lunes, 6 de septiembre de 2010

IGLESIA DEL MAL

¿Quién mejor que ella, la iglesia sangrienta, para hablar desde la fe, de Estado asesino? Le sobra autoridad y cinismo para denunciar lo que durante dos siglos le ha salido muy bien y sin apenas inmutarse: matar la voluntad de las personas, sujetarles la conciencia, descerebrarlos, despojarlos de sus bienes materiales, reducirlos a viles objetos obedientes, a sujetos residuales, basura que es desechada por ductos fétidos hacia los márgenes. Solamente una cínica y deslenguada así (¿alguien dijo inmaculada?), puede llamar Estado sanguinario a este país. ¿Quién le podrá el bozal a la canis ladrans?
La que no dijo ni un ay para dolerse por el sufrimiento de los cientos de menores víctimas de abusos sexuales de parte de curas pederastas, antes bien, se hizo la bruta, ciega y sordomuda y ahí murió. Esa misma es la que llama ahora al Estado asesino y sin ruborizarse siquiera con la sangre de tantos que yacen bajo sus pies. ¿Formo ya parte de ese estado que la falsa sin par crucifica? ¿Acaso yo cometo los mismos crímenes que en nombre de Dios ésta ejecuta? ¿Yo cobro por impartir indulgencias? ¿Yo renté la imagen de su santa guadalupana intocable devenida en caricatura prostituida por el mercado, ‘plis’? ¿Yo utilizo la excomunión como chantaje para desestabilizar la débil fe de sujetos taimados?

¿Soy yo quien condena el aborto desde el púlpito y lanza anatemas a las mujeres que pasan por esa circunstancia mientras callo ante el sagrario la pederastia del clero? ¿Yo llamo animales a las personas homosexuales mientras bendigo a la multitud no con el santísimo sino con la copa del mundial de futbol?

A la desmemoriada ésa se le olvida que muchos más llevamos cuenta de sus atrocidades, de sus canalladas, de su maleficio sin fin contra los más desfavorecidos y crédulos (que a veces son los mismos). A mí que no me venga con el cuento de que es una, santa, católica y romana, no se conforma con ser impía, hipócrita, obtusa y renegada, impedida para ver la metástasis que la corrompe y la hace delirar.

Lo que me sorprenda es que aún existan bastantes quienes apuesten por ese tipo de seres nefastos que hacen más daño a la humanidad que todos los virus y plagas que asuelan la vida de las personas, ciegos guiando a otros ciegos. Que maldiga hasta que se quede afónica: prueba de su divinidad es que puede ladrar sin morderse la cola ni la lengua. Ella, la cómplice de tantos desmanes (que no enunciaré para no darle más gloria), la que comulgó con dictadores, sátrapas y demás seres nocivos para la humanidad debería replegarse a sus deberes evangélicos, que para eso existe, según su justificación histórica -¿histérica?- o fingirse mosca muerta, que también le va muy bien.

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