jueves, 26 de agosto de 2010

LA TWITTERIZARIZACIÓN DEL MUNDO

Desde que twitter apareció en el universo de las redes sociales se convirtió en un (gran) suceso, no sólo por proponer una manera rápida, ¿eficiente? y directa de comunicar e informar intersubjetivamente, sino porque le facilitó a la mayoría de las personas, la manera de (¿redactar?) enviar un mensaje. Ya no había necesidad de pensar lo que se quiere decir, organizar las ideas, plantearse la perspectiva o el tono, menos aún la ortografía; lo vital es el mensaje, esté como esté (al fin que se entiende ¿no?, dicen los zafios). Y en esa moda han caído bastantes, claro, quienes consideran trascendental estar a la vanguardia comunicativa.
No es de extrañar, pues, que Calderón, dado a tantas cosas menos a las que debe, notifica y envía felicitaciones (a la mismísima Miss Universo) por twitter. Y también por este medio mandó a decir (con todo y lapsus) que enviaba el Informe de labores y que luego daría un mensajito a la nación. Lo criticable acá no es que el señor esté al día en las tecnologías de la comunicación sino que en una de ésas, le de por gobernar desde la estrechez a la que obliga 140 caracteres. A eso se está reduciendo el pensamiento de bastantes, a una serie -a veces inconexa- de grafías -que no palabras la mayoría de las veces- que intentan dar cuenta de un estado de ánimo, una ubicación geográfica o de advertir sobre tal o cual situación.
Sin embargo, ir más allá de lo elemental de esta herramienta para introducirla a ámbitos que traspasan el umbral de lo íntimo de nuestra vida me parece vulgar, una atrocidad que atenta contra la dignidad del sujeto en tanto que una manifestación de afecto no puede reducirse a esa brevedad y simultaneidad twittera. No es lo mismo la función que cumplió -¿cumple?- el telegrama en otros tiempos que la twitterización desmedida (y hasta celebrada ¿descerebrada?) del mundo.
El primero fue un instrumento que nunca desplazó la carta, por ejemplo, ni la visita personal al amigo enfermo, a la amistad que venía de otro lugar; ni la felicitación de viva voz por algún acontecimiento importante en la vida de a quienes manifestamos un afecto. Ahora mucho se reduce a un tweets, un vulgar mensajito que a veces, vaya tiranía de la zafiez, ni siquiera completa los 140 caracteres.
Reducir el pensamiento a esta cantidad de grafías y espacios es dejar de lado lo que es importante y trascendente frente a lo que es meramente descriptivo e informativo. Ya imagino yo mi esquela vía twitter, me levantaría de la tumba para masacrar a los cenutrios osados. Valdría la pena, pienso yo, revisar el uso -abuso- que se le da a ciertas herramientas tecnológicas, no todo cabe en un tweet ¿o puede alguien decir cuanto ama a su amadoen 140 caracteres? Pobre amante es el que diga sí.

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