miércoles, 2 de enero de 2008

CHARLA CON...

a LRMA
Para romper el lugar común es necesario caer en otro: la excepción de la regla. Lo cual no significa que demos vueltas en espiral sin conseguir llegar a un punto más preciso y alejarse de la ambigüedad. Existen, como refiero, excepciones.

Expreso lo anterior, porque este día, el primero del nuevo año, hemos coincidido (léase mi héroe y yo) con un joven de 17 años cuyos puntos de vista sobre diversos temas no dejan de resultar inusuales, dada la cantidad de adolescentes - y personas en general- repletas de asnalidad o desbrujulados. En cambio, escuchar a Luis Ricardo, un chico que por el sólo hecho de "su circunstancia" y según los parámetros del naturalismo, tendría que estar lejos de las aspiraciones y pretensiones de Pisa, habitante de una las zonas más complejas de este país en la que ha nacido y crecido –para bien y no tan bien-, y sucede que no es así.

Él es un joven que tiene posturas políticas o ideológicas, según se quiera leer, si no claras al menos no nebulosas o ausentes como muchos de su generación y sabe que en este momento no conviene ser un "joven panista porque no se puede aspirar a una beca" (asocia el panismo con cuestiones "burguesas"); también señala "tampoco es aconsejable ser del PRD; debe convenir declararse del PRI ¿no cree?". Si yo fuese diputado o tuviese un "puesto político", me sentiría decepcionado conocer la opinión que de este discurso tienen los jóvenes, pero ¿acaso les interesa conocerla? Si algo está alejado de la vida diaria de muchos de los mexicanos no es la estratosfera sino la clase política nacional, a la cual le resulta ajeno todo.

Resulta grato deambular por las calles céntricas del DF, en la compañía de alguien que es capaz de manifestar su admiración por Frida Khalo (y además conoce la obra de la artista), su gusto por asistir a conciertos en Bellas Artes, la lectura y sobre todo, una verdadera pasión por las matemáticas. No es un genio ni una celebridad sino un individuo extraordinario en el sentido más amable del término.

El viento del Norte empezaba a barrer las hojas caídas sobre Reforma cuando le dijimos hasta luego en esa tarde fría de un inusual invierno con la promesa de coincidir con él, la próxima primavera.

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