domingo, 8 de mayo de 2011

RESISTO PORQUE ESPERO

La marcha llegó al punto final del recorrido. Y Sicilia ha mencionado en el zócalo de la Ciudad de México, y a lo largo de su peregrinación (laica), algunos aspectos que en diferentes entradas de este blog, he escrito y huelga decir, que quienes las conocen, me han criticado por ello. Ante una situación así: la indiferencia.








Ahora me sorprende (es un decir) que algunos de estos se sientan 'iluminados' por las palabras del poeta, como si éstas hubieran descendido desde un Olimpo a sus mortales oídos para sacudirlos y hacerles ver, esa realidad que antes les parecía una nebulosa, y ahora gracias al mesías, lo ven todo como en un espejo (real). Necios, suelo decir, abundan. Y contra ello, paciencia o huida.








Sicilia ha leído los nombres de las víctimas de esta guerra insulsa del inquilino de Los Pinos contra el narcotráfico. Lo celebro, nombrarlos es una manera de honrar su memoria. Hace algunos meses referí que, una forma de justicia (siempre incompleta, ergo, injusta) sería la edificiación de un monumento en el cual yazcan los nombres estos cuerpos devenidos en cifras y en olvido. Estadística deshumanizada que es apenas ahora cuando acuña un matiz humano. Nominalista, me llamaron por expresar mi pensamiento.








El poeta ha pedido que se larguen todos quienes estorban. Ha dicho que se vaya calderón. Llevo mucho tiempo escribiendo en esta tribuna que cualquiera que se dirija a ese sujeto enfermo de (no) poder lo legitima. No es a ese seudo destinatario con quien se debe hablar, sino con el senado y los diputados que han sido cómplices de esta acción fallida de pronto descubierta como sanguinaria, inútil, cara, excesiva y deshumanizante. Es a esa clase política cancerosa a quien hay que dirigir la consigna expresada en la Argentina (y en otras partes del mundo donde el pueblo despierta y decide sacudirse la sarna política y empresarial): "que se larguen todos".








Urge echar fuera del erario público, de la vida social y política, de la economía desasangrada de este país, a quienes vampirizan a la sociedad y la empantanan más en esta miseria endulcorada con telenovelas, talk shows y futbol. Sólo cuando la clase media se sintió 'tocada' por esta situación sangrienta ha empezado a reaccionar. Peor habría sido que no despertara de su letargo. Pero falta (faltan) más.








Una ignominia es este teatro de sangre y balas, de represión y barbarie disfrazado de seguridad. No sé cómo es que ahora estos manifestantes se llaman cansados, sorprendidos, 'hasta la madre' después de 40 mil muertos (peor habría sido esperar unas centenas más, es cierto) cuando desde los primeros muertos se vio que en esta lucha no había ni estrategia ni sentido común. Fue evidente que este señor armó su guerra para legitimarse en el poder, lo cual afortunadamente no logrará y cuya frustración le acompañará a la par de su pensión vitalicia por haber matado (hasta ahora) al 0.04% de la población mexicana. Y a la que sigue viva, envileciéndola al llamarla cómplice de asesinos sino se baila el son que el señor quiere.








Ojalá la masa indignada (seguramente ya leyó el texto Indignaos de Stephane Hessel) prolongue su 'enchilamiento' hasta mañana, y más allá de la euforia del 10 de mayo y se mantenga en sus reclamos, porque suele pasar que el grito de hoy, es silencio mañana. O peor aún, deviene reproche contra quienes no gritaron in situ junto a ellos.








Yo seguiré escribiendo para aligerar mi impotencia cotidiana contra la maquinaria del poder, que pese a su obsesión por controlarlo todo, aún no me descubre e ignora que resisto (existo). Que los pies, las manos y las gargantas de quienes se han manifestado (ojalá fueran millones para convocar a lecciones adelantadas) descansen, para que recuperada su energía, mantengan su rabia encendida, porque la mía, es incombustible.

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