martes, 26 de octubre de 2010

DE LA INTOLERANCIA Y OTRAS VIRTUDES

Me han llamado intolerante más veces que por mi nombre. Sí, lo soy, empezando por mi intolerancia a la lactosa hasta mi declarada aversión hacia la cenutriez. ¿Debo permitir que estos males pasen por mi cuerpo a fuer de ser políticamente correcto?
He sido señalado por estar 'fuera de lugar' y obviado cuando creo estar 'adentro'. ¿Rabia? Sí. ¿Cansancio? También. Revanchismo, nunca. Llega el momento -ah, la edad- en que se es capaz de mirar hacia atrás sin nostalgia ni rencor, con una suerte de cariño propio como si se quisiera a otro, a ese otro que también nos habita.
Y sin embargo, todavía se estrellan sobre mi cuerpo dardos como éste: te odio de manera poética -sic-. ¿Cómo se responde a un odio de esta naturaleza? ¿Necesito cargar con una metáfora más sobre mi cuerpo para devenir tolerante? Porque por no asumir una declaración de este tipo se me acusa de intolerante. ¿No he tenido ya suficiente con los odios reales por los que he pasado como para verme afrentado ahora por uno metafórico? ¡Jesuqueersta! ¿Desde cuándo al subalterno se le niega -a priori- la posibilidad de la agencia?
Mi geometría da cuenta de un vivir en resistencia y no por ello declaro mi vida una agonía, sino un tiempo bien vivido. Y sin embargo, guardo en cada cicatriz -pequeños mapas de los espacios andados- una enorme esperanza en la idea de que otros mundos, son posibles. Hay que construirlos, sí.
Así va el mundo, el mío, of course, que el otro es bastante grande como para abarcarlo. En todo caso, no es mi meta.

No hay comentarios.: