jueves, 24 de marzo de 2011

VICKY CROW O DE LAS PENALIDADES DEL (NO) SER (MÁS QUE IDEAS)

Déjeme y le cuento. Yo conocí a Vicky cuando era una chamaca recién llegada de su pueblo. Toda pálida como si viniera del inframundo, menudita, menudita. Eso sí, con su pelo bien peinadito y limpio, no esas greñas sucias que dicen que trae ahora. En ese entonces lucía muy arregladita ella. Decente. Como no conocía a nadie en la ciudad y estaba viviendo con unos parientes que la malquerían yo le ofrecí trabajo, no era mucho; ya ve usted, la casa es pequeña y nomás estoy yo, ¿quién la ensucia? Nomás le dije para que se ganara unos pesos y de paso aprendiera un oficio. ¿Creerá que no le gustaba hacer nada? Nada de quehacer, porque trabajo que agarrara un libro porque se sentaba a leerlo. O al menos eso es lo que yo pensaba. Porque resulta que ni su nombre sabía escribir.

¡Qué iba a leer! Se hacía tonta hojeando los libros mientras yo lavaba los trastes, limpiaba la casa, ordenaba aquí, sacudía allá, nada más faltaba que me mandara a servirle de comer. Hubiera sido el colmo ¡Sinvergüenza que es! Pero eso de su analfabetismo no lo supe sino hasta después. Cuando me dijo entre susurros, ya ve cómo es cuando le sale lo tímida (taimada, la muy cabrona), que no conocía ni la O y eso que le gustaba tanto. La inscribí en el IVEA, en esa escuela para adultos –la Vicky tenía ya 16- para que aprendiera a leer y a escribir. Que se labrara un futuro, dije entre mí. Y no solamente estuviera en las tardes haciéndose tonta dizque leyendo y mirando a los hombres pasar.

Porque cuzca no era. Como dicen que lo es ahora. Pero estaba linda la chamaca, nueva, los hombres venían a la puerta como perros. Imagínese que hasta pensé en ponerle un collar para que no se me fuera a ir. Dios no da hijos pero problemas a granel sí; ahí estaba yo abanicando a esos machitos que me pedían permiso para dejarla salir. ¿Usted cree? Pero si Vicky no estaba presa en mi casa como dicen que dice. Jamás. Era tan libre de ir a donde quisiera, pero no lo hacía porque no conocía la ciudad y además siempre estaba leyendo. Sí, le digo, dinerito sí tenía, aunque no trabajaba yo de todas maneras le pagaba. Ahora niega todo eso. Debería recordar que si no la conocí con las medias rotas es porque ni medias traía. Y luego de allá de donde venía, con tanto calor.

Pasó el tiempo como pasan los autobuses, en chinga (¡perdón!). Y Vicky acabó su escuela, le hice una fiesta, vino gente de su pueblo. Todo muy lindo como si fuera el día de su boda. Muy hermosa la misa y las palabras que le dedicó el padre, todo bien bonito, ya imaginará usted. Pero más tardó en acostumbrarse en ser bachiller que en imaginarse otra cosa. ¿No le digo que le entró que quería ir a la Universidad? Yo rezaba cada noche a san Juditas pidiéndole que le quitara esa idea de la cabeza. Pero no, ella necia, terca, tancha. Empecinada en que si entraba a la Universidad sería otra su vida, que ella quería y se merecía un futuro mejor. Y vaya que si se volvió otra, aunque de futuro mejor ni hablamos. Yo no sabía qué ideas bullían en su cabecita pero sí me daba harta angustia. Pobre, pensaba. No se conforma con estar jodida sino hasta loca.

Y entró a la Universidad, a la facultad de antropomanía o como se diga esa cosa. No fue fácil. Qué va hacer. Le pagué cursos, le pagué maestros para que le explicarán el álgebra y esos números extraños, me sentaba en las tardes a darle clases de español y su mente como el teflón, no se le quedaba nada. Con decirle que no pasó el examen a la primera. Y todavía se enojó conmigo, ‘es que tú no me apoyas ni confías en mí’. ¿Usted cree? Yo que la había acogido como a una hija. Y ella con esas ingratitudes.

Y terca como mula en brama. No quería trabajar ni hacer nada. Pero seguía leyendo dizque para ilustrarse; sí, así me decía cuando la mandaba a hacer quehacer. Yo le decía, Vicky, has las camas, y ella en los libros. Niña, prepara la comida, y ella leyendo. Chamaca, lava estos trapos, y ella leyendo. No sé qué tanto leía. O creía leer.

Una tarde que se fue a ver al novio –al menos a mí eso me dijo, yo en sus cosas no me metí nunca- que voy a buscar el libro que siempre le veía en las manos. Era un título extraño… de un tal Fou-cault. Me aprendí el nombre porque fui directito a buscar al padre para averiguar si Vicky no andaba metida en cosas de brujería. Yo la veía muy decentita pero me dará la razón usted, de esas cosas uno nunca sabe. Y con lo malgeniuda que andaba siempre. Yo tomé mis precauciones, no fuera a ser la de malas. Pero no pasó nada. Resulta que lo que esta chamaca leía era más inofensivo que un mosco. Sobre el poder y la sexualidad. Ay, perdone que me ría. Pero es que me da una risa nomás acordarme. Vicky era más virgen que la del Tepeyac y leyendo esas cosas. Qué va que eran para aprender. ¿No le digo que era bruta? En esas andaba cuando hizo otra vez el examen y pasó. Y se fue. Así nomás, como había llegado, cenutria.

Usted perdone que llore pero es que cuando me acuerdo de ese día me gana la pena. Sí, gracias, no se preocupe, pasa rápido. Ya ve usted que dicen que volverán las oscuras golondrinas y que vuelve la maldita primavera, esa ingrata ni para saber si ya descanso en paz ha regresado. No, no se llevó nada. Salvo los libros esos que leía en ese entonces. Uno de un tal Marina sobre el huecorama de las cosas. ¿No le dije que estaba loca? Lo que leía esa chamaca. Sobre huecos. Discúlpeme si me da risa, pero hueca estaba ella del cerebro como lleno tiene el corazón de soberbia. Nunca pude enseñarle la humildad, que había nacido para volar entre las nubes. No, no me pregunte nada; de si se drogaba o no, yo nada supe. Lunática estaba ya en ese entonces y no me di cuenta. Dios sabe que digo la verdad…

Pero ya no lo demoro más. Qué bueno que al menos usted ya me dio razón de ella. Así son las cosas, ¿verdad? !Qué se le va a hacer!. Pero le digo que llegué a saber, de a oídas, es que quería ser Queer. ¿Queer cosa? Le dije. Y ella ufana como Rania de Jordania (lo leí en el Hola) no me respondió. Avemaría purísima, las cosas que pasan ahora, ¿verdad?. hay mucho mal por todas partes.

También supe, ya ve que aunque uno no pregunte todo se sabe, que un hombre joven la quería. Muy guapo él y dicen que de muy buena familia. Sí, es de los que vienen del mar. Sí, ese mismo debe ser. Pues que la pretende o la pretendía. Ojalá ya se le haya pasado el ajuar a ese muchacho. Yo lo siento por él. ¿Para qué quiere a Vicky? Ya que la deje con todas las infelicidades que tiene encima. Si el hombre éste la quiere de buena fe, se va a decepcionar. ¿Usted cree que esta chamaca va a querer obligación? ¡Qué va! No la quiso de más joven menos ahora que ya es letrada. ‘Tengo mis ideas’ dicen que repite cuando le piden que opine sobre algo. Ja, como si de ideas se comiera.
No, no crea que le tengo rencor o coraje. No, nada de eso cabe en mi pecho sano. Si le deseo que se le hagan verdad todos esos sueños con los que llegó de su pueblo. Sobre todo por ella, porque debe ser muy feo abrir los ojos un día y ver, que aunque es un nuevo día, todo sigue igual que el anterior. Y así todo siempre día con día. Ay, no, cómo cree usted que eso quiere uno para sí mismo, se puede ser pobre pero no pendejo. ¡Eso sí es una vida jodida! Váyase ya y gracias por su tiempo. Adiós. Ah, si la ve, ai me la saluda.

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