jueves, 14 de mayo de 2009

CENUTRIOS CON INICIATIVA S.A DE C.V.

Lo he referido otras veces y lo corroboro ahora: sólo existe algo peor que un pendejo; un pendejo con iniciativa. O varias. Que los hay prolíficos. No estoy en contra de la inventiva ni de las ideas creativas, que yo a la Ilustración le debo mucho, lo que acá pongo a debate es la pertinencia de éstas cuando vienen de alguien de dudosa prosapia cognitiva.
¿Qué es un tonto? o ¿qué es un sabio? Son preguntas que deberían servirnos no solamente para situar a un sujeto en función de su (in)capacidad racional sino también para advertirnos de la presencia constante y creciente de sabios e iluminados que pretenden cambiar al mundo, a partir de sus brillantes ideas. Lo grave del asunto, es que muchos de éstos han llegado a detentar el poder y lo ejercen con tiranía, de ahí que lidiemos día sí y día también con un Vaticano, un Norberto Rivera, un gobierno panista y una larga lista de ejemplos.
Por supuesto que detrás ni delante de mis palabras existe un tufo de envidia. ¿Quién puede aspirar a sustituir en el puesto a un pendejo bien hecho? Lo que hay es una suerte de querella contra quien resulte responsable por haber permitido que la cenutriez esté al mando de la tripulación. Peor aún, que ésta anatemice a quienes ejercemos formas de resistencia contra su flujo retrógrado, su discurso excluyente, sus acciones cuestionables o su parálisis mórbida (válgase el oxímoron).
Existen pendejos que creen que las ideas mágicas nacieron con ellos. Yo sé de varios –pueden envidiarme o cuestionarme cómo es que están tan próximos, no es mi culpa que la ley de Coulomb se cumpla a cabalidad- que confunden la luz del sol con aquella de la lámpara con la que andan a tientas en mitad del túnel, y encima silogizan: si puedo ver, es que hay luz, y si existe luz que me permite ver, ergo, es la del sol. Desde luego que no dicen ergo, su capacidad mental es una aséptica economía de ideas estilo “Cambia tu vida en pocos días” o “Sé un triunfador por derecho propio”.
Yo no creo que existan saberes mayores o menores, bastante pesa constatar que los hay institucionales y marginales; un saber se legitima en tanto que es útil para una operación específica, lo que pongo en cuestión es la pertinencia del uso que algunos individuos hacen con esos saberes. Que alguien que ignoraba qué significa la rutina del trabajo y ahora lo sepa, juzgue de vagos a quienes no lo hacen, no anula al saber ni lo disminuye, tal es su experiencia jornalera; lo que su juicio hace es relucir la ignorancia del pendejo que ahora cree saberlo todo sobre lo que significa cumplir una carga laboral, como si hubiera descubierto el proletariado en una sola jornada. En ello radica el peligro de un pendejo con iniciativa.
Pendejos redimidos y resucitados abundan. Místicos poseedores de la verdad absoluta, pululan por las calles de las ciudades (algunos, también escriben en blogs, pero no saben lo que hacen). Ciegos guiando a otros ciegos, se contabilizan por decenas. En un mundo repleto de pendejos reconvertidos súbitamente en sabios, lo que echo de menos, es un espacio para pensar y vivir en paz. C’est impossible?

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