jueves, 3 de marzo de 2011

LA CONTADORA DE PELÍCULAS

Descontando vida. ¿Qué hace La contadora de películas* sino narrarnos su vida desde la gran pantalla? María Margarita, devenida en Hada Delcine –más glam, más chic- desgrana cuadro a cuadro la crueldad de su vida aderezada por fotogramas reales e imaginarios, dicho esto con tiento, pues en la realidad de la protagonista los límites entre unas y otras geografía son mero trámite. No existen. Como tampoco existe ese universo de sedas y vestidos vaporosos, pestañas millonizadas y voces y besos de ensueño. Balas de aire y cuerpos salitrosos que se momifican mientras van viviendo o muriendo, que en la pampa que el narrador describe (y nos descubre) tal sentido es indiferente.

Ciertas son las tardes de sol y la película que avanza de prisa ante la mirada expectante de quienes ven todo con lentitud. Verdad son las escenas de ligue y desmanes que acontecen dentro del único cine de la región. Real es la ida (huida) de la madre de María Margarita, la invalidez del padre, el hambre de cinco hermanos. El resto es ficción que se asume como cierto para no sucumbir.

A través de fotogramas que se convierten en representaciones teatrales, tarde a tarde Hada Delcine se hace una vida con las esquirlas de dignidad que merodean por las calles llevadas y traídas por el viento. Con esos fragmentos se re-construye cada vez que intentan destruirla: la violación que sufre de parte del usurero del pueblo, la muerte del padre, la pérdida de los hermanos, el amasiato con el gringo que le triplica la edad, la llegada de la televisión que la condena a enmarcarse en la realidad real que había conseguido eludir durante tantos años.

La contadora de películas es una acertada construcción de un personaje femenino empoderado, crítico con los esquemas de género (“ahí donde hay batallas, hay fugas”), reacia a vivir de una manera que ella, pese al determinismo de su entorno, decide torcer para procurarse otra existencia: en “tecnicolor y cinemascope”. La imaginación libera, parece ser la conclusión de esta breve y fluida novela. Que para ser congruente, su lectura lleva el mismo tiempo que dura una película.
*La contadora de películas, Hernán Rivera Letelier, Alfaguara, México, 2010.

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