lunes, 7 de marzo de 2011

¿DÓNDE ESTÁ LA DIGNIDAD?

Moriré de un ataque de ilusotopía (que es como fallecer de ingenuidad) porque no puedo vivir con la dignidad hipotecada. A medias, ni la felicidad ni la pena. Por ello no entiendo a quienes desviven tumbados frente a un televisor consumiendo programas basura y asumiendo como suyas, las lágrimas y goces ajenos. Eso no es empatía sino enajenación. Me entristece mirar cómo discurre la existencia de esos seres que celebran con júbilo –quiero creer que aún registran sensaciones propias- el espectáculo degradante de existencias vividas como nada, llámese telenovela, futbol o reality show.

Qué envidia mirar las manifestaciones de los pueblos árabes tomando en sus manos –sobre sus espaldas, bajos sus pies, en sus corazones- el reto de hacerse una vida propia, una vida digna, una existencia libre. Qué dolor contemplar sus rostros trasfigurados delante de un tanque que les impide el paso y no obstante avanzan, porque vale más el reclamo de dignidad que el miedo. Observo sus ojos jubilosos, sus lágrimas liberadoras, sus rostros demudados por los gritos y encuentro en esos rostros el gozo de la libertad conquistada.

Miro en cambio, la jeta de los mexicanitos, caída, chueca, auténticas máscaras carnavalescas que sonríen porque así las han pintado y lanzan vivas al líder en turno que no les reconoce dignidad pero les concede momentos de solaz y esparcimiento. Al menos eso creen. Infelices mexicas que aplauden al talk show de cada tarde con las manos artríticas, imposibilitados para mirar su propia desgracia en el circo montado. Tiran la piedra contra el espejo sin cobrar conciencia de la herida que yace en sus cuerpos.

Triste es mirar que bajo el nombre de una virgen, una promesa de bienestar, el señuelo de un cambio –que no llegará jamás-, la ilusión de una telenovela que es sólo un remedo de ilusiones abaratadas en una tienda de pulgas, un pueblo se consume de inanición. "Vamos bien", repiten merolicos quienes deberían quedarse callados sólo por decencia si la prudencia y la inteligencia les están negadas.


Es lastimoso contemplar cómo este pueblo jodido, humillado, burlado, timado, no se ha dado cuenta que hace mucho tiempo su dignidad le ha sido confiscada. Y como ignora su carencia no exige la reparación del daño, no echa de menos la falta, no aspira a recuperarla. Pocas son las voces que se alzan para denunciar el fraude en que se ha convertido la vida de este país. En lo rutinaria que es la miseria –en todos los sentidos- y lo habituados que estamos a mirar este tapiz desteñido, borroso, grasiento, nuestro México, repiten estúpidamente quienes han perdido visión de otras formas de vida.


No es el narcotráfico el principal problema de este país; no lo son tampoco el desempleo ni la crisis económica ni el exceso de gente que habita la patria, es la falta de dignidad en las personas la que ha puesto de rodillas a este pueblo, que asume con gratuidad las migajas que recoge del suelo (peor es nada, susurran agradecidas). Ahí está la iglesia y sus jerarcas pidiendo sumisión, ahí están los gobernantes repitiendo merolicos sus mentiras, ahí está la escuela y sus docentes enajenando pensamientos y atrofiando sensiblidades para que huyan de la reflexión y no ejerciten el pensamiento crítico, ahí está la televisión y sus programas narcóticos idiotizando a quienes los consumen como si fuera el aire que necesitan para respirar. Sobran agentes enajenadores, colonizadores, tiránicos.


¿Qué necesita un mexicano para sentir en su piel la estafa de la que cada día es objeto? ¿Qué hace falta para que una mexicana descubra que ha sido engañada por unas instituciones hipócritas, mediocres, avarientas, egoístas? ¿Qué se requiere para sacudirnos la abulia, la desazón, el miedo para emprender el camino a otro tipo de vida? Basta de creer que somos tolerantes, felices, optimistas, resistentes. Mierda vendida como pan para mantenernos con la frente en el suelo. Pusilánimes, torpes, cenutrios. La miseria -en todos los sentidos- vuelta en estilo de vida.


Resisto y sufro. El gozo de mirar a las multitudes árabes peleando por la restauración de su dignidad –y con ello todo lo demás- me duele hondamente porque sé que moriré sin ver a este país libre, democrático, crítico, sano, en paz.

No hay comentarios.: