miércoles, 5 de marzo de 2008

REFORMA-2

Por enésima ocasión soy convocado para conocer –revisar, evaluar, proponer; la lista de infinitivos es tan infinita como mi fe en la humanidad, supongo- una (nueva) reforma del sector educativo.

Se preguntarán si soy tan famoso que soy requerido para todo los eventos de esta índole o si acaso el país está inmerso en una época de reformas que con tanto curso se planteará la ciudadanía –y con justa razón- a qué hora se pondrán en prácticas las nuevas propuestas si el personal todo el tiempo se la pasa de curso en curso y de jornada en jornada. Lamento decirles que no es ni lo uno ni lo otro; se trata de la misma convocatoria en todas las fases o etapas del proceso de implementación de la misma: una para educación secundaria y otra más para el bachillerato.

No entraré en detalles en qué consisten ambas formulaciones porque si bien mi fe puede ser infinita mi tolerancia no lo es; y refiero esto último porque cada sesión a la que es convocada la plantilla docente es una nueva desilusión respecto al proyecto de educación que tienen los titulares de las dependencias (secretarías, subsecretarías, sistemas, subsistemas, direcciones y demás instancias) y la que poseen los profesionales que están en el día a día dentro del aula. Los primeros copian –haciendo adecuaciones, dixit- planes de estudios y estrategias que han funcionado en otros países. Y los segundos, a cumplir la misión de concretizar –dixit también ellos- fielmente los mandatos de los salvadores de la educación nacional. No importa que en los cambios de sistema algunos personajes consideren “no relevante las matemáticas ni la historia y sí taller de lectura y redacción y ética”, precisamente cuando están pretendiendo convencer a la plantilla docente de la necesidad de hacer que los planes de estudio posean una transversalidad y una interdisciplinariedad. En fin, como toda la ciudadanía lo sabe –y si no se lo imagina- en este país estamos colmados de buenas intenciones, de muchísimos proyectos, jornadas y jornadas para aterrizar lo que se les ocurre, en un momento de éxtasis didáctico, a las sacrosantas autoridades educativas de la nación mexica.

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