viernes, 12 de febrero de 2010

DESCIFRANDO LA MIRADA

Descifrar significa literalmente declarar lo obscuro, intrincado y de difícil inteligencia (Diccionario léxico hispano). Sin secreto; lo que no impide que exista misterio, lo inescrutable aun para la luz. ¿Es visible la luz para sí misma? Descifrar la mirada implica sentar a los ojos en el banquillo de los acusados y obligarlos a confesar lo que han visto. Sinestesia pura. ¿Con qué lenguaje hablarían éstos y qué nos revelarían? ¿Podría la razón entender este idioma? ¿Cuánto silencio cabe en una mirada?
Apostaría que el lenguaje de la mirada es el erotismo. Esa suerte de magia, de campo electromagnético amoroso que envuelve a los cuerpos y que es percibido (a veces) cuando entra en contacto con otro campo. Los cuerpos acá reducidos a meras cargas puntuales. El erotismo no tiene sexo ni género ni clase social ni raza ni etnia y si un lenguaje que llamaré silencio.
No comparto la pasión por la causa zapatista porque ignoro cuánto desconozco de la misma. Y sin embargo, creo con Scott que el conocimiento se obtiene a través de la visión, y la visión es una percepción directa, no mediada, de un mundo de objetos transparentes. Me mantengo con los ojos bien abiertos para que la realidad no me pase por encima sin ejercer resistencia.
Comparto la necesidad (¿urgencia?) de hacer un alto y redireccionar el sentido de lo que llamamos progreso, modernidad, nueva era. Afirmo con la ingenuidad del creyente que otro mundo es posible.
Yo también milito desde otros frentes. Apuesto por la desrepresalización de los cuerpos, por su visibilización, por el reconocimiento de los suejtos y sus legítmas existencias. Incitarlos a su liberación: devolver a los cuerpos la libertad para vivir su deseo. Cualquiera que éste sea. Sin letras chiquitas al calce de los mismos. Otro mundo sí es posible si se consigue dialogar desde las diferencias.
Hablo por mi diferencia, repito con Pedro Lemebel. Desde mi voz muchas veces silenciada y desde mi mirada que educo en la perspectiva de género: ningún estado de marginación surgió espontáneamente, la subordinación de los sujetos tiene una historia. Ahí hay que volver y (tratar) de entender el entramado en que se fue configurando el amo y el esclavo.
Hay que recuperar o inventar una erótica de la existencia. Rescatar los cuerpos de los regímenes a los que ha sido y es sometido constantemente. Liberarnos de la tiranía de la razón sin que ello signifique abandonarnos al sentimiento. Al contrario, devolver corazón al pensamiento y sensatez a la emoción, incluso dejar un espacio para vivir la magia, aquello que siendo invisible acontece en nosotros. Voluntad para vivir manifestándose como afirmó Reynaldo Arenas, con imaginación, por puras ganas de construir algo útil, para no sucumbir a la tentación de olvidar. En definitiva, no más una existencia en la que no quepa la pasión y sobreabunde el egoísmo.
Xalapa, Ver., viernes 12 de febrero de 2010
Scott, J., (2001) “Experiencia” en La Ventana. Revista de Estudios de Género, número 23, Universidad de Guadalajara, pp. 43-73.

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