domingo, 31 de julio de 2011

VIDA Y LETRAS

A un 'teatrero' poeta.






Sienta bien en un domingo de lluvia, toparse en una sala de chat de alguna red social con alguien que tiene temas de conversación y fluidez en sus diálogos. Nada más grotesco y decepcionante, y desafortunadamente en aumento, que coincidir con sujetos que han claudicado ante la tuiterización de un mundo que ya de suyo, era tacaño a la hora de expresarse. De este modo, encontrarse con un interlocutor competente, es una celebración de la palabra, que es como decir, la celebración de lo humano.



Suelo utilizar la Internet para leer entradas de blog; me gusta dejarme sorprender por aquellos espacios donde la palabra es el pretexto para decir o manifestar un sentimiento o un punto de vista. Los prefiero sin imágenes y sí con contenidos que provoquen, me interpelen, me seduzcan. A mí me gusta que los textos me enganchen.



De ahí que opte por los blogs antes que por las salas de chat plagadas de internautas monosilábicos, monotemáticos y monocromáticos: a mí lo uniforme no me va. Por ello, que este día haya coincidido con un interlocutor además de joven, sensato, prudente, con facilidad de expresión es motivo de gozo. Si a los adultos cada vez más se les dificulta expresarse con propiedad, conversar sin valerse de clichés, muletillas y poses, manifestar asombro ante el poema o la obra de arte en general, mayor es la dificultad (y de ahí la sospresa) para toparse con un joven con ideas críticas.



Una feria del libro, de la índole que sea, no tiene tantos adeptos como una premier de cine: la imagen prima sobre la letra/palabra. La simultaneidad del icono no puede competir contra la linealidad del texto. Y quienes se decantan por lo primero despreciando lo segundo, suelen no darse cuenta de la castración que se hacen a sí mismos al privarse de otras maneras de apropiarse de la realidad. Parece que sólo lo inmediato vale, como si la humanidad debiese poco a la alfabetización.



Sigue lloviendo y afuera algunos transeúntes audaces esquivan los goterones que salpican sus cuerpos. Yo me repliego en la lectura de un texto. En este pequeño paraíso me sobran motivos para celebrar a la vida. En resistencia si cabe, pero vida.

jueves, 28 de julio de 2011

EL PEZ DORADO

¿Cuál es el peso de la presencia (o ausencia) del nombre propio? ¿Cabe hacerse la pregunta si la identidad es un acto romántico o subversivo? ¿Hay lugar para la identidad en un mundo fragmentado? ¿Cómo nombrar lo aparentemente innombrable? Le Clèzio trasluce estas y otras interrogantes a lo largo de las 229 páginas que conforman El pez dorado.


La historia de Laila (de alguna manera habría que nombrarla) es también la historia de muchas personas que se encuentran fuera de lugar, deslocalizadas, carentes de raíces (a no ser las de la memoria) que les permitan el arraigo: orfandad nómade que no obstante, resiste.


De la mano de Laila, la Noche, el lector se aventura en el recorrido ancestral de la inmigración. Desde África hasta Europa, de Europa a Norteamérica, de América al norte del continente negro otra vez, sin más equipaje que el hambre y el anhelo de hallar un lugar dónde poder asentarse o descansar el alma al menos: “Y pensaba que en el mundo no había ningún lugar para mí, que fuera donde fuera me dirían que ése no era mi país, que tendría que pensar en irme a otra parte” (:192).


De la historia de los deslazamientos forzados dan cuenta las estrías que luce el planeta cuando se le mira desde el espacio o a través de páginas como éstas; miríadas de huellas dejadas al paso, ora presuroso, ora lastimero de quienes buscan una vida digna de ser vivida. Un nombre.


“Nadie me había hecho nunca un regalo así, un apellido y una identidad” (:166). Confiesa una Laila conmovida cuando recibe el pasaporte que le permitirá no solamente viajar de un continente a otro, sino de afuera hacia al interior de sí misma. Empezar a encontrarse, ser ella.


¿Puede el pez sacado del agua dulce prosperar en otras aguas que intentan imitar las condiciones del hábitat natural? Laila, pececillo negro, demuestra que sí es posible sobrevivir pero pagando un coste de sangre y lágrimas, siempre al asedio de los depredadores.


Pero si Laila consigue completar el círculo es porque a diferencia de otros, alimenta su cuerpo y su espíritu con lecturas y con música. Con muchos libros y bastantes melodías, regalándolos instantes de esperanza en mitad del desierto o en las chabolas junto a los vertedores, en la errancia nocturna y en el escondrijo, en la entrada del metro parisino y en las avenidas californianas.


El pez dorado brilla no por su condición de oro, sino porque consigue alcanzar el estanque primario del que ha surgido, sólo para emprender nuevamente el difícil viaje de regreso al mar. El nombre propio es sólo el principio de la aventura.


Le Clèzio, J.M.G., (2009) El pez dorado, México, Tusquets.

EL ARDOR DE LA SANGRE

La búsqueda del amor, del auténtico amor, parece ser el leitmotiv que articula esta novela de Irène Némirovsky. Estructurada de la misma manera en que se recuerda, los fragmentos de memoria van conformando el ser y sentir de los personajes para desvelarnos que su parecer dista mucho de sus verdaderos deseos.


El narrador vuelca su memoria al interior de un pozo y cubo a cubo va rescatando para el lector, una serie de datos y detalles que le permiten descubrir las actuaciones –sensu strictu– de los personajes. Asistir en primera fila al acto performativo que experimentan a causa del amor.


O a esa fiebre que muchos confunden con el enamoramiento. De ahí que el narrador nos advierta: no cualquier arrebato del cuerpo o del espíritu es digno de ser nombrado amor, si no “le pones la máscara del amor a la primera cara vulgar que se te presenta” (:57). Y entonces, está servida la desdicha.


Porque la novela de Némirovsky está hecha de infortunios y desencuentros, de momentos de felicidad que se empañan con el vaho de la culpa y la embriaguez del recuerdo, confirmando aquello que muchas veces se afirma: todo tiempo pasado fue mejor. La vida suspendida en el anhelo.


El ardor de la sangre es la pulsión que arroja a los cuerpos al abismo en busca de espacio para prosperar en y para el deseo; impulso restringido no solamente por los límites geográficos sino como ocurre muchas veces, por el cerco de una moral que suele venirle chica a quienes aman y desean. Lo refiere el protagonista con un dejo de melancolía: “la carne se conforma con poco. Pero el corazón es insaciable; el corazón necesita amar, desesperarse, arder en cualquier fuego…” (:144).


Paradójicamente, al concluir la lectura de la novela, el lector se encuentra con que las brasas encendidas al inicio, no hacen sino empezar su tarea de arder.

Némirovsky, Irène (2007) El ardor de la sangre, Barcelona, Salamandra.

jueves, 21 de julio de 2011

TRANSFORMERS 4: LA (VERDADERA) PELÍCULA

Me lo dijo un pajarito: ¿de cuánto será el porcentaje que las agencias automotrices darán a la alcalda por cada auto vendido a partir del mes próximo cuando se echen a andar los impopulares programas “Un día sin taxi” y “Un día sin autobús”? No puedo pensar en otra cosa ante el despojo que por enésima vez se hace a la ciudadanía xalapeña, quiero decir, a los más jodidos cuando se les disminuyan las posibilidades de transportarse dentro (y por los alrededores) de la ciudad. Y con todo, querrán un auto. Otra realidad será que se lo puedan comprar. O quizá sí.



Porque la verdadera ciudadanía, es aquella que no sufrirá ni un ápice la disminución de taxis ni de buses para aligerar el tráfico de la ciudad. Antes bien, se hallará con más espacios disponibles para estacionarse en doble fila y en lugares no permitidos, entorpeciendo así, el de por sí lento tráfico en las calles de la ciudad.



“Le sentará bien a Xalapa” dice la barona de la ciudad en un magazine escrito ex profeso para él/la, donde el día de ayer aparecieron tres o cuatro notas dando cuenta de la bondad, laboriosidad e inteligencia del alcalde trajesastreado devenido mujercita en beneficio de sus gobernados y gobernadas, que es incluyenta.



Cree la inepta, que sus programas solucionarán las congestiones en las vialidades de la ciudad. Si hubiera sido minúsculamente prudente (que no lista), se habría dado cuenta de que el conflicto no lo ocasiona únicamente el transporte público como sí lo agrava el servicio particular (cifras, las hay). Mientras las ciudades con gobernantes inteligentes y ciudadanos conscientes apuestan por el uso de la bicicleta, la reducción del uso del automóvil, en la capital se priva a una parte de la ciudadanía del transporte colectivo, que de suyo es pésimo, inconstante, caótico, estresante y caro, en tanto que no se corresponde costo con calidad del servicio.



Pero eso le tiene sin cuidado a la transformer, él/la piensa que como pudo performarse en menos de lo que cae un voto a la urna, la ciudad sufrirá también esa modificación, pasando de Xalapa fea, ruidosa, sucia, desordenada a la cenicienta bellaXalapa que es el máximo sueño de la barona. Nada más absurdo.



En los municipios con alta densidad poblacional y en consecuencia, también con serios problemas con la vialidad, se está actuando de manera distinta, pero claro, allá no se tienen pretensiones clavadas en el inconsciente de quien no pudiendo ser lo que desea ser, se contenta (es un decir) con simular parecer lo que deja votos, y seguro, dividendos económicos. Es posible.



¿Cómo se explica la autorización de centros comerciales en zonas no habilitadas para ello? ¿Cómo se justifica la creación de antros ruidosos en los que no hay el mínimo número cajones para estacionamiento –quién llega al antro en un autobús del servicio urbano-ni cotos para el uso de espacio público? ¿Quién controla el ruido en esta ciudad? ¿Es así como se promueve turísticamente al ayuntamiento?



Xalapa cada vez es más fea como pretenciosa. Vulgar. Sucia. No solamente porque quienes la habitamos, compartimos espacialidad y temporalidad con sujetos con pésimo educación cívica y medioambiental, semialfabetizada y embrutecida por el ruido, sino también porque probablemente tenemos la peor gobernanza del estado. ¿Se merece la capital una realidad así? ¿En qué pensaban quienes votaron esta forma de gobierno?



Por puntadas no paramos. Por eso yo reitero la aplicación del “Un día sin políticos”, y si funciona, que se extienda por más tiempo: quien no sirva, que se vaya y que no regrese. Pero entre el ruído, mi reclamo se pierde. En cambio, se premia la estupidez. Ineptitud debería ser el lema de este gobierno municipal que se caracteriza por su arterosclerosis y un revanchismo que no deja a inconforme con cabeza (¿yo desaparecido?). A merced de ocurrencias de la barona (y si no son suyas, ¿por qué las secunda?), la delincuencia compite con la imbecilidad gubernamental, la basura y el caos.



Por una ciudad sin tránsito, reza el selembo lema. Sin tránsito significa que no existe movimiento ¿no es precisamente la lenta circulación lo que se quiere combatir? Esto prueba que donde no transita nada, o poquito, es en la cabecita de la transformer, que pudo cambiarse de él a ella, pero no a sí misma. Fatalidad performera en la que resultamos (más) jodidos, los que ya estábamos así.


PD ¿Y los/las desaparecidos/as?

lunes, 4 de julio de 2011

RUIDO, SORDERA, CENUTRIEZ

La cantidad de ruido que uno puede soportar sin que le moleste está en proporción inversa a su capacidad mental.




Schopenhauer













Impotencia y rabia. No importa el orden en que los refiera. El ruido devenido atmósfera cotidiana me jode por igual, y me revela impotente y furioso contra quienes no entienden que el ruido es una manifestación de barbarie.





¿Hasta cuándo la autoridad municipal considerará prioridad la salud física, psicológica y emocional de la ciudadanía? Refiero lo anterior porque se torna insufrible el ruido que emiten los conductores de taxi y del servicio urbano de la ciudad. ¿Existe ley que defienda al usuario contra la pedantería de muchos de ellos? Porque solicitarles que disminuyan el volumen de sus reproductores de música es exponerse al insulto, la grosería, la bestialidad que distingue a bastantes de ellos y ellas, que en eso, hay paridad.






A esta barbarie in crescendo, se suma la de antros 'emergentes' y fiestas 'privadas' que surgen, sobre todo, los fines de semana, la de los negocios 'particulares' y otros más que emiten tal cantidad de ruido aun pasada la medianoche, sin que exista autoridad competente capaz de frenar el abuso ni capacidad neuronal para autoregular los rugidos emitidos a deshoras. Es como si el ruido fuera parte del paisaje y hubiera que adaptarse a él o encerrarse en casa con paredes insonorizadas o hacerse sordo o desaparecer.





¿Es lo de hoy vivir así? ¿Se importó de Madrid, la ciudad más ruidosa del mundo, el modelo de decibelios ensordecedores? ¿Debo como ciudadano hacer 'oídos sordos' a esa contaminación auditiva que no cesa? ¿Qué se necesita hacer para que quienes contaminan acústicamente modifiquen su incivilidad? Si tanto les gusta el ruido ¿por qué no se fijan los audífonos en sus orejas y se revientan los tímpanos estrepitosamente en un acto de egolatría acústica, irreversible?






En otras latitudes se ha legislado al respecto. Aquí, ¿cuándo ocurrirá?. Antes bien parece que se incentiva el tsunami ensordecedor. Y una ola ruidosa que antes formaba parte del ambiente antrero y de las cantinas, ahora se propaga, cual onda radiactiva, y se ha colado e instalado en restaurantes y cafés (he dejado de frecuentar decenas de ellos por su barbarie estruendosa que se interpreta como glam, chic, in y no como la bestialidad que en realidad es) impidiendo la charla amena y obligando a platicar a gritos para aspirar a ser escuchado. Incluso, los pretendidos grupos que tocan ‘música viva’ no son sino fuentes emisoras de ruido, graznidos que aspiran a ser canciones y que son celebradas por una multitud tan sorda como carente de gusto musical. Lo segundo es subjetivo, lo primero un problema de salud pública.





El ruido además de destrozar los oídos favorece el embrutecimiento de la gente. No lo digo yo, hay que leer los informes de las OMS respecto a la epidemia de sordos que pululan junto a la manada de obesos (la otra epidemia). La bruticie reina por doquier y no existe tapón industrial que consiga aislarme de semejante radiación acústica. Parece que no existe remedio que no sea la resignación, el encierro o la sordera prematura.






No entiendo que ya que se apuesta por bellaXalapa (un proyecto que carece de coordinación y sentido) la autoridad no se percate de que la armonía -que no el silencio- es también una manera de embellecer una ciudad. ¿Cuesta tanto esfuerzo mental entender eso? ¿Alguien me oye?

domingo, 3 de julio de 2011

DESAPARECID@S

Desaparecido. Si en algún momento de la historia de las sociedades era común decir o escuchar las palabras: anarquista, rojo, partisano; las que desbordan el top actual son desplazado, ‘sin papeles’ y desaparecido. Todas remiten a realidades dolorosas pero la última alude además, a una no-realidad. A una situación en trance que permanece precisamente por su ausencia.


En la pretendida bellaXalapa rebosante de basura, sitiada por el ruido, paralizada por el exceso de autos, des/gobernada artríticamente por el alcalde devenido mujercita, ahora se acumulan en las paredes, espectaculares y postes, carteles con imágenes de varones y mujeres, jóvenes en su mayoría, que son buscados por sus familiares. Los habitantes más presentes en esta ciudad fea, son los desaparecidos.



Y como ha de suponerse, el alcalde devenido mujercita cree que si él fue capaz de performarse y ser otra, bastará con desear que los ausentes aparezcan para que acontezca así, milagrosamente. Si la pasada gubernatura (y la alcaldía por arrastre) pecaba de omnipresencia, la actual adolece de estampa y efectividad: lo que distingue a los nuevos gobiernos es su ineptitud.


Por ello, ante la falta de resultados contundentes, feaXalapa vive de las puntadas de su testa necrocefálica. La novedad: bicicleta en familia. La comuna ha convocado a que los domingos las familias paseen en bicicleta por las calles atestadas de autos de esta sacrificada ciudad, ¿para qué? lo ignoro, querrá que todos devengamos bicicleta como él/ella lo hizo.



Y cuando escribo sacrificada no exagero. Si la actual situación de la ciudad del estado no se publicita en los medios no significa que vivamos en el mejor de los mundos posibles. Callar y ocultar la realidad no la modifica. El hampa teje sus redes y lentamente estamos cayendo en las garras de la ingobernabilidad -política- y a la vez en la eficacia de un poder alternativo que sí está organizado y que funciona.


De ahí que los desaparecidos aparezcan por todas partes, que las ausencias se hagan presentes en los espacios públicos de la ciudad, que los muertos sean nombrados –cuando así ocurre– como bajas colaterales, que las balaceras se denominen operativos y a la ineptitud se le llame gobierno.



Desde esta realidad escribiré mientras esté presente y en tanto sea posible hacerlo. Ahora sabemos que la rojez no ha sido lo peor que hemos vivido en Veracruz. En la incertidumbre que estamos habitando cotidianamente, la única pregunta que me hago cada día es: ¿cuántos desaparecidos habrá hoy?

viernes, 1 de julio de 2011

QUIÉRANME O LOS CONVIERTO EN DAÑO COLATERAL

El inquilino de los Pinos está out. Quizá siempre lo estuvo pero ahora es más consciente de que se va y afortunadamente, no volverá. Sus declaraciones durante los últimos días de junio, dan cuenta de su desesperación (de atraer el afecto de la ciudadanía) y de su pésima manera de intentar conectar con la gente.



Su soberbia (contra la que no tengo nada qué decir) le enceguece (más, qué se le hace), lo cual lo muestra más cercano a un títere que un tirano. Claro, no se lo diré, no sea que me ocurra como al periodista norteamericano que fue enviado al lobby del desempleo por llamar capullo a su santidad Obama I. Acá decirle tirano a quien desgobierna, puede asumirse, muchas veces, como un halago.



Volviendo al asunto, de todas las ocurrencias que ha manifestado el susodicho, la que más me ha calado fue aquella en donde ordena (manda, dictamina, edicta) indignarse por el dolor que produce la caída de las víctimas (de esa guerra estúpida como absurda, que él se creó). Por supuesto que no lo refirió así, le falta talento y le sobran caracteres para manifestarlo en un tuit.


Lo que me causó escozor fue su hipocresía elevada al rango de guion telenovelero (¿Yo indignao?), para hacer creer (¿a quién?) que él es un sujeto que sufre y se solidariza con el dolor de bastantes. O sea, que necesitó más de cuarenta mil muertos para descubrir que su corazón no es (tan) azul y que también siente. Si hasta creí, al leer semejantes palabras, que se trataba de declaraciones papales. Recuérdese que en el vaticano se celebra la muerte de millones, y se llora y se entroniza a un papa pro pederasta.



Ahora que se acerca la hora de que se largue, se asume (¿quién le cree?) un tipo comprensivo, lastimado, incomprendido, el verdadero cristo doliente que carga con los pecados de los y las mexicas. Que le hagan un nicho y a pasar de página. Que no me trago sus cuentos ni sus logros ni nada, para ser congruente con mi tirria manifestada desde el principio, cuando se hizo con el poder a la mala.



¿Qué costaba repetir las elecciones? Igual o más caro ha salido mantener este simulacro de democracia, que en aras de legitimar su torcedura, ha convocado a una de las jornadas sangrientas más largas de las que se tenga memoria (excluyendo la Conquista y la posterior enajenación –o sea, evangelización– padecida). Ya es tarde incluso para nombrar a tanto cuerpo. Así lo creo, ya que por no creer, a veces, sólo a veces, no creo en nada. Pero que me quieran ver la cara de selembo, me indigna, me caga.