque es también irracional, irreflexivo, deshumanizante.


En nombre de la calidad, competitividad, excelencia y una sarta de absurdos que el mercado ha impuesto y sigue imponiendo sobre todas las actividades sociales, termina por degradar aquello que pretende optimizar, para esterilizarlo de toda experiencia humana (como si lo humano fuera profano y el capital beatífico). Ante la importancia que han cobrado estas tres palabras que todo lo mandan: productividad, competitividad e innovación, José Luis Sampedro se pronuncia: en vez de productividad, propongo vitalidad, en vez de competitividad, cooperación, y frente a esa innovación que consiste en inventar cosas para venderlas, creación (2).


Desde luego, cabe la posibilidad de que quienes viven esos estadios de sujeción nunca lean estas palabras; sea por falta de tiempo, motivación o porque en su horizonte difícilmente verán otra realidad (espectral) que no sea la sombra del amo. Y mientras, viven robotizadamente su empleo, repitiendo merolicos frases insulsas que en lugar de acercar, alejan y en ese intento de parecer (que no ser) amables, terminan por ser groseros como el encargado referido. Al menos, pensé, le di motivos para expulsar su rabia.


Porque quiero creer que su respuesta, fue un cortocircuito en su programación teledirigida y que quien habló fue el humano desde su subalternidad. Un sueño, quizá, pero me gusta suponer que fue así. Y sólo por eso no reporté su mala conducta. ¿Subalternos a mí?


(1) Ana María Fernández (1994) La mujer de la ilusión. Pactos y contratos entre hombres y mujeres, Paidós, Buenos Aires.


(2) José Luis Sampedro (2011) “Somos naturaleza. Poner el dinero como bien supremo nos conduce a la catástrofe”, El País Semanal, No. 1811, domingo 12 de junio de 2011, pp. 28-33.

lunes, 13 de junio de 2011

NO (ME LO) CREO

Abundan los políticos ineptos que no se han percatado de su ineptitud (la cenutriez es impermeable a la experiencia) y como carecen de amistades o seres cercanos que tengan la atención de hacérselos saber, siguen balando sandeces desde cualquier atril que se les ponga enfrente. Tal es el caso del cordero de dios que ahora da por hecho que será presidente.






Presidente de dónde o de qué, me pregunté al reparar en semejante (des) encabezado. ¿Qué papel juega cierto tipo de prensa que toma nota de estas ocurrencias baladíes y da cuenta de ellas como si se tratase de noticias de interés general? ¿A quién le importan los deseos de ese sujeto que por no decir más, bala? ¿No es éste quien ha dicho que el salario mínimo es lo más cercano a una tarejata dorada con la que cualquiera puede ir haciendo su vida más maravillosa? ¿Es este sujeto quien ha comparado su salario mínimo con el paupérrimo ingreso de una pauperizada clase obrera nacional?






Y ahora se le ocurre proclamarse el nuevo presidente de México. ¿Necesitamos un memo más al frente del gobierno de este paisito, que si no se desmorona es porque millones lo mantenenos firme de múltiples maneras? Es evidente que gran parte de la clase política de México sólo se mira delante de su espejo (empañado) narcisita. Ante la evidencia de su ineptitud, deberían optar por quedarse callados o seguir al dedillo el guión que otra mente -menos ofuscada, quiero creer- les redacta.






Si tuvieran un poco de seso (y mucha vergüenza) habrían reparado ya en la denominada 'Primavera árabe', en el movimiento de los jóvenes españoles y de algunas otras latitudes, en las críticas situaciones que viven algunos gobiernos europeos, para ponerse a trabajar y reencauzar la vida pública de este país. sin embargo, como no leen ni se informan ni les importa... Todo esto lo refiero, porque alguna vez existió un dicho que advertía: "cuando veas las barbas de tu vecino mojar..." pero como los políticos de acá suelen ser lampiños (¿sabrán qué significa esa palabra?), no se sienten aludidos. La vida en un tuit no da para dejarse crecer la barba ni el bigote. Ni para pensar, como evidencian los contenidos de muchos de estos brevísimos mensajes.






Lo cierto es que para el 2012 falta aún mucho tiempo (seis meses es una eternidad cuando se pierde el tiempo en leer y/o escuchar ocurrencias del memo en turno) y trece meses pueden parecer un tiempo sin dimensiones, antes de acudir a las urnas a votar ¿por quién? ¿por el cordero de dios? ¿por la izquierda que es todo menos izquierda? ¿por algún otro mesías que prometa la pena capital para secuestradores y violadores cuando también deberían hacerla extensiva -ya que andan radicales- para políticos mentirosos y fraudulentos? ¿Votar a quién y para qué?






A este paisito le sobra indignidad y le falta determinación para sacudirse a estos parásitos que sangran sin fin al erario público. Sigamos resistiendo, paso a paso, panfleto a panfleto, promesa a promesa, ad perpetuam. Así como dicen que el camino al infierno está pavimentado de buenas intenciones, México está repleto de ingenuos teledirigidos, púlpitosedados y seres rebosantes de buena voluntad. Yo, no me lo creo.

jueves, 9 de junio de 2011

UN DÍA SIN INEPTOS

Que se vaya a tomar por el culo quien tuvo la ocurrencia de proponer “un día sin taxi”, para contribuir al ordenamiento vial de FeaXalapa. Que paren los taxis. ¿Me movilizará el susodicho en su auto particular? ¿Viajará en bus el ocurrente? ¿Son los miles de taxis que pululan por la ciudad la causa del tráfico vial?



¿Por qué no mejor “un día sin autos”, salvo taxis y servicio urbano público –que no gratuito-? Si se trata de descongestionar las calles y avenidas de la urbe ruidosa y sucia, hay que proponer y hacer valer medidas más drásticas. Que se bajen del auto quienes no pueden vivir sin él. Sirve que la inepta clase política (sobretodo), se entera del estado de los autobuses, y de la atención y servicio de los choferes: música alta, trato déspota, impresentables muchos de ellos.



Querría ver a milord trajesastreada y en tacones trepada en un bus atestado, con pésima ventilación y en un atasco en hora pico, causado por el exceso de automóviles particulares (no taxis solamente), camino a su trabajo. O mirar a sus achichincles esperar bajo el sol o bajo la lluvia que pase un bus, y que cuando por fin aparezca no se detenga o lo haga en doble fila, y a correr en pos de él, sin alcanzarlo.



Serviría también para que las mentes brillantes de tránsito local, que desde su escritorio diseñan programas viales, caminen cuadras y cuadras en busca de la parada más próxima. A ellos que les encanta suprimir paradas de autobuses, para agilizar el tráfico; espacios que luego se convierten en estacionamientos públicos y obstáculos para la vialidad. De paso, degustarían de las aceras (sucias, hoyadas, okupadas) de esta ciudad fea.



Basta ya de joder al ciudadano más precario que es casi al mismo tiempo el más jodido y el más pendejo, el que anda a pie, en bus o en taxi (cuando puede). La clase política y empresarial no se conforma con tenernos chingados sino que además quieren vernos miserables. Pero ya que andamos en propuestas inteligentes, sensibles, incluyentes, consensuadas y democráticas, propongo “Un día sin políticos”: que no los veamos (chambear tanto por el bien común) ni los escuchemos (tan memos en sus declaraciones) ni cobren. Sirve que también los ineptos tendrían una efeméride que justificara su feriado. Esto sí sería justicia social.

sábado, 28 de mayo de 2011

FACEBOOK, OTRA VEZ

¿Es obligatorio aceptar todas las invitaciones que se reciben para agregar 'nuevos' contactos a la cuenta de Facebook? ¿No existe la posibilidad de que quien administra la cuenta decida a quién acepta y a quién rechaza? ¿Cabe el reclamo o la queja de aquél que no es aceptado?




Mi lista de Facebook no alcanza la centena de personas (ni siquiera llega a setenta)y aún así considero que no debería rebasar los cincuenta. Sospecho que hay algunos colados que pronto borraré. Porque como he referido en otro momento, desde el principio me plantee tener amistades, no contactos. Personas, no estadísticas. Tampoco me interesa estar en ningún ranking de nada ni afear mi Perfil con miles de contactos, que quién sabe en qué momento de mi existencia (real/virtual) podré atender.




La lista, he referido, son apenas sesenta personas y estoy seguro de que la cantidad se dobla si sumo a aquellos que he denegado el acceso o a quienes he borrado de la lista por morosos o por ocupar en vano un lugar en mi espacio. Y abundan aquellos que después de muchos meses de no enviarme un 'hola', se desplayan en mensajes pueriles, quejicas, molestos, en los cuales me reclaman que los haya eliminado (el término acá es importante porque bordea metafóricamente el deseo de la acción).




Con las amistades uno intercambia cotidianamente (no cada que se necesita un favor) saludos, mensajes con palabras que son buenos deseos, notas relevantes, momentos chuscos, pero también las tristezas, los aciertos, los chismecillos y toda una gama de sentimientos que no es posible, para mí, que no soy nativo digital, compartir con miles de contactos que no son sino anónimos con rostro (Perfil), a quienes no les interesa mi devenir cotidiano ni con quienes me obliga nada. Que sea una red no significa que deba ser desmesurada, mema, cenutria, metastásica.




Si en la realidad no soy popular ni amiguero ni socialité ¿por qué habría de serlo en la virtualidad? ¿Qué me ordena o manda aceptar como amigo/a a alguien que en un momento de ociosidad o como parte de una ansiedad metrofílica decide enviarme una solicitud de amistad? ¿Tengo derecho o no, a elegir a mis contactos y de borrarlos cuando guste?




Hasta donde sé, no se penaliza el contacto borrado (tampoco me dan una cuota por eliminarlos). Pero sí gano en espacio y tiempo para compartir/me con quienes gustosamente me han invitado a agregarlos o han aceptado mi propuesta de amistad, no de contacto. Es con esas personas de nombre propio y vida real, con quienes disfruto también al acontencer virtual, no como una obligatoriedad más sino como una prolongación de lo vivido en la cotidianeidad.




Por mí, que la página se expanda para dar cabida al billón de contactos. Que ganen puntos los más populares. Que revienten de envidia los que no logran rebasar el millar de agregados. Que me borren de sus listados quienes no tienen interés en mi persona. Mientras exista la posibilidad de gestionar a quién quiere uno tener en su cuenta, seguiré dándome a través de estos espacios con mis amistades, y mantendré mi cerco para impedir que se me cuelen facebook-adictos que por el momento, no estoy interesado en complacer.




A mis amistades, gracias una vez más, por permitirme formar parte de su virtualidad.




jueves, 26 de mayo de 2011

LA FUNCIÓN DELTA

Casi siempre lo que más nos agrada, culmina pronto. Al menos esa es la sensación que resbala de mis goces cuando me descubro a gusto en un sitio, dentro de un cuerpo, leyendo un libro. Entonces, en la cumbre del goce, me despeño. Precisamente por la caída es que soy consciente del efecto estético.


La función Delta, de Rosa Montero me ha corroborado lo anterior. Durante dos semanas y media me he extraviado en las páginas de esta deliciosa novela para encontrarme en las incongruencias que viven y habitan los personajes, en sus miedos, en sus aspiraciones. He subido de la mano de la narradora hasta el pináculo más alto del placer estético, para derrumbarme en caída libre con el dolor que asiste (sin piedad) a los protagonistas.


Placer en el dolor. Dolor en el gozo. La contradicción nos da cuenta de lo paradójica que es, cuando no absurda, la condición humana.


La vida en sus matices, queriendo asirla con amarras racionalistas o dejándola a la deriva emocional, nos revela que posee sus propias reglas aunque éstas no sean tales. Lo cierto, es que somos los sujetos los que vivimos, los que morimos y quienes la adjetivamos en vano.


La función Delta nos sitúa en la reflexión de la propia existencia. No puedo imaginar ni aventurarme siquiera a qué sabrá esta novela si el lector se halla en su veintena de vida. Tampoco sé (ahora), cómo se recibe a los sesenta o más. Pero en mis treinta y muchos, es una cristal que se hace añicos frente a mis ojos y me hace ver luz ahí donde hay sombras, y me oscurece el paisaje luminoso. La diferencia es el fragmento. El instante. La variación diferencial del ángulo. La función Delta.


No es una novela triste aunque celebra la vida. Tampoco es un relato alegre en tanto que empuja a pensar en la muerte (propia). Pero es un texto que humaniza a quien lo lee, porque devuelve la propia imagen pasando de la trampa que suelen reflejar los espejos. Montero ha conformado una superficie pulida que sí es capaz de revelarnos las imperfecciones.


La novela se disfruta y se padece, se sufre y motiva. Anima. Un pedazo de vida en el papel, para animarnos a asumir la existencia como si fuera real. De carne y huesos.


Montero, R., (1997) La función Delta, Madrid, Debate.

lunes, 23 de mayo de 2011

¿Y EL FIN DEL MUNDO?

Cuando me había hecho a la idea de que al fin este planeta tendría un respiro, sucedió que el mundo no se acabó. Y despertamos al domingo, con los mismos cenutrios de siempre afeándonos el espacio. Porque la fealdad es más fuerte que la muerte y tiene además, sus formas de resistir y prospera.


Me habría gustado que una parte del mundo se hubiera acabado. España no habría tenido que pasar por el deshonor de votar al PP sólo para desquitarse del PSOE. Y con ello situarse del lado de los agoreros, populistas, presentadores de soluciones fáciles, irracionales, inviables. Pero el mundo no se acabó y he ahí los resultados: la deshonra.


La televisión continúa escupiendo su basura y la clase política cobrando del erario público por su ineficacia, saqueando las arcas del Estado sin inmutarse. Las campañas, repitiendo merolicas las mismas mentiras. Idénticos reproches. No hay nada nuevo bajo el mismo sol.


Quienes marcharon siguen descansando sus pies y su voz de la acción de semanas anteriores. La vida conserva su inercia. La tasa de muertos, se mantiene casi constante. La corrupción, inalterable. Y yo sigo acá, con mi rabia volcada en palabras. Con la resistencia en mínimos porque espero, aunque me desborda el cansancio.


La jerarquía eclesiástica mantiene sus anatemas contra los de siempre y el infierno tan prometido y el cielo tan temido, no llegan. Ni llegarán. Sospecho que el mundo es infinito para las medidas de tiempo con que registramos la sucesión temporal, y apenas habrá humano que registre el bajón de la cortina. El mundo no se acabó y la gente sigue reproduciéndose (quizá preventivamente, por si acaso hay una considerable baja en la población) viciosa, ignorante, animalmente. Porque sí. Porque es bonito tener un hijo. Porque así es.


La pobreza se mantiene con su ritmo de crecimiento fluctuante (pero tiende a la alza), a la expectativa de los resultados de las Bolsas: a más puntos ganados, más pobres sumándose a la estadística de la miseria. Los mercados continúan gobernando a los Estados y la sinvergüencería es el valor más cotizado entre las personas. ¿Quién salvará a Libia y a Siria de sus tiranos? ¿Queda aún tiempo para ver prosperar el estado de Palestina?


Si el mundo hubiera concluido su ciclo vital, probablemente seríamos gozosos residuos carbónicos mezclándonos ya con otras partículas más universales y viajando en un espacio y tiempo, que se antoja infinito. El Paraíso. Pero no fue así. Otro sueño roto guardado en mi zurrón.


La humanidad no se merece un desenlace de esta naturaleza: apocalíptica, cristiana, anunciada previo pago por evento. Cientos de miles de años de evolución no pueden concluir con un final indigno. Por eso amanecimos al domingo (y al lunes) con las mismas miserias de siempre y los idénticos sueños de cada día. Si acaso, con el alivio de que no haya sido cierto el augurio del loco. Y en la mente de algunos, tal vez, el compromiso de empezar a vivir dignamente. Quién sabe. A mí haber despertado tras un descanso en compañía, me ha decepcionado. Me habría gustado amanecer infinitamente en otra orilla.

miércoles, 18 de mayo de 2011

¿TIEMPOS MEJORES?

El inquilino de Los Pinos recién se dio cuenta de que el país se tambalea (¿habrá visto la manifestación de españoles en la Puerta del Sol?) y que él es quien lo dirige. De modo que se subió al cargo (metafóricamente, of course) y llamó a los mexicas "a mantener viva la esperanza de construir mejores tiempos” y llamó a poner los cimientos de un mejor país en el ámbito educativo, de salud, económico y de seguridad.


La nota publicada en Milenio Diario, da cuenta de un detalle obviado pero significativo. El señor llama a construir (tiempos mejores, igual que Yuri hace 27 años en el OTI) como si de pronto le hubiese sido revelado que la nación está en ruinas. Ya se sabe que para que algo colapse no se requiere necesariamente de un terremoto o de un bombardeo. Y en el caso del país, se ha ido derrumbando de a poco, bala a bala, muerto a muerto. Pero también a base de recibir mentiras e injusticias por parte de la clase política y económica que vampiriza a la patria (que juran amar).


Como de ilusiones y sueños estoy empachado, que el señor refiera sus intenciones de (re)construir lo que él considere necesita ser repellado, no me desvela. Paciencia es la que acumulo cada día para que llegue la fecha en la que se retire a descansar y a intentar olvidar el oprobio que ha significado su paso por el servicio público (del que sin duda, se ha servido convenientemente).



Y a la par de esa esperanza, cobijo el terror de saber, que al igual que los españolitos, no tenemos opciones inteligentes para la elección federal del año entrante. Pero no creo que acá nos apostemos ¿ante El Ángel? para exigir el cambio de candidatos, de partidos, de mentiras recicladas en verdades que sirven a los intereses de pocos. La profundización de la democracia, piden en la Península saqueada y harta. Yo pediría la demolición del sistema político y una construcción significativa en la que participaran quienes saben, quienes tienen experiencia en este tipo de situaciones, quienes de verdad tienen vocación de servicio.

Ya sé que no me conformo con estar jodido, sino que encima, loco. Pero me gustaría un cambio radical (de raíz) que siente las bases pero también los mecanismos (y las metodologías) para edificar una sociedad curada, restituida de sus injusticias, desmemoriada a fuer de televisión y feriados sin fin. Lavada de tanta indignidad causada por una pobreza material pero también intelectual, circunstancial pero también fruto de la pereza y la ignorancia. Injusta, en todo caso.



Si el señor de Los Pinos, quiere ser recordado (le entró la obsesión por ser héroe, en plena posmodernidad que pasa de los mismos) que se vaya con dignidad ya mismo. Nos acortaría un año la espera de una movilización auténtica que posibilite la construcción del país. Y yo le garantizo, un sitio especial en mi recuerdo. Resisto porque espero, pero a veces, sólo a veces, dan ganas de no aguardar más. A mí los sueños de heroicidad no me molan, en todo caso, me joden.

domingo, 8 de mayo de 2011

RESISTO PORQUE ESPERO

La marcha llegó al punto final del recorrido. Y Sicilia ha mencionado en el zócalo de la Ciudad de México, y a lo largo de su peregrinación (laica), algunos aspectos que en diferentes entradas de este blog, he escrito y huelga decir, que quienes las conocen, me han criticado por ello. Ante una situación así: la indiferencia.








Ahora me sorprende (es un decir) que algunos de estos se sientan 'iluminados' por las palabras del poeta, como si éstas hubieran descendido desde un Olimpo a sus mortales oídos para sacudirlos y hacerles ver, esa realidad que antes les parecía una nebulosa, y ahora gracias al mesías, lo ven todo como en un espejo (real). Necios, suelo decir, abundan. Y contra ello, paciencia o huida.








Sicilia ha leído los nombres de las víctimas de esta guerra insulsa del inquilino de Los Pinos contra el narcotráfico. Lo celebro, nombrarlos es una manera de honrar su memoria. Hace algunos meses referí que, una forma de justicia (siempre incompleta, ergo, injusta) sería la edificiación de un monumento en el cual yazcan los nombres estos cuerpos devenidos en cifras y en olvido. Estadística deshumanizada que es apenas ahora cuando acuña un matiz humano. Nominalista, me llamaron por expresar mi pensamiento.








El poeta ha pedido que se larguen todos quienes estorban. Ha dicho que se vaya calderón. Llevo mucho tiempo escribiendo en esta tribuna que cualquiera que se dirija a ese sujeto enfermo de (no) poder lo legitima. No es a ese seudo destinatario con quien se debe hablar, sino con el senado y los diputados que han sido cómplices de esta acción fallida de pronto descubierta como sanguinaria, inútil, cara, excesiva y deshumanizante. Es a esa clase política cancerosa a quien hay que dirigir la consigna expresada en la Argentina (y en otras partes del mundo donde el pueblo despierta y decide sacudirse la sarna política y empresarial): "que se larguen todos".








Urge echar fuera del erario público, de la vida social y política, de la economía desasangrada de este país, a quienes vampirizan a la sociedad y la empantanan más en esta miseria endulcorada con telenovelas, talk shows y futbol. Sólo cuando la clase media se sintió 'tocada' por esta situación sangrienta ha empezado a reaccionar. Peor habría sido que no despertara de su letargo. Pero falta (faltan) más.








Una ignominia es este teatro de sangre y balas, de represión y barbarie disfrazado de seguridad. No sé cómo es que ahora estos manifestantes se llaman cansados, sorprendidos, 'hasta la madre' después de 40 mil muertos (peor habría sido esperar unas centenas más, es cierto) cuando desde los primeros muertos se vio que en esta lucha no había ni estrategia ni sentido común. Fue evidente que este señor armó su guerra para legitimarse en el poder, lo cual afortunadamente no logrará y cuya frustración le acompañará a la par de su pensión vitalicia por haber matado (hasta ahora) al 0.04% de la población mexicana. Y a la que sigue viva, envileciéndola al llamarla cómplice de asesinos sino se baila el son que el señor quiere.








Ojalá la masa indignada (seguramente ya leyó el texto Indignaos de Stephane Hessel) prolongue su 'enchilamiento' hasta mañana, y más allá de la euforia del 10 de mayo y se mantenga en sus reclamos, porque suele pasar que el grito de hoy, es silencio mañana. O peor aún, deviene reproche contra quienes no gritaron in situ junto a ellos.








Yo seguiré escribiendo para aligerar mi impotencia cotidiana contra la maquinaria del poder, que pese a su obsesión por controlarlo todo, aún no me descubre e ignora que resisto (existo). Que los pies, las manos y las gargantas de quienes se han manifestado (ojalá fueran millones para convocar a lecciones adelantadas) descansen, para que recuperada su energía, mantengan su rabia encendida, porque la mía, es incombustible.

miércoles, 4 de mayo de 2011

SE BUSCA PRESIDENTE CON CAPACIDAD DE CONVOCATORIA

El inquilino de Los Pinos ¿contraataca? El que se largó al vaticano como jefe de estado (deplorable) y pidió a nombre de los mexicanos (ni de las mexicanas, supongo; ni en el mío, desde luego) al papa sátrapa que visite la patria necesitada de consuelo. El que se embarcó y embarrancó a un pueblo en su absurda lucha contra el narcotráfico. El que tiene que hacerse un hueco en el intermedio de un partido de futbol nacional para aspirar a ser atendido. El que repite merolico 'basta ya', se finge mustio y pide la colaboración de todos.




¿Yo lo mandé a desenvainar la espada y a jugar a quijote en tiempos de la Internet? ¿Me consultó a mí, ciudadano, vía diputados y/o representantes legales, antes de emprender esta masacre que no tiene fin? ¿Yo lo conminé con mi voto -o sin él- a sacrificar a tantos y tantas por los que ni siquiera es capaz de dolerse, que no orar, que sus ruegos tienen a todos sin preocupaciones?




El señor de la banda tricolor en su desesperación (es un decir) por legitimar y para legitimarse (oh, su gran dolencia) apela ahora al pueblo bajo el chantaje vil de que esta guerra es de todos. Yo mientras pueda, diré, que mía no es. Habiendo tantas estrategias para combatir las drogas eligió la más cara -sensu estrictu- y también la más inútil. Ya que andaba de catoliquero hubiera pedido el milagro de limpiar el país de tanto sátrapa; seguro que la patria estaría acéfala ahora mismo. Pero ni el beatificado es milagroso ni el penitente es tal.




A mí el cuento de la seguridad me ofende. Suele pasar que detrás de la palabreja, se escondan formas de exclusión, marginación, injusticia y demás, que no son visibilizadas (ni denunciadas, menos aún reparadas). Debió apostar por la educación -integral, no pactos patito), el empleo remunerado (si se endeudó a lo tonto, pudo hacerlo en nombre de una causa justa), la eliminación de privilegios a la parásita clase empresarial y política (hay excepciones en ambos bandos, desde luego). Pero apostó por la que pensó (¿?) le daría renombre y haría volver arrepentidos a sus plantas a quienes no lo votaron.




Y le falló al señor. Y le seguriá fallando porque además de voluntad necesitaba (le urge) inteligencia, prudencia y sensibilidad. Para que la droga no llegue a tus hijos, reza el spot "oficialero"; cuando la droga no viene, la mayoría va a ella. El discurso de que ésta llega es más dogma que realidad.




Por qué el señor no se pone a leer, a reflexionar, a pensar antes de aparecer ante la televisión e incordiarnos con sus discursos huecos que con un mínimo de conocimientos de semiótica, uno no se cree. Entre las faramallas del señor y sus palabras (las que lee, se entiende) media un Golfo de México. Afortunadamente él se lo cree. El mismo que felicitó a Piñeira por rescatar a sus mineros y que deja morir a los de su patria. El que promueve el paisito por fuera, y lo destruye por y desde adentro. El que no se cree aún el cargo y está harto de la performance institucional que no convence.




Tengo la certeza de que si supiera quién no votó por él, ya lo habría desaparecido de este mundo, tal es la inquina que este señor tiene contra quienes no apostamos por él ni creemos en su figura, palabras ni acciones. Debe ser jodido vivir sabiendo que más de la mitad del país que des-gobierna, ni se inmuta por conocer si el señor duerme o sueña. Después de todo, él vive en un México muy distinto al que habitan bastantes, al que habito yo. En el mío, su guerra, no son mis guerras.

lunes, 2 de mayo de 2011

LA VIDA DESPUÉS DE BIN LADEN

¿Es el mundo un sitio más seguro tras la muerte de Osaba Bin Laden? ¿Se justifica el regocijo de muchos devenido en fiesta patriotera? ¿La euforia de la muerte violenta de este sujeto restituye la dignidad a las víctimas de los atentados mandados a hacer por el difunto? ¿El carnaval en lugar del duelo, dignifica la memoria de quienes ayer lloraron y hoy saltan jubilosos?




Me parece que el festejo desmedido, independientemente de las múltiples razones que puedan existir para celebrar, es un señuelo para quienes, sumidos en su pena, pueden interpretar este gozo como una afrenta a su muerto. Después de todos, Bin Laden era una persona (con todo y su proceder cuestionable) y su muerte es digna de ser llorada por algunos. Pero es común, que seres triunfalistas, den cabida a emociones que una vez agotadas no han enriquecido ni aliviado el ánimo. Pasada la euforia, la resaca revelará, que diez años después del 11-S, los muertos siguen estando muertos, y lo perdido, perdido está para siempre.




El carnaval avivado desde altas esferas políticas es mera llamarada de petate: incluso brincan de gusto seres que no tienen vela en el entierro, tal es la memez de bastantes. Y cuando el combustible cese, descubrirán que la vida, el mundo, en realidad no habrá cambiado mucho. Quizá un poco ellos, que en su euforia habrán dado salida a sus represiones, pesares, deseos de venganza (que no de justicia), desquite, revancha. Más allá de ello, la pátina existencial sigue cubriendo el día a día de este mundo de suyo convulsionado.




Vender la idea que tras la muerte de Bin Laden el mundo será más seguro, es como regar con agua reciclada un jardín de flores de plástico. Ni las absurdas, invasivas y abrumadoras medidas de seguridad de aeropuertos, embajadas y otros sitios serán eliminadas ni bajarán la guardia. Y para tener el control (el miedo) de la población, surgirá otro 'malo' a cual atacar, otro enemigo dañino en potencia y que merece ser destruido.




La construcción de un otro hostil, permite que quien tiene el poder lo conserve y manipule a voluntad, el miedo de sus gobernados, tal es la lógica de las sociedades contemporáneas, aniñadas, zozobrantes, pusilánimes, artríticas. Demandan al ogro que los cuide de otros más malos, sólo porque han oído que los hay peores que el que los tiene cautivos.




No me sumo a la celebración de la muerte de Bin Laden, en su calidad de persona, merece más honra que la de un muerto exhumado para ser exhibido y captar almas/euros. Qué pena que la muerte violenta de un sujeto, sea motivo de júbilo para quienes no han sabido asimilar el dolor, la pena, la derrota; sin perdón, no puede haber descanso. La guerra, creo yo, continúa.


viernes, 29 de abril de 2011

EL BEATO DEL MAL





En la imagen vemos a un hombre que parece decir "estoy hasta la madre". Una suerte de 'basta ya' que nace desde la honda oscuridad de su alma. Pero conociendo la naturaleza del difunto papa, bien pudo haberse estado durmiendo mientras alguien más daba cuenta de la homilía en turno.





Porque con este tipo de seres, nunca se sabe. También podía estar pensando en la cantidad de dinero que el vaticano estaba invirtiendo para callar (que no en hacer justicia) los crímenes de pederastia que su santo redil venía cometiendo bajo su reinado enfermo. Su gesto acusa, quizás, la buena nueva de su favorito entre los favoritos, la bestia maciel: "otra vez con ese cabrón misericordioso que no dejan descansar".





Porque ahora sabemos (los que queremos saber, of course), que el eminente beato, siempre estuvo enterado de los desmanes del legionario mayor y ni un pío. Claro, no se puede piar (sino de gusto) al recibir los dineros de la patológica orden de la bestia. Y así, felices todos. Los niños y las niñas víctimas de abuso, pueden esperar su turno, podría estar pensando en el momento de la foto.






Lo que a mí me asombra no es el circo mediático que el papa cirquero sigue convocando y transformando en cifras. Lo mejor que le pudo pasar después de su muerte, ha sido este rating postmortem. Cada quien aplaude el chou que desea. Lo que mi limitada capacidad cerebral no acomoda es cómo no existe, en toda la parafernalia que envuelve a este sujeto, ni un ápice de auto/crítica respecto a los fallos que cometió durante su pontificado. El primero de ellos haber llegado al papado (con todo el resentimiento que tenía al comunismo), y la otra, no haber muerto baja la bala del turco (de la que se hubiera librado el mundo hace 30 años). Pero prefirió sobrevivir para ver su decadencia, y escuchar (que se haya hecho sordo es su problema) los crímenes de sus bienamados siervos debió haber sido terrible.





Esto cuando se es congruente. Si hubiera sido honrado, pozos le hubieran hecho falta para arrojarse a ellos. Pero como el chou debe seguir, la aplanadora mediática pasó por encima del vaticano II, las supuestas enseñanzas de cristo, el cacareado amor al prójimo, la odiada teología de la liberación y triunfó (¿?) la sinrazón catoliquera que hoy se aviva para saludarr a su nuevo beato. De tal infamia da cuenta la segunda fotografía.




Insisto, cada quien aplaude el chou que quiere celebrar. Yo me uno al dolor de quienes ven en este circo, el triunfo del mal, camuflado de bien. La injusticia pura. Y repito con el crucificado: Perdónalos, porque no [claro que sí] saben lo que hacen. Que se hagan pendejos, es cosa suya. En todo caso, un milagro más, del papa cirquero. Amén.

miércoles, 27 de abril de 2011

DE MAGIAS Y DE SUEÑOS ROTOS.

La semana in-santa por fin pasó y ha quedado una larga cruda en el ambiente político en este paisito, que si no se cae, es porque está bien agarrao de las enaguas de Tonatzin. Qué afortunados somos quienes lo habitamos.




La novedad local es que no hay novedades, milord logró montar su playa (lo que es no conocer el mar) en la periferia de su cada vez más feaxalapa, alegando que pasaba (esa expresión la empleo yo, no el susodicho) de las críticas (por el costo de su alberca made in China y por el desperdicio de agua en pleno estiaje y tandeo) a cambio de la sonrisa de la gente.




Más cenutria ¡imposible! Debió ser un niño feliz mirando la bolsa de frituras que en los ochentas lucía una carita sonriente, y que invitaba a los memos a probar más de una. ¡Sobres! debió haber dicho y segurito que ahí le nació su vocación de servirse de los demás. Porque en aras de afear a la ciudad, desaloja un mercado y lo pone en venta (arrendamiento o regala, que viniendo de ella, lo espero todo -huelga decir que cuando refiero todo, quiero decir nada). Supongo que por muy alcalde devenido mujercita que se sea, no se puede obrar a voluntad, que a veces no es sino visceralidad desaforada.




Mientras, la ciudad sigue estando sucia, fea, ruidosa, atascada de autos y de vendedores ambulantes y sin esperanza ni consuelo. Si al menos tuviéramos palmeras de colores, que es el atractivo grotesco de Tuxpan. ¡Sí! Un verdadero reino lesbigay: cromatismo, luz (brillan en la noche) y la diversidad presente en el suelo huasteco. Nada de que concurso de fachadas y balcones. No, los tuxpeños se aplicaron y convirtieron su patria, en un arcoiris tropical. Con razón milady se solaza por aquellos lares de vez en vez.




Y eso que no se propusieron un belloTuxpan, quizá porque saben que lo que es feo, feo es. En este caso no aplica la performatividad que experimenta cada día milord, obrando el milagro de pasar de alcalde a mujercita trajesastreada. Si nomás le falta una pamela para confundirla con la Kate londinense, tal es el milagro de su transformación (en fuga).




La proximidad de la beatificación del papa cirquero, dispara los milagros como balas el desgobierno azul desde el exterior, que es desde donde México, se ve más bonito. Ojalá un día de estos, el alcalde devenido mujercita no nos vaya a desaparecer la ciudad o nos la convierta de verdad en Bella/Xalapa, aunque ella siga siendo, por siempre, La Bestia. Todo puede pasar en fantasilandia. Menos, que yo le crea.

sábado, 23 de abril de 2011

LA VIDA FRAGMENTADA O LA PLENITUD 'A CACHOS'

“No conservamos una forma completa de los otros, con el tiempo. Conservamos fragmentos que valdrán por el todo. Cada vez menos. Cada vez los más metafóricos. Cada vez los pocos y exactos que habrán de recordarnos que felices no fuimos, pero que en verdad lo intentamos”. Lo anterior es un manifiesto puro de lo que podría denominarse pesimismo optimista u optimismo sombrío.



Una declaración de guerra a la poesía: no más metáfora, bienvenida sea la metonimia. Nunca más la totalidad de la unidad sino el fragmento disperso, la esquirla, la pedacería dando cuenta de la existencia (anterior) de un todo. Ahí donde hay una parte, existe unidad.



Esta fragmentación unificada es lo que rescato de la lectura de La balada de los bandoleros baladíes de Daniel Ferreira. El colombiano sabe lo que escribe cuando emplea la digresión narrativa para dar cuenta de sujetos rotos –fragmentados- por la guerrilla, el narco y lo que se acumula ya en la sociedad colombiana tras décadas de violencia.



En la novela de Ferreira no solamente está cortada la historia, también carecen de completud los personajes (cojean), sus voces (problemas de habla), sus cuerpos todos (monstruosos, idiotas, deformados/transformados y despiezados). La unidad del sujeto, como la del relato y la de la voz narrativa están suspendidas ya para siempre en un universo que consigue su coherencia en la ilógica de su existencia. Una entropía textual que habla de un (pretendido) orden anterior al tiempo y espacio de lo narrado.



Mantener la unidad, es un deseo inútil del que pasan los personajes de esta novela cuya atmósfera, violenta las certezas de quienes hemos vivido en otro tipo de incertidumbres: “desde los diez años estoy dándole al mundo y no soy capaz de desbaratarlo”, confiesa un personaje sin amargura ni pena, si acaso con el deseo de continuar en resistencia.



Hace un par de años, un interlocutor antioqueño me decía, que lo que vivimos en México, es agua pasada en Colombia. Que lo peor estaba por venir. No sé qué significa ‘lo peor’, pero mientras uno se adentra en las páginas de Ferreira el asombro crece y la barbaridad del fragmento anterior es superada por el siguiente y así acontece sucesivamente hasta engarzar un salterio de avemarías descontinuadas y no por ello, menos amargas y dolorosas.



La realidad mexicana se antoja des/dibujada en el relato del colombiano y quizá por eso también sacude más allá de los límites del texto. Las páginas de los diarios no han mostrado aún (¿todo?) el horror que atrae aparejado consigo el poder y la ignorancia, que de eso se trata cuando se habla de narcotráfico, estado fallido, corrupción y ‘daños colaterales’, por ser breve.



Y sin embargo, queda a quien lee la tarea de resignificar la obra como una invitación a la resistencia o a la esperanza. O a ambas. El narrador tiene la sutil generosidad de advertirnos: “aquél que tenga supersticiones y no tenga un método para contrarrestarlas estará perdido”. Unidad en el fragmento, humanidad en la barbarie, confianza en la sinrazón, son apenas islotes de una pangea simbólica que nos permiten habitar (vivir es una pretensión) los linderos del precipicio. Y en estas palabras no existe asomo de malagüerismo. Lo juro.



Daniel Ferreira (2011) La balada de los bandoleros baladíes, Universidad Veracruzana, Xalapa, Veracruz.