martes, 28 de abril de 2009

LA OTRA EPIDEMIA

Epidemia. Esa es la palabra mágica que ha borrado todos los demás problemas de este paisito siempre dado al melodrama, a la evasión, al circo aunque no le den pan. Programas especiales, boletines, cortes de programación para más boletines (des)informativos y la paranoia in cresendo a la par del precio de la vacuna contra la influenza (reciben anticuerpos para una cepa distinta a la que aspiran evitar). No hay cubrebocas en las farmacias, la gente se refugia en el miedo más que en su casa. Restaurantes vacíos y rostros velados por un color azul angustia que hace palidecer a quien no lo porta y reir a otros.
No traemos ese preciado objeto quienes no tenemos para comprarlo, ya no alcanzamos a ello, no nos interesa, somos inconscientes o temerarios, ya estamos inoculados o simplemente porque decidimos (es mi caso) no seguirle el juego a la democracia.
Me cuestiono para qué nos protegemos. Si caemos en un hospital -lo cual sería buena suerte hallar cama disponible- corroboraremos que no hay medicinas ni nada que pueda aliviar la enfermedad. Y si morimos, pues qué chido. Nada le hace falta tanto a este paisito y al planeta en general, como una mortandad masiva, aunque después tengamos que ver dónde metemos tanto cuerpo inerte y apestoso. Pero seguro es más fácil hacer ceniza a una montaña de cuerpos que seguir viviendo con este exceso de gente que habita el mundo.
Mejor sería que murieran los pendejos y pendejas (en adelante considérese la inclusión), los corruptos, los políticos viles, aquellos que viven de joder a los otros, los parásitos de todos los sindicatos y empresas gubernamentales y privadas, los mochos, los obispos y el papa, por pedir un poco de justicia. Pero resulta que esos han sido los primeros en protegerse, apropiarse cubrebocas, encriptarse en un bunker y ver cómo el virus acaba con los inteligentes, los que sí somos útiles a este universo mundo. Así es la vida, injusta. O sabia, que permitirá a una generación despedazarse lentamente.
El caso es que el exceso de información genera una histeria colectiva que ha borrado de golpe a los muertos por el narcotráfico, las mujeres y hombres violentados, las hambrunas, las guerras, el déficit financiero de los gobiernos, la Gran Crisis, el desempleo. Un virus en acción ha desaparecido todas las cifras. Las ha cambiado por otras, también sospechosistas. Todo providencialmente se ha vuelto secundario o invisible gracias a la influenza. Qué lindo el gobierno que ha hallado el modo de hacerse pendejo y de paso, contagiarnos (o eso cree, a eso aspira) su desdicha.
Si me infecto, pues asumiré el asunto y punto. Si muero, espero resucitar, ¿no acaso esa prerrogativa gané al ser bautizado sin mi consentimiento? Pero para mí que todo esto es castigo divino por no enjuiciar a tanto cura pederasta y permitir que Benedicto siga al frente de la cristiandad. Quizá si se los ofrecemos en sacrifico a alguna deidad se nos perdonen los pecados y se acabe todo eso, y en caso de que el ritual no funcione, nos habremos deshecho de algunos especímenes nefastos. Pero como mi voz no se oye, aguardaré que pase el diluvio dentro de mi Arca sin animales y sin gente. Así sea.

2 comentarios:

"La Quimera de Caín" dijo...

This is better and better...
Por desgracia a tan sabias palabras (e ideas) siempre se les tiende a ignorar hasta que ya s muy tarde.
Me agrado la idea dl sacrificio, tratare d poerlo a prueba, pero primero quiero que los sacerdotes sean violados por "bebés". JEJE...

David dijo...

Hola.
Muy agradable la entrada, me hizo reir. ASí es, la histeria desborda, entre una posible conspiración y la realidad, ya parece cuento o pelicula de fin de mundo. Las demás noticias han quedado fuera, los problemas del pais fueron tragados por el virus. Cuidate, un gran abrazo no contagioso.