Un día no es suficiente para recordar solemnemente a quienes han muerto a causa de esta enfermad. Tampoco lo es para traer a la memoria que existen millones de personas que viven con este mal. No basta esta efeméride para intentar hacer visible el drama de quienes portan el virus.
No valen los anatemas, los reproches, las promesas, los discursos que se extravían en el laberinto burocrático que impide que lleguen los medicamentos a quienes los necesitan. Nada justifica que el dolor de muchos se pierda en el pozo de un olvido mal disimulado.
Quienes somos o hemos sido víctima de esta enfermedad; porque el virus daña en primera y tercera persona, sabemos que aún está lejano el ocaso de tanto dolor...
Por los amigos que han muerto, por quienes viven con el virus, por aquellos que se infectarán...
Mantengo encendida una vela en el corazón.
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Estoy por los que ya no están
por los que están a medias
supliciados
invisibilizados
por los que no pueden estar
y por si alguna vez
ya no estaré.
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