sábado, 4 de agosto de 2007

POR QUEER YO LO VALGO





A una “polla” de 19


Mi vida ha sido una suma exacta de imposibles: no he visto un ovni, jamás he avistado un fantasma y para redondear el triángulo, a mí nunca me tocó una virgen, bufó Lady M frente a la cámara moviendo los párpados como si un vendaval se columpiara en sus pestañas a lo Pe. Y ojalá ustedes me crean que todavía existen, porque a mí me consta que las hay; lo que pasa es que están marginadas, ajenas al ajetreo del estilo de vida moderna. Nadie las quiere. Les pasa como a nosotras, las que tenemos unos kilitos de más, que pudiendo llenar el corazón de cualquier hombre dormimos solas, lavamos solas y comemos solas. Porque las protagonistas de las novelas o películas y las princesas son flacas, vacas anoréxicas que visten bien y las imitan todas o al menos eso pretenden, ilusas. No lo refiero con resentimiento, que a mí ese mundillo no me va, lo que me enfurece es la exclusión, que resulta ser la cereza que corona todas las faltas de respeto. Por eso cuando me invitaron a participar en un certamen de belleza alternativa (así me lo especificaron), Señorita Curvas año no sé cuál, me lancé con todo mi volumen sobre el estúpido que me hizo la oferta. Yo andabas de compras y el hombrecito ése estaba interfiriendo en mi felicidad. El pobre aún debe tener las cicatrices en las costillas; y no es que yo pese mucho (me considero más bien robustita), pero una masa acelerada produce una gran fuerza, eso lo saben muy bien los entendidos en la materia.

De repente Lady M se apartó de la lente y apagó la cámara. Se alejó del set improvisado con follajes artificiales y se tumbó sobre una silla que daba a una ventana con vista al exterior. Frunció la boca disgustada por el recuerdo recuperado y porque la luz de la tarde decrecía y aún tenía mucho qué filmar. Se acercó un plato con frituras que empezó a picar discretamente para aplazar el hambre un par de horas y olvidar el contratiempo solar. Tenía que ponerse guapa si quería impresionar al hombre con quien cenaría más tarde. Tendré que vestirme sencilla pero elegante; ni líneas ni lunares porque me hacen ver gorda; brillos tampoco porque me tornan visible. El negro adelgaza pero, ay, no, qué solemne. Algo rojo luciría sensual. Mis zapatillas doradas, qué emoción, ese tono va bien con la noche. Bolso discreto y no pañalera de marca. Poco maquillaje y pendientes discretos y uñas cuidadas. Cero excesos; jamás saldré a la calle vestida de vaca galardonada. Luciré más hermosa que esas saurias chic que se exhiben en las pasarelas. Yo soy, definitivamente, una diva sencilla.

A las ocho treinta Lady M apareció en el restaurante luciendo un vestido de estampado felino, melena a la demodé y un morral plateado que parecía niño envuelto en papel metalizado. ¡Qué audaz! Le dijo el hombre que la aguardaba mientras le daba un beso y la invitaba a sentarse. ¡Bah! Se que te excita verme así, Espejo Mágico, aunque no me lo digas. El otro arqueó las cejas y sonrió. Casi vencida por el poco impacto causado Lady M se acomodó en la silla acojinada como una manzana que cae al suelo. Este asiento parece trono de reina pobre. El comentario desató la risa de los dos. Él la conocía desde el incidente aquél en el centro comercial; la había ayudado a ponerse de pie tras verla rodar por el piso, y cuando ella, aún enfurecida, intentó agradecerle el auxilio, quedó estupefacta ante la mirada de aquél. Me parece que si usted sonriera se sentiría mucho mejor. Aquellas palabras terminaron por colocarla definitivamente firme sobre sus tacones de aguja y llevarla a olvidar el incidente. Sonrió como si la luna llena de su cara menguara de súbito para complacer a su salvador. Esta noche otra vez estaban riendo y sólo mediaba entre ellos un par de tintos. Tú siempre me dices lo que quiero escuchar, tal vez por eso me agradas. No, Lady M, por eso me llamas así, Espejo Mágico. Ella se sonrojó como una anona madura.

Romeo se encargaba de colocar en una página de Internet los videos que Lady M realizaba sobre ella misma: sus aventuras nocturnas, sus desazones existenciales, que no eran pocas, consejos para las amigas, recomendaciones sobre temas varios y aun aquellos de carácter íntimo en los cuales Lady M confesaba los desafíos de vivir en soledad. Con el tiempo se habían ido haciendo buenos amigos. A ella le gustaba la forma de ser de ese hombre, le resultaba eróticamente atractivo, ajeno a esas poses de macho en celo; bien educado, formal si resultar ceremonioso, responsable pero inconvenientemente heterosexual. He visto por la calle al hombre que arrollaste en el centro comercial. Ah, sí, Álter Bugo, es fotógrafo de Chau. ¿Te llevas con él? Ni aunque estuviera loca, lo sé porque yo trabajo ahí: Jefa de redacción de la sección de sociales y cultura. No lo sabía. Tu inoportuna heterosexualidad te iguala con el gremio, te lo comenté hace tiempo pero no me escuchaste. Espejo Mágico enmudeció y Lady M despreocupada clavó el diente a su ensalada de mil lechugas. Si he de ser una vaca, seré una bien alimentada.

Cuando los de Hola se convencieron de que mi estilo y el de su revista eran genéticamente incompatibles dejaron de suplicarme que trabajara con ellos. Por eso escribo para Chau, que es mu-cho-me-jor que la otra. La realeza está sólo en Europa (y a la baja); la rareza, en todas partes (y a la alza) y como yo soy extraña por naturaleza quedé a la medida ahí. Y no me quejo. Tengo libertad para escribir con mi estilo y dirijo a un equipo de personas que en otro momento ni siquiera me saludarían, incluido el superactuado ése, Álter Bugo, así le decimos en la oficina, y debería sentirlo como un honor, no cualquier bicho tiene nombre. Ja ja ja. Lady M realmente se divertía. ¿Te parece que estoy siendo muy perra? Y eso que no estoy comiendo carne. Entonces lanzó una tremenda carcajada que arañó El Cielo, el antro de ambiente adjunto al restaurante. Eres toda una Lady Mala acotó aquél y brindaron alegres. Soy inevitablemente incorrecta.

Nació niño y lo llamaron Alejandro para dar continuidad a la onomástica familiar. Pero uno es lo que se quiere y otro lo que se obtiene. Desde pequeño dio muestras de su diferencia; lloraba con una tesitura tan aguda que rompía cierto tipo de cristal, se resistía a salir a la calle si la temperatura le parecía muy alta o extremadamente baja, el viento fuerte le hería la piel, andaba de puntitas cuando comenzó a caminar (foli-folie desde chiquita) y jamás gateó porque se llenaba de hematomas las manos y las rodillas; devolvía las papillas si éstas contenían grasa o mucha sal y sólo tomaba leche si era semidescremada; era un auténtico melodramio, que tenía en los linderos de la desesperación a sus progenitores, que pese a todo lo amaban. Tienes que ser un macho le espetó su padre alguna vez y Alejandro se desmayó ante el trueno de aquella voz que le hería los oídos; cuando volvió en sí era todo un hombre. Magno. Grande. Terrible. El mero chingón. Pronto fue el orgullo de la familia y las aguas de la buena conciencia volvieron a ocupar su lugar. Pero un día Alejandro se hartó de representarse a sí mismo y asumiendo que lo suyo no era ni el rock ni el fútbol se reveló como Lady Macha en mitad de la cena de aniversario de bodas de sus padres. El escándalo fue mayúsculo y la noticia fulminó –ipso facto- a los dos seres que le habían dado la vida. Antes de un mes, era nombrado heredera de una modesta fortuna y de una libertad tantas veces añorada. Una debe matar a sus padres para reafirmar el propio Yo afirman algunos que dijo Freud; yo sólo cumplí con dar el salto evolutivo, un poco más rápido y un poquito más alto, lo demás llegó casi solito.

Despierta, Lady Manta, gritó una voz que atomizaba todas las frecuencias audibles, sé que estás desvelada, quizás hasta satisfecha, pero hay que trabajar. ¡Jesucrista! No me bufes, ¿qué bramidos son esos? ¿No te das cuenta de que me asustas? Me alteras toda la información genética, loca inoportuna. El día empieza cuando yo me levanto. Lo siento Lady Magna, pero mientras tú duermes la vida social de esta ciudad avanza y avanza y si no trabajamos no hay paga. ¡Bah! Pequeñeces, ninguna estrechez debería preocuparte a no ser la de tu ano. La otra estaba estuporada. O la de tu boca, que cuando ladras, perra, despiertas al loquerío del otro lado del planeta en el que todavía no amanece. Ahora dime ¿cuál es la agenda? Cubrir una boda homosexual. Lady M quedó queerilizada.

Cuando me case con Benedicto quiero que el Papa nos de la bendición nupcial, que en la misa cante un coro de niños angelitos, que mi vestido luzca una cauda tan larga como la de un cometa y todas las campanas de la catedral anuncien que es día de fiesta; quiero que mis amigos se sientan felices y crean, como yo, que la dicha existe. Pero las margaritas blancas de sus sueños nunca florecieron. Benedicto murió aplastado en una manifestación que devino en revuelta popular antes de que pudiera siquiera darle un beso a Lady M. De hecho murió antes de saber que ella era un hombre. Mucho antes de llegar a conocerse. Si un evento detestaba a la enésima potencia Lady M eran las bodas, se casara quien se casara. Pero al escuchar el suceso que cubrirían esa mañana, saltó fuera de la cama y en menos de lo que canta un gallo-gayina se encontraba lista para partir. Estaba convencida de que haría la mejor crónica de una boda y Chau se lo sabría agradecer.

Ahí estaba en la Iglesia la plana rosa-rosa de la ciudad atestiguando con sus oropeles, plumas, altos tacones y demás estridencias básicas, el enlace matrimonial de dos locas famosas, por locas, por supuesto. La alfombra roja fue sustituida por una de seis colores que a todas luces deslucía el evento, pero que resultaba necesariamente ad hoc. No podía adivinarse cuál de los novios ¿o novias? era más feliz, pues sus rostros estaban velados por sendas máscaras de inspiración neorrenacentista como un anacrónico carnaval veneciano. Las madrinas todas vestidas de hada. Las amigas, de princesas periféricas (Niña, tú serás reina en tu centro, pero con respecto a mí, eres de más allá del extrarradio, ultraperiférica, para que me entiendas, hubo que aclararle a una muchacha perdida). Los padres de los contrayentes mandaron en su representación a la servidumbre; así, el chofer y el mayordomo parecían pingüinos en el trópico y las mucamas, las meninas en busca de su Señora. Resulta imposible negar en esta crónica que en el ambiente se respiraba magia, amén de los Chanel y Calvin Klein de imitación china; existía alrededor una suerte de “buena vibra” que envolvía los asistentes y los hacia parecer el Coro de los Elegidos cantando ante el trono Celestial. Yola y Tula contemplaban extáticas el ritual que oficiaba ceremoniosa Norberta Rivero, recientemente nombrada Primera Obispa de la ciudad; Elsa y Estela gimoteaban conmovidas como si fuesen ellas las vírgenes, que horas más tarde, serían despojadas de su virtud. Porque éstas existen aunque no me lo crean. Ellas están entre nosotros porque a mí me consta. En lugar de lanzar el tradicional arroz hubo lluvia de confeti y espuma; muchos temimos que aquello acabara en una guerra de camisetas mojadas. Y finalmente, cuando los novios ocuparon el atrio, el espacio se llenó de una fauna variopinta que atrapó la atención de los viandantes. La algarabía era tal que parecía, lo juro, la marcha del orgullo LGBTT.

La crónica de Lady M fue todo un suceso del que se hablaba en todas partes, que decidió celebrarlo rompiendo la dieta “baja en calorías” que se había impuesto tres días antes. Yo no soporto a esas vacas anoréxicas que pastan en los programas de televisión. Yo prefiero ser una gordita jugosa y feliz. Tú no estás gordita, Lady M, respondió Espejo Mágico, tal vez un poco hinchadita sí. Conmovida, Lady M se acercó y le plantó un beso. Lástima que tú no quieras comerte este queerpecito. ¡Oh Dios gay mío! Exclamó sorprendida. Ay, Espejo Mágico, a veces la soledad nos hace decir lo que ni siquiera en silencio nos atrevemos a expresar. Y como no estoy sola no te lo diré. Por favor, Lady M, dímelo. Pero ésta se levantó para traer más viandas y continuar con el festejo. Tú no entiendes Espejo Mágico porque eres inoportunamente heterosexual. La soledad no tiene género, replicó aquél. Pero la manera como nos desgarra sí. Acabemos este vino y vayamos por más, esta noche no quiero quedarme sola.

Que en la mítica Arca de Noé hayan ingresado solamente parejas heterosexuales sólo confirma el discurso excluyente de Yahvé. Quería deshacerse de nosotros, los raros, pero le falló. Porque el diluvio arrasó con toda la vida de ese mundo simbólico pero no consiguió o no pudo desaparecer la diferencia. Tal vez el cuervo que el patriarca liberó y no volvió era un pájaro gay que tuvo el valor de no regresar al encierro y el coraje para no lanzarse sobres las aguas que aún cubrían la tierra, porque hasta donde yo sé, sigue habiendo cuervos y cuervas en el planeta. O quizá la paloma que regresó con la ramita de olivo era más lesbiana que Brooke Shields y no quiso abandonar a quien la aguardaba dentro. Para sobrevivir a la injusticia de este mundo, anómalamente heterosexual, me basta habitar mi casa, que es como un arca anclada en tierra firme en donde me refugio de algunos males de la sociedad. Son los elementos de mi queerósfera los que me mantienen viva en un universo que contempló la luz y la materia oscura, las supernovas y los agujeros negros, la posibilidad incluso de un Big Crunch pero dejó fuera, condenada a ser marginal (porque así conviene a los intereses de la heteronorma), la identidad homosexual. Lo raro siempre está en la periferia pero sólo si se queda quieta. ¿A qué esperamos para andar? ¿Por qué no avanzamos?

Después del éxito de la crónica, Lady M era muy solicitada en los espacios televisivos y en toda gama de revistas, desde las de espectáculos hasta las de análisis político pasando por la prensa rosa, hasta Hola imploró por una exclusiva, pero Lady M, leal a sus raras convicciones, se negó a participar en el circo mediático que tanto criticaba. Para salir al paso de la creciente fama aceptó una charla vía Internet con el Director de Chau y sólo porque éste era oportunamente homosexual. El género no sea crea ni se destruye, sólo se transforma, experimenta una performancia cuando se trasgrede; en ello radica su valía: en su inestabilidad y en su multiplicidad de enfoques. La frase la catapultó a la cúspide de la ratingósfera y Lady M era casi una heroína de los estudios de género. Harta de todo aquello optó por volver a su refugio mientras pasaba el temblor.

Déjame volver, volver, contigo, no hay trucos ni juegos de palabras es que no encontré otra forma más sincera de decir, déjame volver, volver, contigo. Así me atormentaba antes, cuando creía que por gorda y rara tenía vedada la posibilidad de ser feliz. ¿Cómo puede cantar una has conmigo lo que quieras, reina, esclava o mujer, cuando se pueden asumir las tres condiciones a la vez? Espejo Mágico, enfócame bien que estoy inspirada. Que no salga la lágrima porque me afea; porque el llanto marchita el cutis es que me abstengo de llorar. Para un minuto, por favor, voy a retocarme el maquillaje.

Espejo Mágico, ¿alguna vez te dio por girar sobre un mismo pensamiento? Los heterosexuales se hacen menos preguntas que uno. Los más grandes pensadores de la humanidad seguramente han sido gays, porque uno asume de facto los planteamientos trascendentales de la existencia humana. Yo nunca me pregunté quién era; sabía perfectamente que era raro, más bien me cuestioné cómo llegué a ser así y al variar la perspectiva de la interrogante las respuestas se atomizaron y me sentí más solo de lo que ya estaba. Y no dramatizo, querido. Sin duda fue en la soledad donde forjé mi personalidad queer: quería ser única, trascender, reconocerme feliz. Nada más me falta enamorarme y ser correspondida para conquistar la felicidad. Pero si eres amada, Lady M. ¡Bah! Soy envidiada, mal vista, insuficientemente tolerada, pero amada no. Me he enamorado sí, pero quiero más. Por favor, Espejo Mágico, espero que estés tomándome un buen ángulo, no me vestí de gala para salir mal en el video. Despreocúpate Lady M, estás quedando divina. ¿Divina? Me siento como una virgen ja ja ja. Apaga eso. He recordado de pronto que vienen unas amigas y no tengo preparado nada. ¿Quieres que me quede? No, mucho ayuda el que no estorba. Pero...Nada, gracias. Algunas de mis amigas son alérgicas al semen heterosexual. ¿Por qué te burlas de mi condición? Porque si te amara un poco más me volvería loca. Anda, Espejo Mágico, será mejor que te vayas. Chau.

Romeo sentía verdadero afecto por Lady M, admiraba los arrestos con los que plantaba cara a la vida diaria desde su condición de homosexual, travestido o transexual o lo que fuera. Le parecía que todo era muy raro, extraño, no lo comprendía pero aún así, estaba convencido de la estima que sentía por él o ella envuelta en todos esos disfraces que imprecisaban la identidad. Pero nunca la amaría; consideraba, hasta cierto punto, su heterosexualidad como una discapacidad o una limitante para llegar al centro de Lady M. Muchas veces se había planteado la posibilidad de alejarse de ella y no volver pero comprendía que con huir no modificaría la realidad. La ausencia sólo hace más presente lo ido. Así que desechó esa idea y se contentó con ser el mejor ¿único? amigo –heterosexual- de Lady M, quien era muy exquisita –exigente, decía ella- para elegir a sus amistades. Espejo Mágico había amado a una joven en el pasado, una muy bella que lo abandonó para irse con otra mujer. Deseo y calentura, hasta la sepultura, pensó y no hizo más. Fue en ese tiempo de desolación cuando coincidió con Lady M. Una tarde, abatido por el tedio sus pies enrumbaron hacia el centro comercial, ensimismado y con la brújula rota, había perdido la noción de lo real, pero de pronto oyó el rugido del metal cediendo, abrió los ojos y miró una mole atropellando a un hombre flaco que entre gritos y quejidos solicitaba ayuda. Él corrió para detener aquella barbarie y sorprendido descubrió que era una gran mujer la que daba un escarmiento a un homúnculo vencido. Tras auxiliarla se presentó. Terminaron en un bar donde él le contó sus penas y ella su verdad: soy rara y no puedo decirte más.

Pero él no necesitó escuchar más. Lady M le agradaba y decidió que se quedaría cerca de ella el tiempo que lo necesitara (él, porque ella jamás reconocía que estaba sola). Por eso apenas salió a la calle sintió deseos de regresar a la casa de Lady M, aunque la importunara o ella lo echará de ahí por su condición heterosexual. Le gustaban sus excesos. Se detuvo y vaciló en echarse de reversa. Titubeaba, si era descubierto ella lo remitiría a un mundo raro. De repente escuchó su nombre, dio la media vuelta y se encontró con Lady M frente a él. Lucía muy bella. Cancelé la reunión, vayamos a donde quieras, yo invito. Él solo acertó a abrazarla y se echaron a andar entre el bullicio de la ciudad que se ahogaba en su dosis justa y necesaria de estrés. No quiero escuchar el sartal de lamentaciones de mis amigas quejicas, Espejo Mágico. Suelo aburrirme pronto del viboreo desmedido que practican muchas de ellas y ellos. Si trasgredí la norma no fue para que me llamen rebelde sino para ser libre, hasta donde sea posible; cambié el establishment por mi statu queer, pero jamás seré “anarca” ni perredista ni tricolora ni de derechas, ah, tampoco, católica, que a mi la falsedad no se me da.

Sin darse cuenta llegaron hasta un mirador. La tarde caducaba y el viento del crepúsculo avivaba las ganas de hablar de Lady Mala, que así solía llamarla Espejo Mágico cuando se ponía sentimental. Me gusta ser rara porque el estuche donde nos meten a todos los inclasificables es más amplio que el corral hetero. No lo digo por ti, que eres un encanto, sino por otros que han pasado por mi vida dejando el lodo de sus pies en mi casa inmaculada. ¿Por qué esa obsesión por la pureza, Lady Magna? Ha de ser porque quiero ser santa ja ja ja. Espejo Mágico se sumó a la hilaridad de Lady M. La noche empezaba a avanzar con su chal de estrellas y lunas. En un momento, sin pensarlo, Espejo Mágico la abrazó. Ante el contacto ella quedó queerilizada y ninguno de los dos percibió el brillo de una estrella fugaz que se disolvía en medio de la oscuridad.

Odio ir de compras porque gastas y gastas y nunca quedas satisfecha gimió una “petarda” instalada en el set de Lady Macha. Es porque el corazón de una es como un bolso de dimensiones infinitas, acotó otra que acompañaba a la primera. Ambas instaladísimas en su papel de femme fatal, en él cabe todo lo que quieras pero jamás quedas colmada. Cierra las piernas, querida, que te me vas de boca. Yo refiero que tal vez la insatisfacción es un estado prohibido para el hombre, y para la mujer también, desde luego. ¿Entonces por qué te agobias? Si la plenitud está vedada a todos, ¿por qué entonces no nos atascamos sin culpa? Al menos yo...No es la culpabilidad lo que me frena, querida, sino la tortura de repetir la misma senda cada día. Yo no hago ejercicio jamás, sólo camino dentro del centro comercial, que es como ir al club pero sin sudar. Entiendo tu cansancio, pero es igual cuando terminas una relación con un hombre, al largarlo tiras a la basura todo el camino recorrido y cuando aparece otro, crees que repetirás todo de la misma manera – lo cual de entrada choca-, y no es así; empiezas de cero pero con mayor experiencia. Parece lógico pero no me convences. ¿Y tú qué opinas del consumismo, Lady M? ¿Crees que es un placer o un suplicio ir de compras? Solamente les diré que los mejores orgasmos que he tenido han sido cuando pasaba el plástico por la rajita... ¡Perra! gritaron al unísono las otras. Pero Lady M no respondió, apagó la cámara y se apresuró a editar el video. De norte a sur y de estro a estro.

Los vacíos de amor son agujeros negros leí en un blog hace algún tiempo, también, en alguna parte que “no ser amados es una simple desventura; la verdadera desgracia es no saber amar”. Afuera llueve y adentro me ahoga una gigantesca soledad que no da tregua. Aunque he amado, Espejo Mágico, no puedo asegurar que me siento menos desgraciada. La necesidad de reflejarme en otro cuerpo a veces me arrastra a abismos que colindan con la esquizofrenia, y no me gusta; soy rara, no loca, aunque muchos piensen lo contrario. Esta mañana echaron del trabajo a Álter Bugo por haber publicado la foto truqueada donde aparecemos tú y yo en plena colisión vesperal. Lamento que la imagen la hayan visto tus amigos machos y tus padres de moral estrecha. Puedo imaginar el bombardeo de preguntas y reproches que deben caerte, has de parecer Guernika o Hiroshima. Una está tan acostumbrada a esos tiroteos que no se extraña ya; soy incombustible además. Pero esta vez me duele porque se que estás sufriendo y no puedo estar junto a ti acompañándote ni tú puedes venir a mí para refugiarte en mi búnker. Hasta tu ex novia ha vuelto, como la mujer invisible, justo para salvarte. El mismo cerco heterosexual que busca protegerte te daña. Quisiera rescatarte pero no voy a travestirme, de hombre hetero, para hacerlo. En algunos detalles soy irreversible.

Te amo aunque estés heterosexualmente imposibilitado para corresponderme. Ya lo ves, el género puede resultar también una desventura, una traición. No me pondré melodramática ni culta, solamente deseo que consigas ver este video y puedas reportarme tu estado existencial, no pido más. Porque una es rara pero también siente, el corazón es igual en todos los seres humanos... Cést tout! Odio ponerme plañidera; sabes bien lo que pienso respecto al lagrimeo tercermundista. Me tomaré un par de vodkas y luego saldré directo a la catedral, pero no a misa, querido, sino de compras, que así decimos nosotras al centro comercial. Sólo espero no toparme con algún Álter Bugo, que al verme glamorosa, quiera convertirme en modelo o estrella de televisión, que para eso no hace falta no ser gorda sino estúpida y jamás, en mi mente rara, ha pasado la idea de ser clon de Paris Hilton. Ah, creo que me tomaré el tercer trago para darme valor y subirme a esos tacones altísimos que me compré en Madrid. Las alturas me dan vértigo, pero sobre ellos es como si volara, mejor que una alfombra mágica, mucho mejor todavía que tragarme un par de “tachas”. Ay, Lady Mala, deja de hacer travesuras y no llores que el pH de la lágrima mancha la piel y fea nadie te va a querer. Ah, pero yo soy una gordita intelectual; del Plan Marshall a la Perestroika y de ahí al Tratado de Maastrich; del 11-S a la guerra de Irak, no sólo estoy informada del mundo en que vivo sino que conozco al dedillo detalles de temas específicos obtenidos de muy buena fuente. Yo no soy totalmente Chau.

En otro tiempo el vacío me hubiera devorado, pero hoy la soledad me deja más espacio para pensar en ti. ¿A qué es linda la frase? La escribí para ti, Espejo Mágico, para decírtela cuando volvieras del autoexilio al que partiste impulsado por las circunstancias. Siempre alimenté la idea de que vendrías, sabía que volverías y nuevamente tus ojos, detrás de la lente, hurgarían en mi cuerpo. Me has acariciado tantas veces con la mirada que no me atreví a decirte que era la primera vez que un hombre me tocaba; tampoco me lo habrías creído. Pero es verdad, a las gordas el primer amor nos relega a la segunda vuelta o a la última oportunidad; a menos que uno sea cuzca, la virginidad se incrusta en la piel como una línea de estoperoles. A mí nunca me tocó una virgen dijiste cuando desnuda me froté a tu cuerpo, y me sentí feliz de ser la primera para ti; la queer y el buga, qué pasión tan raro pensé, pero era tan dichosa que obvié cualquier razonamiento, no era el momento para hacer análisis sino para dejarse llevar. Ay, Espejo Mágico, dime que detrás de ti existe otra dimensión para mi identidad transfronteriza que quiero zozobrar en la mar de tus labios, hundirme, desaparecer.

El estruendo de unas carcajadas contaminaba la atmósfera. No se rían, gemelocas, lo que les he contado fue un sueño, no un chiste. Perdónanos, Lady Macha, es que fue muy gracioso imaginarte desnuda, toda tú llena de “llantas” exclamó una, y de doble rodada, apuntó la otra. Soy una gordita sabrosa, par de hienas de Botswana. No te enfurezcas, Lady Manta, nosotras también sabemos lo que es amar de manera unilateral. Sí, desear en una sola dirección, es como avanzar por un puente de un solo carril. Desde luego, Lady Magna, es el amor como en la física cuántica, pura incertidumbre. Exacto. El amor no es una ecuación. Ni una receta de alta cocina. Ni un vestido pret-á-porter. Tampoco viene con instructivo. Ni con garantía para devolverlo si resulta defectuoso. No es como decir “enchílame otra”. Ni cosa de niños. ¿Pensaste que sería como pedirle a Dios? Ay, Lady Manta, nomás hay de dos sopas y la de fideos se acabó. La bebes o la derramas. Te chingas o te jodes. Lady M escuchaba a las mellizas rugir como dos aparatosos altavoces sin comprender exactamente lo que pretendían explicarle. Las había encontrado fuera de su casa y ahora deseaba echarlas o dinamitarlas, maldiciendo el segundo gay en que se le ocurrió invitarlas a entrar. Luego enamorarte de un buga, eso es un suicidio asistido. Qué inocente. Habiendo tanto macho homosexual. Dalo por muerto, querida. Empieza de nuevo, Lady Mala. Tú si que no te conformaste con estar jodida sino hasta loca. Mente enferma. Las risas de aquellas le “deslocalizaban” los nervios. Lady M deseaba tomar un arma, apuntar su sien y disparar. Adiós mundo queer. Pero la perorata de Escila y Caribdis retumbó en su mente durante muchas horas más. Quizás durante un par de días, un mes o más. Estamos hechos de añoranza, de genes de melancolía recalcitrante. La imprecisión era lo único claro que tenía Lady M en su cabeza.

A través de las noticias por Internet Lady M supo del mal clima para las siguientes semanas, de los atascos diarios en las avenidas de la urbe, de los vuelos cancelados, los ataques suicidas, los incendios en Europa pero ni en su horóscopo ni en el tarot halló novedades de Espejo Mágico. Uno no se difumina por arte de magia, pensaba, si acaso se disuelve lentamente debido a la poderosa acción corrosiva de la sociedad. Abatida por la incertidumbre se decidió a buscarlo. Soy incombustible y nadie me verá caer; apeándose de su desánimo casi crónico, eligió el mejor look para asaltar las calles repletas de manadas de turistas, rebaños socialités, manifestantes y nativos beyondeados en su propia geografía. Con su glam todoterreno se hizo al exterior pero sus fuerzas flaquearon apenas hubo recorrido un par de cuadras. Sumida en el silencio como quien cae al vacío remitió sus buenas intenciones y regresó a su casa. En la prensa de ese día anunciaban, entre otras noticias, que las pestañas telescópicas de Penélope Cruz eran postizas; ah, qué barbaridad, exclamó Lady M y se declaró vencida: es tan corta la noche y tan largo el desvelo.

Lady M apareció detrás de la puerta con la estampa de una verdadera reina. Luego de una temporada en El Infierno –el spa de moda-, volvía a Chau renacida y más intrépida que nunca. Todos sabían de su triunfo: había conseguido que encarcelaran a Álter Bugo y obtener una cuantiosa cantidad de pesos como reparación del daño moral sufrido a causa de la fotografía que publicara aquél. Avanzó por los pasillos de la redacción como si no tocara el piso (te amo, Ferragamo), casi levitaba, sonreía a todos, se deshacía en gajos de amabilidad y hasta parecía más delgada. Objeción: no parezco, estoy menos gorda. Llegó hasta su escritorio, se sentó frente a su computadora, cruzó las piernas y se dispuso a trabajar. El diablo no sólo se viste de Prada sino que a veces se disfraza de sí mismo, escribió. Así yo esta mañana he decidido representarme a mí misma y continuar con mi vida, locas. Yo también me merezco una alegría. ¿Por qué? Por queer yo lo valgo.


CÉSAR RICARDO AZAMAR CRUZ

Agosto, 2007

1 comentario:

David dijo...

Hola Ricardo, aqui el angel frustrado visitando tu blog. Pues ya tuve la oportunidad de escuchar de ti el cuento, sabes que me gusta escucharte y pues más leerte, pues descubro mucho más de ti por medio de tus escritos. Bueno, pues cuidate, nos vemos.

El filósofo