martes, 5 de abril de 2011

NACAXALAPA

El 'proyecto' bellaXalapa apunta para ser el fracaso del milenio (para una exageración, otra). Normar la belleza, como pretende el alcalde devenido mujercita, es lo más absurdo que nos acompaña a la par de las victorias contra el narco, como repite merolico el inquilino de Los Pinos. Si quisiera hacer algo milord, debería por empezar regular la fealdad, que eso sí es posible.


Harto estoy de las calles repletas de basura (por omisión de limpia pública, por ignorancia y desidia de la gente), en lugar de gastar adornando semáforos y montando y desmontando paisajes árabes en la plaza Lerdo, ¿por qué no se le ocurre al alcalde devenido mujercita o a sus secuaces, instruir en las escuelas -de todos los niveles- en el respeto real del medio ambiente? De este modo se desasna a la ciudadanía y se le inculca su responsabilidad para con los demás (Ya les di la idea, no querrá que también haga su chamba, que para eso se pagan muy bien).


Que norme el ruido que padece la ciudadanía decente, no la tribal que muere por una 'rolita' a todo volumen en negocios (hay lugares a los que dejé de ir por escandalosos), restaurantes y taxis. ¿Hay algo más bárbaro que un taxista? Lo dudo. ¿Por qué no les enseñan a ser servidores públicos? A estas bestezuelas nadie les ha dicho en qué consiste su labor: mal aseados, visten como si anduvieran por su casa, suelen ignorar los sitios que uno les refiere (y hablo de calles céntricas, no de la periferia), manejan con el celular en la mano, es común que la chica en turno viaje al frente, llevan la música a todo volumen y pídales que le bajen y surge el idiota que en realidad son. La opción es andar en bus o a pie, pero abordar un taxi es cada vez más una desgracia urbana, un riesgo, la incivilidad.


Recientemente un tipo se atrevió a decirme que le subía el volumen porque estaba escuchando las noticias, y como yo charlaba con mi acompañante, no lo dejábamos escucharlas. ¿Así o más cenutrio lo quiere uno? Le dije (amablemente, algo que apenas si entienden los bárbaros) que recordara que le estabamos pagando por su servicio, pero que si no le parecía podíamos callarnos para que oyera bien las mentiras que su locutor le decía. Pues refunfuñó -bestia tenía que ser- y apagó la radio (lo cual ocurrió hasta que la información le llegó al cerebro, of course). Indignado el tipo, como no lo hace cuando descubre la inutilidad de su ser en el mundo. Ahí es cuando debería sentir rabia de sí mismo. No hay especie urbana que deteste más que un taxista. Hasta dónde hemos llegado, los patos disparan a las escopetas y quieren re-co-no-ci-mien-to. Vergüenza deberían darles junto con las placas.


Si el alcalde devenido mujercita quiere una ciudad bella, que no pida ornar balcones y fachadas, sino que quite tanta publicidad -oficialista y triunfalista- y basura de los postes y camellones. Que no pida barrer las banquetas, que pongan papeleras y se eduque a la ciudadanía a utilizarlas, que deje de jugar a programitas 'enamoráte' de xalapa y que enseñe a aborrecer a todos aquellos que afean la ciudad con su ruido, su ignorancia, con su presencia, pues, para ser más breve.


Pero como seguro, milord sueña con ocupar el trono de milaydi, hará todo para ensombrecer y afear más esta ciudad, que antes de ser feudo priista, sí era bella. ¿A que no?

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