Desde hace algunos meses, al inicio del otoño, para ser más precisos, empecé a frecuentar un taller literario impartido en un acogedor espacio de la biblioteca pública de la ciudad de Xalapa, atraído por el sugerente título del mismo: "literatura y erotismo". Advierto, no fue el morbo lo que me enganchó sino la posibilidad de formar parte de un grupo en el cual predominaban las mujeres, de hecho, son mayoría.
Un taller con mujeres adultas, profesionistas todas, con distintas maneras de manifestar su ser mujer y sin filiaciones políticas ni ideológicas más que el deseo de asistir cada sábado y compartir sus experiencias vividas con la lectura. Sin necesidad de hacerlo enfático, no es preciso realizar una exégesis de los cuentos o poemas leídos ni transpirar erudicción; cada sesión es una oportunidad para compartirnos vida.
Porque hemos caído en la cuenta de que cada reunión es una posibilidad de exponernos, aprender, compartir, salir de la biblioteca con una idea, palabra, conocimiento nuevos. Con ganas de vivir, diría yo. Con la pila cargada.
Quizá al final de la "segunda temporada" esté narrando en qué parte de este proceso lúdico-literario estoy; pero ahora puedo señalar que ha sido muy gratificante escuchar las voces de estas mujeres que reservan un tiempo para ellas cada semana, tiempo que comparten con quien esto escribe. A ellas, ¡gracias!
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