jueves, 23 de diciembre de 2010

DESCOLONIZAR LA IMAGINACIÓN

En el alba del fin de año (y de la primera década de este siglo, pródigo en desgracias de todo tipo) aún es posible toparse con buenas noticias, si el sustantivo permite ilusamente ser adjetivado. En la Argentina se ha condenado a cadena perpetua al criminal (lo de ex dictador es una cuestión que yo no entiendo, ¿se puede ser ‘ex’ dictador?) Jorge Videla. Una noticia, que aunque llega tarde, adornará de menos grisura las celebraciones decembrinas de cientos de víctimas de este tipo que sembró el terror en el Cono Sur. Una suerte de justicia y reparación aunque no sea posible cambiar la realidad. Peor es nada.

En México, en cambio, nos desayunamos con la noticia de los treinta millones de dólares que la familia de diego ceballos pagó por su rescate. Felices ellos, supongo. A mí me da rabia. Yo no hallo motivo para celebrar dicho acto, pues conociendo la calaña de político que es y ha sido, no es exagerado aventurar que mucho de ese dinero fue obtenido de manera turbia en su paso por el serivicio público, es decir, ese rescate (muy probablemente) se pagó con una buena parte de dinero de l@s contribuyentes. Ahora no son bastantes quienes recuerdan la manera ilícita en que este sujeto adquirió distintas propiedades en el pasado reciente. Pero como en este paisito somos proclives a olvidar, las cosas pasan sin que se exija la explicación de cómo han ocurrido.

Si los cenutrios olvidan lo que ha ocurrido unas horas atrás, qué pueden recordar sobre sucesos acaecidos hace diez, veinte o treinta años; algunos recuerdan de puro milagro el día de su cumpleaños, otros, ni eso. Una gran parte de mexicanitos no son capaces de reclamar justicia, reparación ni de exigir reivindicación alguna porque han pasado por alto el expolio económico, afectivo, educativo y de otros tipos, que ha padecido y sigue padeciendo. El olvido es una estrategia de supervivencia, una política de estado, pero también una forma de aniquilación. Así parece ser la suerte de la gente de este país.

Aún recuerdo las declaraciones de monseñor mullor asegurando que maciel –el verdadero siervo de dios- fue una ‘mancha artificial’ en el pontificado del papa cirquero. O a la canis ladrans del Anáhuac enunciar sin vergüenza que ‘existe mucha podredumbre en algunos mexicanos’ (no se mordió la lengua porque habla con la cola la miserable). Si aceptamos este tipo de declaraciones como verdad, entonces podemos tragarnos sin dificultad que dios es amor, que cristo resucitó al tercer día, que superman existe, que la barbie es inteligente y yo soy el hombre más feliz del mundo. La mentira vertebrando las relaciones entre unas y otros, como lo ha evidenciado wikileaks.

¿Qué podemos esperar para el año que se avecina? Lo ignoro. Pero no una mejoría en las maneras en como se ha venido conduciendo la política de este paisito y sí un empeoramiento de la realidad cotidiana de bastantes (el inverosímil aumento –de menos de 2 pesos- al salario mínimo -ínfimo- sólo confirma el absurdo que significa vivir en México). Para cambiar los hábitos adquiridos hay que modificar las condiciones (ambientales y sociales) en los que éstos se desarrollan, lo que puede entenderse como largar lejos a quienes nos des/gobiernan (que los secuestren y no nos lo devuelvan), sellar la boca de quienes se asumen como voceros de nuestras necesidades, salvaguardas de los valores (¿qué se entiende por valor?) y demás sandeces.

A mí el arribo del nuevo año no me significa ninguna esperanza que no me haya dado ya, en otro tiempo, la idea de darle a la gente de este país una educación crítica que le ayude a desasnarse (descolonizarse la imaginación) para pensarse y actuar, de otra manera. Es posible. Lo creo.

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