lunes, 5 de junio de 2017

UN DÍA DESPUÉS...

Ya me contarás cuando pase la borrachera.
Lunes cinco de junio. Por doquier se lee y oye: por fin sacamos al PRI de aquí, allá, acullá y más allá. Bravo. Cada quien se da las alegrías que puede, a mí con vivir ya me basta. Pero casi nadie repara en que esa manera de ingenua celebración evidencia al menos dos realidades:
1. Lo refieren como si dicho partido hubiese sido una imposición brutal en la que una gran revolución murió debido a ello, esto es, se desmarcan de la responsabilidad que tuvieron durante muchos años al votar o no hacerlo, al aceptar los regalos de la maquinaria partidista, con su indiferencia, sus quejas que nunca se convirtieron en acciones de cambio o de resistencia y más.
Es decir, ese PRI maldito del que yo me lavo las manos, al fin se fue. Llegó solo y solo se fue (caso de que sea cierto, por supuesto) y yo ciudadano no asumo la ir/responsabilidad que tengo de ello.
2. Creer que los otros partidos son mejor que el que se marchó revela: ignorancia de que la clase política de este país se divide entre tres: los peores, los más peores y las pequeñas excepciones. La mayoría de las candidatas y candidatos de las otras formaciones partidistas (que no políticas) han mamado del sistema hegemónico impuesto por el “difunto”, ergo, distan mucho de ser una mejor opción a ello. Pruebas de lo malsano de esta ilusión son las alianzas “anti natura” entre “ideologías” de uno u otro extremo del espectro partidista (que no político, insisto), por no señalar el ideario, las propuestas, los intereses que insisten defender y evidencian atacar, recuérdese a quienes defienden la familia y valores tradicionales o a aquél que sometería a referéndum los derechos de otros, por citar un par de ejemplos.
¿Que qué quiero? Todo, porque a mí nada me está.
Pero me preocupa que en el éxtasis del “ya la hicimos”, “lo logramos”, “ahora, sí” no se vea que en realidad, la diferencia entre unas u otras opciones no son muchas, porque los partidos y sus dirigentes no son cuerpos ajenos a la comunidad que dicen representar, quiero decir, la ciudadanía en su dejadez cotidiana es parte de esas taras, vicios, manías, corrupciones y más… si no hay un cambio personal y un compromiso con el otro, la realidad se modifica poco.
Ya me contarás cuando pase la borrachera. Me gustará tanto poder decir, habría querido equivocarme, pero “yo, te lo dije”.

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