miércoles, 19 de diciembre de 2007

NAVIDAD EN NOVIEMBRE

Hace tiempo asumí la utilización de este espacio como el sitio que me ofrece la posibilidad no sólo de quejarme – reviento si no lo hago- sino también incidir en la opinión de mis lectores a través del análisis y crítica de situaciones de carácter político –todos somos políticos en tanto que adoptamos posiciones ideológicos y asumimos decisiones que repercuten en otros-, sociales –no soy una isla- y culturales en general. Agradezco a todos la visita a este blog –que ha cumplido ya un año de existencia- y les recuerdo que sus opiniones y comentarios son valiosos. Dejemos el güiri güiri y empecemos a demoler esta realidad que si no se deconstruye, harta.

¿Qué le van a pedir a Santa Claus, Papá Noel o al Stalin piñero? ¿Qué van a regalar -a costa de endeudarse- a sus seres queridos o no, pero hay que darles algo, so pena de no demostrar lo su-fi-cien-te-men-te que los quieren de verdá? No me digan que aún no lo saben porque este año la navidad está presente ¡desde septiembre! No exagero. En wall mart desde finales del séptimo mes están en no tan discreta exhibición artículos navideños; ahí empezó el desorden o la euforia, según se quiera leer. Y en la primera semana de octubre descubrí horrorizado –sí, así me sentí- en plaza américas –las minúsculas son adrede- el árbol de navidad. Nomás echaba de menos la nieve –artificial, of course; el cambio climático no permite ese lujo-. Faltaba mes y medio para que empezara diciembre y casi dos para nochebuena, pero la economía que no entiende de calendarios había impulsado la erección de ese pino ridículo en vísperas del Día de Muertos (y de mi cumpleaños, craso error). Después todo fue cuestión de observar; la fiebre navideña empezó a inundarlo todo y como pandemia se extendió por toda la ciudad el “espíritu navideño” (¿Ajá?).

¿Quién está detrás de todo esto? Pues la insaciable voracidad de los mercados que corrompen todo cuanto tocan. La ridiculez fue tal que la publicidad se anotó varios hits con sus intentos de “justificar” su hambreada vocación de títere mercantilista:

1. Ven a disfrutar de nuestro noviembre navideño. ¿De quién podría ser semejante asnalidad? ¡Adivinaron! De Liverpool. Con ese comercial nos invita a todos a comprar por adelantado; más cómodos, con menos prisa, con mayor generosidad los regalos para nuestros afectos materialistas.

2. Crediland, la tienda de Santa Claus. ¿Y yo soy un mega pendejo? Si el personaje rojito más rojito que Fide es un mito, ¿cómo es que ahora tiene casa? O sea, Santa no sólo viste a la moda sino que vive cerquita de nosotros. Le pediré asilo. Si alguno de ustedes lo tiene de vecino, me lo saluda.

3. Porque ellos ya lo tienen en mente ¡apártalos! Así gimotea el comercial cutre -¿puede ser de otra forma?- de Chedraui y concluye avisándonos que ya están disponibles infinidad de modalidades de pago –léase endeudamiento- para apartar y pagar “a tiempo” los juguetes de los “reyes del hogar” –tiranos, querrán decir- que ya han elegido. ¿Puede un niño elegir cuando se le ha bombardeado constantemente con publicidad de matel –chafa- y demás empresas desde el espacio de chabelo?

4. Porque la navidad se adelantó… ven a la Comer y compra, compra, compra. Se tiran un ridículo sketch en el que se asegura que Santa Claus tiene mucha chamba precisamente porque esta vez los festejos decembrinos ¡ya están aquí! (yo volví mi cara a todos lados y no vi nada)

No hay que ser especialista para darnos cuenta de la manipulación monstruosa de la que somos objeto a cada instante; a que no se nos insta a participar de una cultura de ahorro, del reciclaje, de la responsabilidad en todos los sentidos, a modificar hábitos alimenticios que nos han convertido en una masa obesa, hipertensa y diabética, a vivir un día sin TV –de paso ahorraríamos energía eléctrica y no comeríamos los bodrios que nos anuncian los comerciales-, a buscar y ejercer prácticas que contribuyan a frenar los daños al medio ambiente. ¡No!. La orden es comprar –endeudarse cabría expresar, porque el grueso de la población no puede darse ese lujo; no deberíamos caer en semejante trampa-, adquirir hoy y pagar después para alimentar la dinámica de una deuda creciente que hace felices a muy pocos.

¿Ya contabilizaron cuántas casas de empeño existen en la ciudad? Ya ni decir si están reguladas o no. La respuesta ustedes la saben. Así como este año “la navidad se adelantó”, no nos sorprenda despertar un día en un país en ruinas debido al colapso económico provocado por una crisis financiera, harto tiempo anunciada,"que se adelantó", pero de ello ni una sola palabra, como diría Pau –para no echarles a perder la felicidad que esta temporada suscita en muchos.- Feliz Navidad a todos en noviembre… y los dejo, porque me voy de compras a Zara.


Texto escrito inicialmente el sábado 17 de noviembre de 2007

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