jueves, 7 de abril de 2011

NO A LA PAZ, SINO A QUE "SE LARGUEN TODOS"

Piensa mal y acertarás, dicen que dice el refrán. Yo en realidad ni pienso bien ni sé en qué consiste el ‘mal’. Pero se me da el seso para especular. Algo de adivino habrá en mí. O al menos de agorero.

Sé amar desde la orilla más abyecta y he aprendido a querer desde la resistencia. Digo lo que habita mi cabeza, que parece estar bien amueblada. Por ello no consigo celebrar las marchas de la paz que reunió a cientos de miles de manifestantes. De 102 millones de habitantes, cientos de miles (o sea, ni un millón) no es representativo de los deseos de la ciudadanía de este país. ¿Cuáles deseos? Desde luego que no los de la (obtención) de la paz. Desgloso.

a) Para pedir la paz habría que reconocer que se ‘está en guerra’. Lo cual ni en pedo reconocerá el inquilino de Los Pinos. No hay consecuente sin antecedente (asumido/reconocido), lógica pura.

b) Las marchas exigiendo paz (y no que “se larguen todos” los ineptos) consiguen el efecto deseado en estos indeseables: legitimarlos en el poder, que es justamente lo que quieren. Esta masacre (no reconocida) nace del deseo (anhelo, berrinche) de legitimar lo que se arrebató a malsana a un país (y no me asumo de izquierdas ni de derechas, ni verde ni de centro) analfabeta funcional que vota apenas sin reflexionar.

De modo, que a pesar de la esperanza ‘avivada’ en muchos tras el chou de ayer en varias zonas de mexicolandia (ni siquiera fue todo el país), ésta se diluirá entre la supervivencia cotidiana, los spots oficialistas, la eterna campaña politiquera en que se des-vive la clase política y su desprecio contundente a los habitantes del país.

No a la paz, sino que "se larguen todos", seguro que sin ellos, hallaremos la manera de construir/nos la Paz. No hay que combatir la rabia –solamente-, sino matar al perro que la tiene y la propaga. Muerto el perro, se acabó la rabia, dicen que dice, el refrán.

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