viernes, 1 de julio de 2011

QUIÉRANME O LOS CONVIERTO EN DAÑO COLATERAL

El inquilino de los Pinos está out. Quizá siempre lo estuvo pero ahora es más consciente de que se va y afortunadamente, no volverá. Sus declaraciones durante los últimos días de junio, dan cuenta de su desesperación (de atraer el afecto de la ciudadanía) y de su pésima manera de intentar conectar con la gente.



Su soberbia (contra la que no tengo nada qué decir) le enceguece (más, qué se le hace), lo cual lo muestra más cercano a un títere que un tirano. Claro, no se lo diré, no sea que me ocurra como al periodista norteamericano que fue enviado al lobby del desempleo por llamar capullo a su santidad Obama I. Acá decirle tirano a quien desgobierna, puede asumirse, muchas veces, como un halago.



Volviendo al asunto, de todas las ocurrencias que ha manifestado el susodicho, la que más me ha calado fue aquella en donde ordena (manda, dictamina, edicta) indignarse por el dolor que produce la caída de las víctimas (de esa guerra estúpida como absurda, que él se creó). Por supuesto que no lo refirió así, le falta talento y le sobran caracteres para manifestarlo en un tuit.


Lo que me causó escozor fue su hipocresía elevada al rango de guion telenovelero (¿Yo indignao?), para hacer creer (¿a quién?) que él es un sujeto que sufre y se solidariza con el dolor de bastantes. O sea, que necesitó más de cuarenta mil muertos para descubrir que su corazón no es (tan) azul y que también siente. Si hasta creí, al leer semejantes palabras, que se trataba de declaraciones papales. Recuérdese que en el vaticano se celebra la muerte de millones, y se llora y se entroniza a un papa pro pederasta.



Ahora que se acerca la hora de que se largue, se asume (¿quién le cree?) un tipo comprensivo, lastimado, incomprendido, el verdadero cristo doliente que carga con los pecados de los y las mexicas. Que le hagan un nicho y a pasar de página. Que no me trago sus cuentos ni sus logros ni nada, para ser congruente con mi tirria manifestada desde el principio, cuando se hizo con el poder a la mala.



¿Qué costaba repetir las elecciones? Igual o más caro ha salido mantener este simulacro de democracia, que en aras de legitimar su torcedura, ha convocado a una de las jornadas sangrientas más largas de las que se tenga memoria (excluyendo la Conquista y la posterior enajenación –o sea, evangelización– padecida). Ya es tarde incluso para nombrar a tanto cuerpo. Así lo creo, ya que por no creer, a veces, sólo a veces, no creo en nada. Pero que me quieran ver la cara de selembo, me indigna, me caga.

No hay comentarios.: