martes, 16 de marzo de 2010

ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS

¿Puede Alicia en el País de las Maravillas leerse con enfoque de género? Yo creo que sí, pues a diferencia de la mayoría de los cuentos de la factoría Disney que giran en torno a una princesa en apuros, que será irremediablemente liberada por un príncipe (¿azul?) apenas sin despeinarse; la protagonista de esta versión libre del cuento de Lewis Caroll, no solamente pierde la compostura al bordear lo políticamente correcto con su actuación, sino que pelea contra el dragón y desdeña al héroe y con ello el final y fueron felices para siempre.

Sin embargo, no es tan simple como lo he referido. La protagonista vive en una sociedad victoriana en la que la mujer existe como accesorio, sirvienta, amante, enfermera, subalterna, como archivo adjunto, en el papel de esposa seguido casi incuestionablemente del de madre. A ese estilo de vida es al que Alicia pone pausa para ir en pos del conejo con chaleco que la ha perseguido en sueños (mi pesadilla, dice ella).

Luego de cumplirse tal cual estaba escrito en su pesadilla, la protagonista se encuentra inmersa en el espacio que identifica como un sueño aun cuando los habitantes de este País se empeñen en convencerla de que es realidad, la que no es verdadera es ella, Alicia. Tú no eres Alicia, le dice la Oruga Azul. Antes, los otros habitantes frikis han dudado de si es ella o no la Alicia esperada. He aquí la primera (y en realidad única) prueba que debe superar en este mundo (y en el otro). Demostrar que es ella. Una mujer no es una mujer hasta que prueba serlo, tradicionalmente casándose, manifestándose dependiente, llena de hijos, sufrida.

Alicia tiene otras posibilidades de probar que es ella misma: debe vencer a un monstruo en un día marcado en la oficialidad de este País. Ella duda, se resiste a tener que cumplir con ese reto, pues está convencida de que ella es ella misma y que no tiene porqué probarlo a un puñado de seres que no son más que productos de su imaginación. No obstante, la presencia de El sombrerero loco la hará que se plantee considerar lo que la profecía dice acerca de ella.

En este lugar existen otras dos feminidades significativas: ambas reinas (la buena y la mala), las dos desean la corona (el reino y aunque no se dice, también al príncipe que en este caso hay que inventar), pero sobretodo, lo que quieren es el poder. Es mejor ser temida que amada, dice la Reina Roja a su adjunto por quien siente lo que podríamos llamar, un afecto especial. Fuera de este sujeto y de El sombrerero loco, la masculinidad no está presente salvo como accesoria, como ese marco en el que se encuadran las acciones de los demás, sin que ello implique que sea relevante per se. Un papel importante ha jugado el padre de Alicia cuando ésta era una niña. Luego esa voz-guía la asumirá La Oruga Azul, El sombrerero loco y nadie más.

Alicia no debe preparar su vestido y tocado para el baile en el castillo. Antes bien debe ir por la espada con la que enfrentará al dragón. Y lo hace sola, sin hechizos, ni hacer uso de sus encantos físicos, sin chantajes ni lloriqueos. Se vale de estrategias, de movimientos reflexionados, de su astucia más que de su intuición. Para demostrar que Alicia es Alicia debe ser una no-mujer sino un Campeón. Pero hasta ese reto acepta y gana.

Si las reinas visten con una chocante feminidad plástica traducida en afeites, vestidos, actitudes sobreactuadas, y a Alicia la vemos vestida con un glamour de la periferia made Chanel y Dior, ello no obsta para saber que el vestuario no hace a la top model. Alicia se enfundará en traje de guerrera en su combate con el dragón, mostrará con orgullo la herida de la bestia y no exclamará un ay ni derramará una lágrima. Tampoco pedirá ayuda a fuerzas sobrenaturales sino que apelará a su fortaleza interior para decapitar al dragón.

Alicia prueba que es Alicia y demuestra que es también una mujer al renunciar a los clichés de su época sin por ello perder su muchosidad (digámoslo así), femenina.
Alicia tiene la opción de no volver a la realidad londinense pero elige hacerlo para darle play a la escena en la que nos hemos quedado al inicio. Decide plantarle cara a la propuesta matrimonial y con ello confrontar a lo que se espera de ella en ese momento, de lo cual nos da puntual cuenta antes de decidir que será navegante.

Hacia el final vemos a una mujer que sabiendo que está torciendo las cuerdas de su sino asume lo poco que puede hacer en una sociedad tan asfixiante como lo sigue siendo ésta del siglo veintiuno para muchas y muchos. Pero sabe, y ese es su gran triunfo, que al menos lo ha intentado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante comentario que aún me anima más (si cabe) a ver la peli. Un trabajo interesante sería ver qué tipo de reapropiaciones han existido del personaje/texto original de LC. A bote pronto se me ocurre la peli "Alicia en el pueblo de Maravillas" (1991) del cubano Gutiérrez-Alea; o "Alicia ya no" de Teresa de Lauretis...