sábado, 18 de agosto de 2007

MARAVILLAS ESPONTANEAS DEL DEEFE


Recientemente, para huir de la rutina roja que envuelve la ciudad, viajé en compañía de mi héroe a la Ciudad de los Desvelos –que a mí eso de “la esperanza” se me hace muy marica-. Con todo y que se trataba de un tiempo destinado al placer y el relax intelectual, la creatividad no sabe de vacaciones y terminé escribiendo estos sucesos que referiré bajo el nombre de “maravillas espontáneas”, ahora que se ha puesto de moda maravillarse de todo; así que para estar a la vanguardia les dejo cinco relatos que espero les agraden.

PRIMERA MARAVILLA ESPONTÁNEA: LAS TETAS DE EL TENAMPA

Un par de machos no puede preciarse de haber visitado el Deefe sino va a El Tenampa, cantina de larga tradición en la zona de Garibaldi. En un ambiente predominantemente masculino y heterosexual -ahora que ésta se encuentra en plena crisis de identidad-, de charros, tequila, humo y “rolas” de Javier Solís entre otros, lo único que podría echarse de menos –podría pensarse- para saturar la atmósfera viril sería una hembra, pero no cualquiera, sino una que con su sola presencia asomando en la entrada del lugar volatilice las charlas de futbol y de desamor –que en el mundo de hombres son casi lo mismo- y ponga en firmes a toda la guardia masculina.

Sucede que ocurrió el milagro. La medianoche del lunes hicieron acto de presencia las tetas turgentes de una mujer anónima -para quien esto escribe, of course; no pensarán mis lectores que aquélla traía un pin entre sus generosas formas frontales superiores en el que se leía su nombre. En general la chica era bella, blanca –y no soy racista- rostro agraciado, look moderno, inconvenientemente acompañada, pero sin duda el escote que se me metió completito en mis ojos acuosos –que a mí el humo del cigarrillo me hace llorar, ¿ajá?- y el tequilita que bebía, debieron recordarme la mexicanidad –ya saben el orgullo de pertenecer a una raza superior- y mi obligación de servir a la patria con heroicidad, que en un caso como éste, inmediatamente, esto es, en chinga, me puse al servicio de este México lindo y jodido, faltaba más... y hasta aquí, lectores, ustedes concluyan el final.

SEGUNDA MARAVILLA ESPONTÁNEA: ELIGIO Y CEFERITA

En tiempos violentos como los que se viven particularmente en el Deefe, uno se siente tentado a pensar si sus habitantes son felices; si comen y cagan bien, a sus horas, pues, si cogen sin culpa y gozosos –que de eso se trata-, si todavía aman y viven el amor; sí, con cursilería. Refiero esto porque entre el vértigo de la vida bajo tierra (en algunos casos literalmente), los anatemas dominicales de Norberta Rivera, la atmósfera amarilla –Springfield Now- y la entropía vehicular obligan al visitante a cuestionarse sobre la supervivencia de los “chilangos”. ¿Serán de otro planeta?

En tales meditaciones se recreaba quien esto cuenta, mientras avanzaba por la calles de la colonia Condesa cuando descubrí con asombroso verdor un parque con una vegetación exuberante – lo que en esta ciudad puede entenderse por exuberante-: el parque España. Era tan grato estar dentro de esa atmósfera que se experimentaba la sensación de no estar en la ciudad de México –mira tú si no andaba beyondeado el indio- sino en otro lugar. Y tras el éxtasis verde, seguimos caminando –el héroe and me, que yo nunca ando solo por estos parajes urbanitas- hasta sentarnos en una banca –la única no destruida que había- para descansar. Fue ahí, contemplando con ojos místicos el derredor cuando descubrimos, grabado en el concreto inamovible de una guarnición los nombres de Eligio y Ceferita; los Romeo y Julieta de la nueva era.

Ahí, condenados a permanecer juntos, las dos palabras me llevaron a pensar que en medio de una vida tan ajetreada, algunos se han apeado del tren de alta velocidad para disfrutar de un poco de soledad en una burbuja donde lo que sobra es compañía (acá debo precisar, estar siempre envuelto en la promiscuidad de los espacios públicos no garantiza que uno se sienta acompañado). Un par de loco enamorados que en un arrebato de cursilería decidieron unir sus nombres en la inmortalidad del cemento.

TERCERA MARAVILLA ESPONTÁNEA: EL IMPERMEABLE DE BOLSILLO

Andando bajo tierra –que así es como se avanza en el Deefe- uno puede esperar encontrarse con cual-quier-co-sa. Cualquiera. Por absurda –que en ello se pinta sola la ciudad- o inimaginable que sea.

Esa mañana, muy orondos el héroe y yo, viajábamos por las entrañas de la Capital en dirección Universidad a cumplir un compromiso –vale, que no voy a contarles todo-. Milagrosamente íbamos sentados, abandonados al run run trepidante de aquel gusano de metal, casi rectilíneo y ligeramente –casi ni se siente- acelerado-. De pronto, entre toda la turba de vendedores que atosigan o animan el viaje surgió un hombre anunciando su singular producto: “muy buenos días damitas, caballeros y niños –mucha equidad de género pensé yo- le traigo, le ofrezco el impermeable de bolsillo –yo estupefacto- tipo gabardina, de manga larga, con broche de seguridad para los aguaceros imprevistos de la tarde. Llévelo ahora por diez pesos y no pague el precio comercial de veinte” –yo seguía estupefacto-. El cantar del hombre llenaba el espacio y algunos “precavidos”, supongo, adquirieron el producto aprovechando la ganga. Nomás faltó que nos dijera la marca del impermeable tipo gabardina, porque si hubiera dicho que se trataba de la línea económica de Chanel me hubiera comprado dos: uno para los chubascos de la tarde y otro, para los de la noche...

CUARTA MARAVILLA ESPONTÁNEA: UN BESO ADIPOSO EN LA CALLE PALMA

Cuando quien esto escribe quedó convencido de que los nativos de Smógpolis no se la pasan tan mal dedicó sus esfuerzos –y su tiempo libre- a recorrer la ciudad –bueno, la parte bonita, la moderna, la chic- sin sentirse culpable de ser feliz. Y así, cuando pensaría que es poco posible maravillarse –sensu strictus- en este lugar, los eventos que rompen la monotonía se multiplican por un chingo.

Era ya jueves, muy cercano al mediodía, avanzábamos el héroe y yo por la calle Palma –detrasito del Monte de Piedad- luego de desayunar de-li-cio-so en el Mercaderes (después les doy el dato exacto) cuando tropezamos con la que sería la cuarta maravilla. Frente a nosotros caminaba un hombre gordo llevando sobre la cabeza una charola repleta de vasos llenos de una SNI -sustancia no identificada-; el tipo hacia malabares para mantener en equilibrio la doble carga –la suya y la ajena, of course-, cuando de pronto, en sentido contrario al que caminábamos, viniendo de la nada, apareció una mujer también gorda -recordé no sé por qué La conspiración de los necios, de John Kennedy Toole-, que acercándose peligrosamente al hombre, le dio tremendo beso de chachetito que pandeó el espacio; aquél ladeó su masa y viró hacia un lado como el Titanic, poniendo en riesgo su carga y nuestra seguridad integral. De milagro no volcó con su embarazo porque nos habría cubierto de aquellos líquidos que se agitaban en sus cabeza. Tampoco detuvo el tránsito, tan denso ya a esa hora, en aquella rápida operación temeraria, insensatamente amorosa, pues.

Lo que demuestra que así como el amor no sabe del color de piel ni de condición social – si tú, cómo no; bienaventurados los ilusos-, también es analfabeto porque tampoco sabe de geometría ni de colesterol alto ni de arritmias ni de infartos ni de obesidad. Porque nosotros –los gorditos- lo valemos también, habrán pensado aquellos dos, o ni lo pensaron; después de todo quién planea la emisión de un beso. Un beso se otorga –de manera espontánea- como los permisos para conducir –sin saberlo hacer- en esta ciudad. Los protagonistas siguieron su camino, y nosotros cambiamos de acera (por seguridad) y continuamos nuestro tour.


QUINTA MARAVILLA ESPONTÁNEA: MAZAHUA IPODERADA

Hoy es el último día que pasamos en la Ciudad de los Desvelos –la música de El Taller aún resuena en mi cadera- y eso le imprime a nuestras horas –hablo por mí, ¿ajá?- un dejo de melancolía ¿resistencia? y un tiente optimista que deviene en un júbilo por disfrutar de cada momento que después, mediante el recuerdo, alentará la cotidianeidad de nuestras actividades hasta el nuevo retorno al Deefe.

El recorrido final transcurrió bajo el calor de una larga hora solar que nos permitió tomar algunas fotos, deambular sin prisas por Reforma, entrar a vodkear en El Nivel –otra cantina famosa en el Centro Histórico-, visitar el circo –entiéndase stand- oaxaqueño instalado en pleno zócalo; sí, el tianguis dentro del tianguis ¿a que ningún centro comercial puede preciarse de hacer algo así?. Y fue precisamente envueltos en olores oaxaqueños, música, moda, gastronomía y demás linduras del Istmo, que miré -¡estuporado!- entre un grupo de mujeres mazahuas (ya saben ustedes que al Deefe se le da muy bien lo interculti) a una que afanosamente bordaba una servilleta o una blusa, sus dedos se movían vertiginosamente al ritmo de una "rola" de moda; porque sus oídos taponados por unos audífonos sugerían pensar eso. De su cuello pendía no un crucifijo bendecido por Norberta –que vive enfrentito de donde ésta se hallaba- sino un reproductor MP3.

¡Jesucrista! pensó mi lado Queer; la india –no en despectivo, eh- oyendo Rampstein en un MP3. Imagínenla agitándose como un coctel exótico y con las trenzas al vuelo como kamikazes decididos a cumplir su fatal misión. Los olanes de la enagua simulaban una marejada multicolor que temí un tsunami inminente. El héroe, igual que yo, contemplaba estuporado.

Por supuesto que ignoro qué escuchaba la joven mazahua, pero debió ser una música agradable porque su rostro reflejaba tranquilidad, quietud, una sana indiferencia hacia el barullo que la rodeaba. Nos alejamos riendo; y acepten, mis millones de lectores, la posibilidad de creer que lo que sonaba en el reproductor MP3 de esa mujer empoderada era alguna rola indie o algún canto de su comunidad o simplemente el silencio de la noche que ya acechaba; en cualquier caso parecía feliz.
México, DF., 6-11 de agosto de 2007

1 comentario:

David dijo...

Bienvenido turista.

Regresando del país de las maravillas falsas y retornas al pueblo de los árboles de lectura. Macho tenías que ser… y mejor o peor queer… jaja. La moda de sorprenderse… Siendo nativo del país de las maravillas (Lewis Carroll y de chilangolandia), sólo diré: ¿desea un poco más de té de hiervas liebre de marzo…? a los grafiteros les vino de maravilla.

Cuídate. Fue agradable leerte.