jueves, 26 de mayo de 2011

LA FUNCIÓN DELTA

Casi siempre lo que más nos agrada, culmina pronto. Al menos esa es la sensación que resbala de mis goces cuando me descubro a gusto en un sitio, dentro de un cuerpo, leyendo un libro. Entonces, en la cumbre del goce, me despeño. Precisamente por la caída es que soy consciente del efecto estético.


La función Delta, de Rosa Montero me ha corroborado lo anterior. Durante dos semanas y media me he extraviado en las páginas de esta deliciosa novela para encontrarme en las incongruencias que viven y habitan los personajes, en sus miedos, en sus aspiraciones. He subido de la mano de la narradora hasta el pináculo más alto del placer estético, para derrumbarme en caída libre con el dolor que asiste (sin piedad) a los protagonistas.


Placer en el dolor. Dolor en el gozo. La contradicción nos da cuenta de lo paradójica que es, cuando no absurda, la condición humana.


La vida en sus matices, queriendo asirla con amarras racionalistas o dejándola a la deriva emocional, nos revela que posee sus propias reglas aunque éstas no sean tales. Lo cierto, es que somos los sujetos los que vivimos, los que morimos y quienes la adjetivamos en vano.


La función Delta nos sitúa en la reflexión de la propia existencia. No puedo imaginar ni aventurarme siquiera a qué sabrá esta novela si el lector se halla en su veintena de vida. Tampoco sé (ahora), cómo se recibe a los sesenta o más. Pero en mis treinta y muchos, es una cristal que se hace añicos frente a mis ojos y me hace ver luz ahí donde hay sombras, y me oscurece el paisaje luminoso. La diferencia es el fragmento. El instante. La variación diferencial del ángulo. La función Delta.


No es una novela triste aunque celebra la vida. Tampoco es un relato alegre en tanto que empuja a pensar en la muerte (propia). Pero es un texto que humaniza a quien lo lee, porque devuelve la propia imagen pasando de la trampa que suelen reflejar los espejos. Montero ha conformado una superficie pulida que sí es capaz de revelarnos las imperfecciones.


La novela se disfruta y se padece, se sufre y motiva. Anima. Un pedazo de vida en el papel, para animarnos a asumir la existencia como si fuera real. De carne y huesos.


Montero, R., (1997) La función Delta, Madrid, Debate.

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