viernes, 1 de febrero de 2008

MURIÓ LA PERRA MACIEL

Murió. Y sin duda con olor a santidad, dirán sus secuaces, aquellos que como la muerta, son culpables de todos los crímenes que ésta, la legionaria de cristo -su cristo- cometío durante décadas a innúmeros de jovencitos -ilusos y desgraciados- que cayeron en sus fauces apestosas. El funeral fue un circo en el que su fanáticos cantaron loas a su obra (putrefacta, supongo yo), su legado (un centenar de denuncias contra sus abusos) y su deseo de beatificarlo.
Sí, beatificarlo. Murió -la perra- sin pedir perdón ni enfrentar la justicia -la justicia inteligente que escasea en la Tierra-, y encima de ello, sus congéneres -rabiosos y cegados por la mala leche de este ser infernal- aspiran a promover que sea elevado a los altares (en un palo lo habría puesto yo hasta que se derritiera, él, no el palo, por supuesto). Y como la jerarquía católica está urgida de nuevos santos -los que tienen ya no le son suficientes- seguramente nombrarán beato a este pederasta asqueroso -por hipócrita- que tuvo a bien morir lejos de esta tierra. Allá lo habría dejado yo para que pudriera otros suelos. Pero sin duda, muchos se han creído el falso pronunciamiento de la perra purépecha, la arzobispa de Morelia, a quien cito: "Todos estamos manchados, todos los hijos de Adán nacimos manchados del pecado -manchada nació y vive así ella-, pero dios -se refiere a su dios-es misericordioso -a lo que ésta entiende por misericordioso- y su buena intención no tiene duda - la intención de la perra muerta, desde luego- y fue servir a la iglesia- servirse de su iglesia-. Como podemos leer, la obispa no solamente no sabe expresarse sino que su agramaticalidad torna inverosímil -falso, hipócrita- su discurso. Será su estilo, supongo.
Pero ya vendrán nuevos aires para quienes reclaman -exigen- justicia. Ya habrá ocasión de que otro dios; éste sí, justo y sin tanto intermediario vuelva sus ojos a quienes le demandan su presencia. En tanto, celebremos que el gobierno de este país tuvo el mal gusto de lamentar el deceso de la bestia legionaria; sólo así se evidencia -y se demuestra- la cal del sepulcro blanqueado de la que todos están hechos. Así sea.

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