martes, 24 de febrero de 2009

A VECES SUCEDE...

Amanece. Los pronósticos del clima no son favorables: contengencia ambiental y bajas temperaturas por la noche. Yo que soy de madrugada me siento papel. ¿El papel siente? ¿Qué papel asume quien siente?
Avanzo. Un pronóstico no consigue detener el mundo. Me visto de armonía y maquillo los residuos que el insomnio ha dejado en mi piel. Pozos de melancolía desfasada.¿Quién llora cuando ya no toca hacerlo? El sol me proyecta en otros yoes que caminan próximos a mí. Fragmentos de una identidad en fuga. Hace frío. Al menos eso siento. La rutina marca la agenda y de este modo consigo eludir la pregunta respecto a qué hacer. La vida diaria es un reloj atómico. Me atomiza.
Desespero ante el esfuerzo vano -así parece- de caminar con un look tan impersonal. Urgencia de hablar (y recibir respuesta), necesidad de tocar (y ser acariciado), desesperación por replicarme (y no en un espejo). Me pregunto si no estoy en la antesala de la locura. Pregunta contingente. Stop. La luz del semáforo cambia al verde y decido avanzar.

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