lunes, 19 de septiembre de 2011

XALAPA EMPAPADA (DE VERGÜENZA DEBERÍA ESTAR)

Muerto el perro (o la perra), no siempre se acaba la rabia. Ahora se sabe que algunas veces, la sabiduría consignada por ciertos refranes, se trasciende, según consta el día de hoy en el centro de FeaXalapa. Al papa cirquero no le bastó joder a buena parte del mundo durante su reinado de veinticinco años, sino que después de muerto y beatificado (como patrono de los pederastas) sigue chingando a través de una gotita de sangre (¿semen?, ¿lágrima?, ¿orina?) devenida reliquia montada, supongo yo, en una momia de cera vestida (el travestismo superado) con look papal.



Y quien reina en estos lares tan mortificado por la perturbación del orden público no dice ni tuit o pío: el caos que la sacrosanta visita causa en la ciudadanía no cuenta como perturbación ni desorden ni nada que merezca ser sancionado. Me gustaría que metieran a la cárcel a la momia beata por perturbar el orden público o en su defecto, a quien sea responsable de suscitar este desmadre. En todo caso, que se cumpla la ley, ya que andamos tan respetuosos del estado de derecho.



Sin embargo, como se trata de circo para el pueblo (una parte mínima del pueblo, se entiende) que se expanda el disturbio y nos chingue a todos (queramos o no, que así se las gasta el poder cuando raya en la tiranía); total, es día de fiesta, se asume. Y es precisamente por este tipo de presunciones de que lo que excita a algunos, mola a todos, que padecemos la imposición de eventos que no solamente perturban el de suyo caótico devenir citadino, sino que validan ciertas prácticas sociales, religiosas, culturales en general, en detrimento de otras. Me pregunto: ¿permitirían una manifestación a favor de la despenalización del aborto? ¿Y una marcha del ‘orgullo gay’?



Seguramente ese tipo de actos sí serían considerados como elementos perturbadores del orden público (y de los valores que se amparan en una moral sospechosa en tanto que se arroga prerrogativas infundadas) y por lo tanto, susceptibles a ser encarcelados o merecedores de algún otro tipo de sanción. Pero que la visita de una momia de cera que pretendidamente le devolverá la fe a muchos (ilusos, cuando alguien ha dejado de creer no necesita de milagros ni de visiones para recuperar la credulidad) rompa la desarmonía de la urbe, es menudencia. Se obvia que al validar este tipo de ceremonias se festeja también la impunidad, el descaro, la hipocresía y la maldad que rodea a la iglesia católica, que olvida (cuando le conviene lo consigue) que este tipo fue benefactor y cómplice (en tanto solapador) de un pederasta. Y no lo refiero yo.


Ojalá la lluvia de esta tarde consiga lavar, al menos, la basura que seguramente dejará toda la manada piadosa, tan creyente, como incívica y pronto podamos recuperar partes de la calle que cada vez es menos pública y sí privilegiadamente privada. Amén.

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