sábado, 25 de septiembre de 2010

PALABRA DE DIOS, PALABRA MINÚSCULA

Palabra de dios (minúsculas obligatorias en adelante).Sandoval Íñiguez que tiene vocación de salvaguarda de la ley natural y de todo lo que ello implica, siempre desde su sapiencia y alta calidad moral que su investidura púrpura le confiere, ha vuelto a las andadas, es decir, no es que se fuera, sino que ha abiertos sus fauces benditas pero esta vez recolocado en el centro del reflector mediático y ha dicho: “Esas leyes [las aprobadas por ALDF] son dictatoriales, son contrarias a la democracia, denigran la representatividad de los gobernantes y de los legisladores […] y no pueden legislar contra la ley natural ni contra la voluntad del pueblo que desaprueba esas cosas…” (Subrayado mío).

Con toda esta perorata, el más humilde de los siervos de dios en tierra azteca concluye, que el jefe del gobierno capitalino es un dictador. Quizá lo sea. Porque quien no lo es sin duda, ni jamás lo será, es su santidad maculada benedicto 16 (el número da cuenta de la continuidad democrática de la vetusta institución) que gobierna sin pedir permiso ni dar cuentas a nadie que no sea su señor. No atenta contra la dignidad de los y las bautizadas la imposición de un obispo o un cura. Ni va en dirección contraria al sentido común negar las mentiras sobre las que se ha construido esa iglesia que denominan santa y tan fértil que nos ha salido en curas, obispos y demás servidores de dios con proclividad a efectuar prácticas pederásticas que bendice, promueve y oculta, el santo pastor.
No es pecado condenar al prójimo, instar a la multitud a despreciarlo y celebrar el odio hacia los otros, y luego comulgar con la misma boca sucia de tanta ofensa contra el caído en desgracia, como suelen practicar desde el púlpito infinidad de siervos de dios.

Tampoco es una tiranía la manera democrática en que se conforma –nunca impone, desde luego- la elefantiásica burocracia católica ni el método de dedazo con que se nombra a curas, obispos, cardenales y demás cargos pontificios, pues es el santo espíritu quien emite, cuenta y legaliza los votos que dan el cargo a unos y otros, no a otras.

La santa madre iglesia jamás ha conformado leyes que atentan contra la ley natural, pues insta a la santidad negando el cuerpo y con ello su materialidad y sus necesidades, limitaciones, deseos y posibilidades: el alma que lo habita está por encima de él. Si no hay más ley natural que la fuerza de la gravedad, no es de asombrarse que el vaticano sea una mole que va lenta en lo que a pensamiento progresista, crítico, sensato, racional, humanista se refiere. No atenta contra natura la bendición urbi et orbi, porque el universo entero está de acuerdo en que cuando el santo padre levanta la mano, queda bendito todo cuanto imagina que toca.

Es también la santa sede quien emite bulas, encíclicas y demás documentos papales siempre contando con el visto bueno de la cristiandad completa, al cien por cien, pues, jamás amparado en la hiperbólica figura de in personae Christie, que excluye toda posibilidad de confrontación, crítica y deconstrucción.

“Quisiéramos que las leyes injustas se revirtieran, que pudiéramos reflexionar y echar atrás esas normas, como digo, dictatoriales, y que un pueblo que quiere la democracia no debe permitir” concluye el cardenal. Coincido con él. Me uno a sus ruegos para que su dios, me escuche desde mi impiedad, y sea su santo espíritu quien convoque a un vaticano tercero donde se decrete el final de la tiranía, esto es, la desaparición de la iglesia mal llamada de cristo y nos deje de estar chingando tanto iluminado. Así sea.

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