jueves, 25 de octubre de 2007

YO SANTA*


Abrir un libro implica una aventura de la inteligencia.
Luis Arturo Ramos

Presuponer que comentar el contenido de un libro es una actividad sencilla es un error, pues no se trata de enumerar las razones para leerlo o los argumentos para rechazarlo ni tampoco de tejerle una filigrana de adjetivos que terminen por anular un texto interesante o por inventar a un escritor. También sería absurdo esperar que el libro se anuncie solo acompañado de un arsenal de buenas intenciones. La pregunta presente entonces es ¿qué hago aquí? La respuesta no es simple pero intentaré satisfacer tal reclamo.

Estoy aquí traído por un libro, El mundo de Santa, aunque parezca lo contrario, no es evidente, porque para llegar a ustedes se ha puesto en marcha una maquinaria que involucró personas, instituciones, probabilidades y pronósticos del tiempo, por citar algunos ejemplos. Estoy aquí porque cuando cree que se ha ido resulta que está de regreso. El tiempo –lo sabemos- es lineal, continuo e irreversible según las leyes de la física; pero en el recuerdo, la coordenada temporal siempre es presente. Y lo podemos comprobar si abandonamos nuestras incertidumbres reales, las de la vida cotidiana y nos permitimos caer dentro de El mundo de Santa. Así ha titulado al libro el maestro José Luis Martínez Suárez; y aunque él escribió el texto resulta que ese mundo narrado no le pertenece; ni es de ningún modo de Federico Gamboa quien “inventó” a Santa. El mundo es de ella, y como tal, es la anfitriona con la que deambularemos a través de las páginas de esta investigación.

Dentro del mundo de Santa nuestra función lectora nos tornará individuos, ciudadanos, conocidos “reales” de esa virtualidad que es el mundo narrado. Porque al interior del texto no seremos sujetos extraños sino protagonistas del universo en el cual surgió Santa, toda vez que son los términos individuo, ciudadano, sociedad los que le preocupan a Martínez Suárez, hasta convertirse en los ejes de sus investigación, porque estos son “conceptos configuradores en el espacio del liberalismo primero y, posteriormente dentro del positivismo, se unifican ideológicamente durante el porfiriato” (:6). Exponer esa doble moral de la época porfirista es lo que motiva la investigación del autor, a seguir, de algún modo, las huellas de Santa.

A José Luis Martínez Suárez le preocupa qué ocurre con la libertad del individuo durante la dictadura de Porfirio Díaz. Cómo se vive, se piensa, se ama, se sufre bajo un régimen que asegura favorecer la libertad del individuo la cual –se supone, según los ideales del positivismo- llevará al surgimiento del hombre nuevo. A lo largo de las páginas de este libro, caminando siempre guiado por el autor, nos es revelado el contexto social de una época que creyó que era posible alcanzar una sociedad armoniosa donde el azar y el error (la enfermedad, los vicios, los males sociales) quedarían fuera de ese orden casi matemático.

Tal pretensión, ¿no se parece a lo que hoy queremos alcanzar auspiciados por la ciencia y la tecnología? Los mismos instrumentos que aspiraban llevarnos al máximo bienestar son los que generan las cantidades gigantescas de desempleados, marginados, entes raros y solitarios que además de invalidar la tesis de que el progreso torna todo en confort, afean al mundo en su conjunto; para muchos, esto es lo más terrible de este error del mundo posmoderno.

Imaginemos que debemos explicar el mundo de una prostituta, sus relaciones con las personas, las autoridades, la moral vigente; en principio habría que llamarla sexo servidora; no vivimos en la dictadura de Díaz pero se mantiene vigente la corrupción, tal vez no exista el desprecio social –estoy siendo optimista, lo sé- pero sí está presente la discriminación de género, la misma desigualdad social; el anatema religioso perdura y cambiaríamos tuberculosis por VIH o el virus del papiloma humano y mantendríamos actualizada la sífilis y la pobreza extrema. Ésa es la realidad que constituye El mundo de Santa, el que acertadamente Martínez Suárez nos va explicando, no porque no seamos capaces de encontrar la analogía entre aquél universo y éste que habitamos, sino que su mirada crítica incide en el fracaso de la política porfiriana en el intento de crear un hombre nuevo, y en consecuencia, una sociedad renovada; orden y progreso era la consigna y lo que se palpa en el ambiente –así lo percibimos al leer el texto- es el caos creciente. El individuo del porfiriato no es tal, el ciudadano es sólo una ficción del discurso político de principios del siglos XX, la sociedad es el lugar por donde desfilan todos los males que el régimen pretende vencer –o al menos ocultar-; un manicomio grande donde caben todos los locos, “los desviados y anormales” de aquél nuevo siglo.

Han transcurrido más de cien años desde que Santa apareció en la literatura mexicana y su vigencia obedece, tal vez, a que en sus páginas se actualiza una realidad conocida por nosotros, ciudadanos y lectores del siglo veintiuno; porque la literatura como señala el autor: “no es propiamente un saber sino una práctica específica en la ideología situada en el nivel de lo vivido, sentido, y percibido” (:155)

El mundo de Santa es también el mundo de cada uno de sus lectores, individuos, ciudadanos, sujetos de dos mil siete atrapados en la aspiración positivista del orden y el progreso, que a diferencia de aquellos habitantes del México de 1903, si somos conscientes –eso quiero creer- de que el discurso liberal, la moral laxa y los avances científicos y tecnológicos no son la panacea que redimirá al hombre y a la mujer del nuevo milenio; si acaso son las causas de la entropía creciente, la desesperanza nuestra de cada día y de la libertad condicionada y cada vez más acotada que nos tocó vivir. Pero en El mundo de Santa, también encontramos que no está escrita la última palabra, que no todo es fatalidad, que mientras existan individuos sensatos – ahora cada vez más escasos, cierto- habrá además, una esperanza.

Xalapa, Ver., 4 de octubre de 2007
*Texto leído el viernes 19 de octubre de 2007 en la Casa de Cultura de Coatzacoalcos, con motivo de la presentación en dicha ciudad, del libro publicado por la Editora del Gobierno.
Cabe aclarar que el reportero del diario (¿?) El Liberal del Sur ha hecho uso de una parte de este material sin otorgarme el crédito. Así que cualquier coincidencia entre este texto y una paginita de aquel tabloide es un plagio.

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