jueves, 24 de enero de 2019

PARTIR ES UN VERBO CRUEL



Para Ana Rosa, in memoriam

Empezamos a partir desde el momento en que arribamos. Conocer tal certeza, sin embargo, no nos libra de la sorpresa ante la noticia de que alguien se nos ha adelantado en el camino; puesto que uno es el saber teórico compartido por una comunidad social, y otra, diferente, la experiencia propia de despedir a alguien con quien hemos andado un momento del recorrido existencial.

No es necesaria una convivencia cotidiana para sentir esa muerte como próxima. En este caso, los derroteros compartidos durante tres años, aderezados con los problemas y las ilusiones propias de la adolescencia de quienes fuimos a finales de los ochenta, han sido un pegamento suficiente (fuerte, se sabe) para mantener la cohesión aún en la larga distancia que suma ya más de treinta años.

Y sin embargo, no por lejana, una muerte es menos dolorosa. Vienen al presente las vivencias acunadas en un pasado que es distante y siempre actual en momentos como éste o en los de alegría cuando se trata de recuperar y compartir las viejas anécdotas de aquellas experiencias que nos fueron conformando las mujeres y los hombres que somos ahora.

La noticia cimbra porque pudimos ser nosotros los que hubiésemos emprendido ya ese inevitable viaje sin retorno. La rutina interrumpida por el asombro (¡lo fantástico!) da paso a una experiencia paradójica: el miedo y la calma: quién sigue y al menos, no he sido yo. Por eso corremos a abrazarnos en la distancia, a refugiarnos en el recuerdo o clavarnos en el presente como si aquella infausta nueva no fuera parte de nosotros. Sobrevivir, continuar, exige, algunas veces, una dosis de no-empatía. Gana, no obstante, la solidaridad.

El affect en que nos movimos tantas veces, mantiene su constante de atracción entre aquellos adolescentes que fuimos y los adultos que somos. Sin duda hay recuerdos gratos y chuscos de otras etapas de la vida escolar. Pero apelo a las vividas y compartidas en la Secundaria porque entonces, como ahora (quizá no para todos, of course), la incertidumbre y las ganas de vivir se confundían con la emoción de compartir con quienes preferíamos estar y la desdicha de amanecer con un nuevo barrito.

Tanto hemos cambiado y continuamos siendo los mismos, las mismas. Ayer nos unió la celebración por el nuevo año, ahora nos recogemos silentes, aún sorprendidos, en torno al recuerdo de una compañera de viaje que ha partido ya a otro lugar.

No importa que hace mucho tiempo nos hallamos dejado de ver, de compartir sobre nuestro día a día (ahora próximos, nuevamente, por la omnipresencia de las redes sociales), su adiós nos afecta porque estuvimos juntos, alguna vez, tantas veces. Y porque como el nacimiento, toda muerte es única (y sorprende). Afortunadamente, el consuelo y la esperanza entre quienes quedamos, también.

Un abrazo solidario para todas y todos, ex integrantes del Grupo C.

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