jueves, 25 de octubre de 2007

ESTRESIS*

La experiencia de planear, elaborar y concluir una tesis se parece a la vivencia amorosa: sólo puede explicarse en primera persona, aunque existen muchas situaciones más que solamente pueden referirse desde el Yo. Pero lo describo de este modo porque es hasta el momento en que uno se ve impelido a llevar a cabo un trabajo recepcional, que empieza a sentirse por igual el estrés que causan las expectativas y las limitaciones que suscita, y dentro de este amplio espectro caben los aciertos, las horas dedicadas a la localización de material, la redacción de notas, los compromisos laborales, la corrección de estilo, etcétera, sobre este proceso desolador, compartiré con ustedes.

¿Qué relación amorosa no genera alta tensión? Porque una vez pasada la primera fase, la del enamoramiento, lo que sucede después es un estrés constante y continuo por quedar bien, por amar más, por mantenerse enamorado. Igual ocurre con la realización de una tesis. Una vez elegido el tema –emocionado, supongo-, empiezan las dificultades: la búsqueda de bibliografía que suele aparecer en todos los catálogos y pocas veces en las estanterías de las bibliotecas: porque está prestada, porque fue sustraída, porque no aparece en ningún lugar.

Según el tema de estudio, el problema de la bibliografía se extiende hasta la inexistencia de material actualizado, no traducido al español, a la necesidad de viajar a la ciudad de México o adquirir los textos a través de compras por Internet con la consiguiente inversión de recursos económicos y de tiempo libre. Pues el poco que nos queda disponible hay que negociarlo con los compromisos laborales, sociales y desde luego, amorosos.
Si uno consigue hacerse de la bibliografía tras sortear el intricado mundo de las imposibilidades bibliográficas viene el momento de la lectura de los textos y la redacción del trabajo recepcional y con ello, el estrés de no contar con un tiempo destinado a tal actividad. Porque muchas de las veces, uno ya se encuentra parcial o totalmente inmerso en el mundo laboral, y en consecuencia, se han adquirido responsabilidades que de no cumplirlas nos remiten inmediatamente al extrarradio de la población económicamente activa.

Así, el tesista surfea entre mantener el compromiso laboral (que le permite magros ingresos económicos para sobrevivir y adquirir –en pagos chiquitos- ciertos materiales) y realizar avances de la tesis “cuando le es posible” o vivir a expensas de una cada vez más limitada caridad familiar (que a veces incluye a los amigos, la pareja, otras personas) y emplear ese tiempo libre para desarrollar la investigación que le permita concluir un trabajo que lo llevará a adquirir la etiqueta de licenciado.

Si hasta este momento uno decide continuar con la realización de la tesis es porque ama el trabajo, porque el proceso se ha vuelto irreversible o nos hemos hecho adictos al estrés. Porque a continuación viene la búsqueda de un lector que posteriormente se convierta en el director de nuestra tesis. Y un nuevo problema está servido: no hay catedráticos dispuestos a dirigir una investigación –las razones pueden ser muchas-, no existen académicos competentes en el ámbito de la propuesta presentada o el trabajo planteado representa una amenaza profesional para el posible asesor. Saber elegir el director de tesis implica conocer a sus enemigos académicos (no sea que muramos a mitad del fuego cruzado entre ambos bandos, y esto, también estresa), sopesar la importancia que daremos a la valoración que éste haga de nuestro trabajo, considerar las exigencias que puede acarrearnos su asesoría, etcétera. Algunos somos afortunados y coincidimos con directores competentes y generosos, que atienden nuestra solicitud y nos enseñan en cada reunión de trabajo, de manera que la investigación se enriquece y uno recupera la emoción y las ganas de continuar con la redacción de la investigación recepcional.

Concluido la redacción de nuestra tesis, llega el momento de presentar el protocolo del trabajo, de dicha valoración surgirán nuestros lectores, el prejurado, que emitirá su dictamen al término de la lectura de nuestra investigación. Durante este compás de espera, los ateos rezan solicitando un milagro –que les aprueben el trabajo-, y los que están convencidos de que su investigación está fundamentada y redactada de manera conveniente, sólo aguardan el veredicto aprobatorio. La revisión de notas –si las hay- es el preludio del parto, del despegue definitivo; es el lugar desde donde uno espera la fecha del examen profesional.

Después todo sucede en caída libre: una última revisión al estilo, la impresión de los ejemplares, la redacción de la presentación del trabajo ante el jurado, el lugar de la celebración y el look para ese día. ¿Qué hay en el instante previo a la hora del examen? Pues estrés y más estrés, no sea que una pregunta del jurado nos dejé fuera del juego final. A eso es lo que uno teme, a un error de último momento. Porque es ahí, delante de los jueces y de los testigos – si existen-, cuando uno recibe de golpe el recuento de todo lo realizado para llegar hasta ese instante. Quienes ya han pasado por ese trance, saben a qué me refiero, los que estarán ahí, entenderán entonces como todo se conjunta en un solo punto con una presión creciente que sólo desaparece –y eso es un decir- cuando uno escucha la palabra ¡aprobado!

Xalapa, Ver., miércoles 17 de octubre de 2007
*Texto leído el martes 23 de octubre en el Salón Azul de la ex Unidad de Humanidades a propósito de la experiencia de elaborar una tesis, esto en el marco de la mesa "Tesistas" que formó parte de los festejos de 50 aniversario de la facultad de Letras Españolas de esta ciudad.

1 comentario:

magito dijo...

estresis es lo que yo tengo ahora que voy a empezar a transitar los mismos caminos que tú ya inauguraste por los derroteros de la Queer theory pero aplicada a la poesía del señorón Abigael Bohórquez de quien espero pronto tengamos la oportunidad de compartir unas lecturas o algo a ver si comienzo desestresarme o a desestreisarme porque los asuntos de la trésis dan lugar a diversas figuras del pensamiento tales como conocidas variantes de trabalenguas como: el estudiante estresizado se quiere desestresizar aquel que lo desestresizare buen desestresizador será
cuídate mucho
un abrazo

*magito*