martes, 10 de agosto de 2010

HOMOFOBIA IN SITU 2

Cada vez es más común que algunos y algunas se suban a la ola de modernidad o de lo políticamente correcto (lo que pocas veces es un acierto) y se cuiden de no ofender a los otros: esos seres apestados a quienes se permite sentarse en el banquete de los privilegiados. De este modo, se suele escuchar “yo no tengo nada contra los gays, pero que me respeten”. En la concesión aparente va la advertencia o la amenaza, según se lea.

Lo cierto es que en muchos ámbitos de este sociedad patriarcalmente heterosexualizada, sólo existe algo peor que ser mujer: ser puto (es muy decente decir gay), de ahí que el insulto más recurrente (y celebrado) en bastantes espacios (escolares, laborales, académicos) es el espetarle al otro frases del estilo: “ni pareces hombre”, “pareces puto”, “pareces vieja” (la importancia de parecer es vital para bastantes), “has de batear para el otro lado” y un sinfín de perífrasis homófobas que dan cuenta del ingenio (es un decir, of course) y de la homofobia de muchos y algunas, que a fuerza de repetirse se va colando hasta sedimentarse y alcanzar estatus de normalidad.

Ante una amenaza de esta naturaleza, los hombres (y las mujeres) aprendemos a vivir con esta ofensa (chanza, advertencia, según el contexto y el emisor) como parte del panóptico masculino que vigila sempiternamente. El mismo que está atento para sancionar la trasgresión a la heteronorma. De ahí que asumirse como hombre sea el deber a cumplir sin miramientos. Esto obliga a muchos varones (y no a pocas mujeres que se asumen como no heterosexuales) a actuar como hombre-masculino-heterosexual (o mujer-femenina-heterosexual): el trinomio imperfecto.

Es así, como muchas y muchos eluden la mirada inquisitiva y desplazan (aparentemente) el foco de la homofobia. Es esta una de las maneras en que el sujeto no heterosexual internaliza la homofobia que existe en la sociedad. Es la no aceptación de prácticas homoeróticas entre varones la que llevó a definir a este grupo de sujetos como HSH (hombres que tienen sexo con otros hombres).

Ya que la relación homosexual se traduce, ante los ojos de bastantes, como un ejercicio de un rol de mujer y otro de hombre, el que es identificado como pasivo (receptivo) es quien peor la lleva. El penetrado es el femenino y por tanto, el degradado; en el imaginario de muchas y muchos se interpreta que ese ser es menos hombre y que su mayor anhelo es ser mujer, tal es el laberíntico pensamiento procariótico de la mayoría (cuantitativa) heterosexual.

Es común escuchar que la gente se refiera a un varón homosexual como “ése quién sabe qué es” (la homosexualidad lo primero que arrebata al varón es su condición de ser nombrado (identificado y reconocido como) hombre. De ahí que asumirse (parecer y actuar) como hombre –masculino, sin amaneramientos- lo hace a uno menos gay. El sujeto no heterosexual cae en la trampa del buga y se inmola en su búsqueda de aceptación.

Existen varias maneras de plantarle cara a este tipo de situaciones pero requieren de la inteligencia y disposición del otro para que cobren sentido. No es posible dialogar con quienes dan por sentado que la heterosexualidad es lo normal, lo natural, lo lógico, lo deseable, lo bendecible. De modo que aún queda tramo por avanzar y ocasiones en las cuales se escuchará “había una vez un gay, no lo digo por ti, eh…”. Quizá habría que empezar los relatos de otra manera: “había una vez un cenutrio, no lo digo por ti, aclaro”.

1 comentario:

SergioAramis dijo...

Yo una vez hice una exposicion sobre identidad de género (recuerdas que te comenté) y traté esa noción de que no ser heterosexual te de ser nombrado hombre o mujer.
De ahí que diga "un hombre tambien puede ser modista, aun que sea GAY" marcando una diferenciación entre uno y otro.
Es obvio que la sociedad está jodida y que le pesa un chingo esos putos esquemas impuestos, pero la lucha tiene que ser intestina al menos yo lo hago entre la gente que conozco, y a veces me tachan de homosexual, jum, hahahah.
Nos vemos o leemos pronto mi estimado Ricardo.