lunes, 23 de noviembre de 2009

PICHUCALCO

Lo positivo de seguir vivo en un planeta cuyos habitantes cada día animan a desalojarlo, es que cabe alguna vez, toparse con sorpresas gratas. Como la de reencontrase con algún afecto, leer un libro cuya escritura nos revela algo diferente de nosotros mismo, viajar a nuevos lugares, conocer a personas con toda la intención de ser mejores personas. Que esto parece un milagro o una frase cursi, es posible, sin embargo, es también real.
Este fin de semana viaje al verdesísimo estado de Chiapas, en concreto a Pichucalco, como invitado para trabajar un módulo sobre la perspectiva de género en la planeación y elaboración de planes de trabajo, con un grupo de docentes de nivel bachillerato. La experiencia fue sorprendente. Primero porque siempre es grato trabajar con personas cuyo entusiasmo contagia y entonces, anima a hacer las actividades con mayor gusto. Después, porque si de algo carece la existencia humana en este tiempo es de esperanza. Y el empuje con el que este grupo de docentes realiza su trabajo y se esmera en actualizarse, no deja lugar a dudas de que otro mundo, es posible, como se dice por ahí.
De modo, que esta entrada es una forma sencilla de manifestar mi gratitud hacia todas las personas involucradas en este proyecto al que fui invitado. Y mi agradecimiento total a quienes participaron entusiastamente y con sus aportaciones, posibilitaron la realización de una serie de discusiones y actividades sobre la importancia de mirar el aula con perspectiva de género en el aula.
Desde que entendí que habitaba en el Reino de las Bestias, asumí como reto personal, combatir con mias armas, hasta donde fuera posible, tanta ignorancia institucionlizada, y por ende, estimulada para ser aprendida y reproducida a granel.Tarea en la que televisoras y algunos otros medios masivos se han esmerado, sin dejar de lado el frontal apoyo de las políticas públicas, el Estado en general y demás.
Es así, que el trabajo realizado este fin de semana ha significado beber un vaso de agua limpia y fresca en mitad de la aridez de la vida cotidiana. Ya sé que una golondrina no hace verano, pero siempre será preferible una a un estío desnudo de aves y de esperanza. Al menos a mí, a veces, esto me basta.

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