martes, 3 de julio de 2007

¿HETEROSEXUALES EN PELIGRO?

Durante 150 años la sexualidad como institución marcó el in & out de la normatividad sexual. La hegemonía heterosexual impulsó con ahínco (de hecho entre estertores aún insiste en su obsesión) el ejercicio del no-placer en un cuerpo castrado: coitocentrista, monógamo, utilitario con fines reproductivos, por referir algunos ejemplos. De modo que resulta lógico entender -que no justificar-, el escándolo que le supone a la heteronorma la existencia del ejercicio de varias sexualidades.
Afincada en la teoría de la complementación de los contrarios y en la ley de atracción sexual que no sólo incumbe a los cuerpos diferentes e implementando a la fuerza -como debe ser- a todos los cuerpos una heterosexualización del deseo, uno no se explica cómo la olla exprés de la represión erótica tardó tanto en estallar; y de este Big Bang del placer han surgido a la par -y no por ello iguales- el homoerotismo y las más variadas prácticas sexuales que el espectro neuronal de un buga no alcanza ni siquiera a imaginar: hombres que tienen sexo con otros hombres (y que ello no los excluye de poder desear o amar a una mujer), mujeres que sólo se relacionan con mujeres, transexuales, bisexuales, fetichistas, parafílicos sin par copan el discurso de la satisfacción corporal. La variedad es tal que se agotan las palabras con las cuales sea posible nombrar dichas realidades.
Por eso la Teoría Queer apuesta por la "desetiquetación" en aras de brindar libertad al individuo (y a su deseo) en lugar de constreñirlo al perímetro elemental de un nombre. Lo cual explica, aunque no lo manifiesten en voz alta -forma parte de su tradicional arrogancia-, que los heterosexuales sienten que corren peligro, que pierden lugar en el espacio; luego de triunfar durante años en la estepa del statu quo sexual han tenido que aceptar -a regañadientes- compartir el territorio con "nuevas especies". Tal vez en algún momento sean minoría y serán ellos los que encuentren cotos a su libertad de movimiento y expresión de su ser. Serán una rebanada más del pastel de la diversidad sexual.
No aspiro a una revancha rosa o multicromática, que mereciéndosela no se obtendría nada -porque ni justicia creo yo- llevándola a cabo. La repartición equitativa del sexual power tendría que llevarnos a una verdadera equidad en el ejercicio de la sexualidad de cada individuo. Lo ideal sería no tener que especificar cuál es mi sexo biológico, mi género y mi deseo en el carnet erótico.
Para llegar a esto falta mucho, pero crece -lento aún- el número de bugas que asumen como políticamente incorrecto la intolerancia y la homofobia (la sexofobía habría que referir); algunos hasta consideran chic tener un amigo "raro" entre el rebaño buga, como si tener una oveja rosa fuera un amuleto contra la mala suerte. Algo habrán visto de este lado que les gustó: la libertad para vivir sin culpas ni complejos ni deberes (que no irresponsabilidad), la sexualidad pericoital asumida sin traumas, la moda multicolor que hace palidecer aún más el espectro monocromático del guardarropa "hetero", el poder adquisitvo (¿verdad que los hijitos sí son una carga?) que posibilita un estilo de vida que muchos -envidiosos- acusan de frívolo.
Que la otra orilla no es un edén es cierto como que no hay edén ni paraíso, pero sí hace manifiesto una conciencia de que ser diferente pese a sus contras, termina por ser un plus, un bonus para vivir la vida. Por ello la iglesia -en todas sus variantes-, los regímenes totalitarios y alguna que otra democracia combaten el libre ejercicio de la sexualidad de los individuos. Les gustaría mantener a sus súbitos en una eterna infancia erótica porque saben que la satisfacción sexual genera una energía cinética que sumadas a otras (una sinergia) puede cambiar el mundo, en este caso, derribar el poder y modificar el orden sexual establecido.
La heterosexualidad no está en exitinción ni desaparecerá jamás; de hecho es necesaria para que el puzzle erótico esté menos incompleto. Pero sí está obligada a evolucionar: o se integra al perfil que exigen los nuevos tiempos, la emergencia de otras sexualidasdes o quedará relegada al púlpito dominical presa de su comezón y sin poder rascarse. Ya en algún tiempo al hombre se le impidió leer para obstaculizarle el pensar y ahora se le limita -se aspira a ello- su posibilidad de sentir. Sea bienvenida, pues, la Teoría Queer que posibilita la ruptura de todos los nudos (sexuales). ¿Lo quieres sentir?

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