martes, 1 de diciembre de 2009

GENERATION LOST

Hace algunos años me entró la urgencia por mirarme a través de mis contemporáneos y emprendí una búsqueda de información para localizar a aquellos nacidos el mismo año que un servidor. Lo que hallé, cuando finalmente encontré alguna pista, fue una serie de datos de personas oriundas de España y nada en este paisito que (parece que) me niega la posibilidad de enraizarme patrióticamente.
Como el ajuar de reencontrarme no cedió, mantuve la búsqueda en stand by; y no fue hasta que apareció Facebook (sí, feisbook, que hasta Maruja Torres le canta loas) que reinicié la tarea. Al principio no fue sencillo porque no siempre se tiene el recuerdo del nombre completo de las personas con las que uno ha surcado fragmentos del océano en que nos ha tocado navegar. Otras veces, porque no cabe duda de que muchos de aquellos nacidos antes de los noventa somos "inmigrantes digitales" y no estamos habituados a utilizar las nuevas tecnologías más allá del teléfono celular o el power point. Y por último, que al parecer son pocos (de aquellos años los) quienes comparten mi necesidad de confrontarse en sus pares.
La causa de este desarraigamiento en parte es mía.Ya lo sé. La gran mayoría de mis contemporáneos creció compartiendo pertenencias: amistades, escuela, lugares de ocio, etcétera; mientras que yo, que por razones familiares, anduve de acá para allá y luego más allá, me fui dejando las huellas en distintos suelos al grado de no poder identificar cuáles son las mías y cuáles la de compañeros nómades como yo. La envidia del ave que va donde quiera se convirtió en herida, en la imposibilidad de ser árbol cuyas raíces están fijas a un punto.
Pero recientemente he ido localizando antiguos conocidos por esta maraña virtual que es feisbook. Y oh, sorpresa, mejor hubiera sido no indagar. He venido, visto y partido queriendo no haber observado jamás. Que el tiempo pasa, no me cabe duda, pero que pase como la maldita primavera y me maldiga sólo a mí es un complot perfecto: a reserva de que mi espejo me mienta, a mis contemporáneos la vida los ha tratado un pelín mal o al menos no han sabido disimular el ajetreo existencial, algo que estoy convencido, yo si he sabido capear muy bien. Pues aunque no soy un clon de Dorian Grey, creo que los trucos de belleza y algunos cuidados me han procurado un cuerpo y una apariencia menos supliciados. Lo que he mirado por este atisbo virtual no me ha gustado nada: panzas, calvas y arrugas. Y yo que pensé que mis canas -esas sí no las tinturaré- me afeaban.
De modo, que hubiera sido preferido no indagar, porque el que busca encuentra y el que halla se aguanta con lo que se encontró. además, al intercambiar unos cuantos mensajes y leer sus puntos de vista enmurados recuerdo porque no fui afín a mis pares. Mientras ellos iban de bonitos y bonitas, inteligentes pragmáticos, disfrutando de una envidiable posición social (que no intelectual), de una vida bella, yo prerseguía otros mundos (im)posibles a base de esforzarme por no quedarme en la cloaca en la que la clase me fue colocando. Lo refiero sin atisbo de envidia o resentimiento, que nunca se me han dado a mí estos adornos.
Disentí de sus puntos de vista cuando fui adolescente y difiero de su visión del mundo ahora que la mayoría ha cumplido con los mandatos de género: matrimonio e hijos y una defensa férrea del establishment (ese andamiaje que les ha permitido mantenerse en la comodidad de una existencia con retos cuyos resultados favorables están garantizados la más de las veces),precisamente todo eso que yo he resistido.
Mis objetivos son otros también válidos aunque sea necesaria una cátedra para intentar convencerlos de que es así. Y como no tengo intención de justificarme, no me queda más que cerrar perfiles, evitar establecer más contactos, huir lejos de eso que ya rehuí en otro momento y contentarme con haber tenido la oportunidad de mirar(me) a través de otros espejos y descubrir que la realidad cambia para seguir siendo la misma, sin patetismo, sin dulzura. La vida. Ya me toparé con mi generación en otro lugar, en alguna otra esquina y quizá el reflejo que mire sea distinto.

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