lunes, 28 de marzo de 2011

FÍSICA DE LAS PASIONES

Por una extraña coyuntura, he regresado a mis lecturas científicas y recuperado esa emoción que me llevó a estudiar física. Revisitar textos, fórmulas, experimentos, me devolvió a un pasado que creía lejano y olvidado. La desmemoria es un camino que a veces es posible desandar.

En la termodinámica se dice, que hay procesos reversibles, y otros más, irreversibles. La entropía (el desorden) aumenta con el tiempo. Tal sentencia no solamente es bella sino contundente. Estética que remite a una ética: no cometerás acciones cuyo resultado sea imposible de revertir, dadas sus consecuencias. Bajo esta máxima he procurado conducir mis actos.

Así, desde mi infancia he asumido la confianza como un recurso no renovable (cuando alguien me ha defraudado, me resulta imposible volver a creer en su palabra) y la mentira como un acto que no admite negociación. Quien miente una vez, mentirá otra más. No por determinismo o destino, sino por vicio. Abundan quienes han hecho del engaño un estilo de vida. Y tan campantes.

Paso de eso. Cada quien elige el paraíso o el infiernito que quiere habitar. Yo prefiero una vida simple antes que engancharme en una dinámica de ofensa-disculpa, defraudar-pseudoreparar. Esto no significa que no perdone. No voy andando con la espalda preñada de agravios. Quien falla, si quiere y/o requiere mi perdón, se lo doy y buen viaje. Lo que hago es que quien me decepciona entra en otra órbita que no pasa ya por la mía más allá de los buenos días. Si acaso.

No estoy yo por la labor de ‘perdonar’ a quien falla en un nexo conmigo, porque soy de la idea de que quien yerra contra el otro, en realidad se ha equivocado consigo mismo. Decepcionarse de sí mismo, debe ser una traición tremenda. No lo sé. Los políticos de este paisito (y por lo que leo, muchos del mundo) han hecho desmanes que encabronan (exigen justicia), y yo los miro existir con una convicción que surge de su cinismo. Si fueran honestos (consigo, sobre todo) ni siquiera seguiría apareciendo en la televisión, aspirando a ser candidatos, exigiendo sus derechos contraídos por servir/se del pueblo, abriendo la boca. Parodiando a Lorca, que si fueran honrados, ya se habrían arrojado a un pozo. O largado lejos.

¿Por qué siguen, en cambio, en la escena pública, mamando del erario, jodiéndonos? Porque aun sin solicitar el perdón de los votantes éstos les han perdonado todo, si no, ¿cómo se explica que los voten? Para reconocer que se ha sufrido una injuria no solamente basta que el agresor ofrezca disculpas, es necesario que el agredido sienta su dignidad dañada. Pero precisamente es dignidad lo que hace falta a muchos y muchas de este país.

Con un mínimo de pudor, vergüenza, autoestima, dignidad, estaríamos arrasando las calles como los árabes. ¡Es distinto!, dicen los memos. Yo entiendo que la dignidad es universal en tanto define la experiencia de lo humano. Si los tunecinos, egipcios, libios, sirios, jordanos y demás sujetos árabes se han descubierto humanos, ¿cuándo se reconocerán como tales los latinoamericanos, los mexicas?

En fin, que cada quien se acostumbra a yacer en el sitio donde pasta, haya o no sombra que lo resguarde. Debe ser que la mentira hace costra y protege del sol, inmuniza contra la vergüenza, impide la reflexión y la autocrítica. Deshumanizarse es un proceso irreversible. De ahí la importancia de humanizar a tiempo. De hacer/nos persona.

No hay negociación en la mentira porque no hay manera de sobornar al desengaño para que olvide la afrenta. Se supera sí, pero la huella queda. No es que no haya perdón sin olvido, es que el olvido, no existe.

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