lunes, 23 de mayo de 2011

¿Y EL FIN DEL MUNDO?

Cuando me había hecho a la idea de que al fin este planeta tendría un respiro, sucedió que el mundo no se acabó. Y despertamos al domingo, con los mismos cenutrios de siempre afeándonos el espacio. Porque la fealdad es más fuerte que la muerte y tiene además, sus formas de resistir y prospera.


Me habría gustado que una parte del mundo se hubiera acabado. España no habría tenido que pasar por el deshonor de votar al PP sólo para desquitarse del PSOE. Y con ello situarse del lado de los agoreros, populistas, presentadores de soluciones fáciles, irracionales, inviables. Pero el mundo no se acabó y he ahí los resultados: la deshonra.


La televisión continúa escupiendo su basura y la clase política cobrando del erario público por su ineficacia, saqueando las arcas del Estado sin inmutarse. Las campañas, repitiendo merolicas las mismas mentiras. Idénticos reproches. No hay nada nuevo bajo el mismo sol.


Quienes marcharon siguen descansando sus pies y su voz de la acción de semanas anteriores. La vida conserva su inercia. La tasa de muertos, se mantiene casi constante. La corrupción, inalterable. Y yo sigo acá, con mi rabia volcada en palabras. Con la resistencia en mínimos porque espero, aunque me desborda el cansancio.


La jerarquía eclesiástica mantiene sus anatemas contra los de siempre y el infierno tan prometido y el cielo tan temido, no llegan. Ni llegarán. Sospecho que el mundo es infinito para las medidas de tiempo con que registramos la sucesión temporal, y apenas habrá humano que registre el bajón de la cortina. El mundo no se acabó y la gente sigue reproduciéndose (quizá preventivamente, por si acaso hay una considerable baja en la población) viciosa, ignorante, animalmente. Porque sí. Porque es bonito tener un hijo. Porque así es.


La pobreza se mantiene con su ritmo de crecimiento fluctuante (pero tiende a la alza), a la expectativa de los resultados de las Bolsas: a más puntos ganados, más pobres sumándose a la estadística de la miseria. Los mercados continúan gobernando a los Estados y la sinvergüencería es el valor más cotizado entre las personas. ¿Quién salvará a Libia y a Siria de sus tiranos? ¿Queda aún tiempo para ver prosperar el estado de Palestina?


Si el mundo hubiera concluido su ciclo vital, probablemente seríamos gozosos residuos carbónicos mezclándonos ya con otras partículas más universales y viajando en un espacio y tiempo, que se antoja infinito. El Paraíso. Pero no fue así. Otro sueño roto guardado en mi zurrón.


La humanidad no se merece un desenlace de esta naturaleza: apocalíptica, cristiana, anunciada previo pago por evento. Cientos de miles de años de evolución no pueden concluir con un final indigno. Por eso amanecimos al domingo (y al lunes) con las mismas miserias de siempre y los idénticos sueños de cada día. Si acaso, con el alivio de que no haya sido cierto el augurio del loco. Y en la mente de algunos, tal vez, el compromiso de empezar a vivir dignamente. Quién sabe. A mí haber despertado tras un descanso en compañía, me ha decepcionado. Me habría gustado amanecer infinitamente en otra orilla.

No hay comentarios.: