sábado, 13 de marzo de 2010

LA IGLESIA DEL MAL

La cantidad de atrocidades cometidas por la iglesia católica (minúsculas obligatorias en adelante) son tales, que no puede llamárseles cerdos sin ofender a estos animales tan sabrosos. Pero es casi un hecho que lo que ha salido a la luz es una cantidad mínima de las verdaderas atrocidades que esta ruín institución ha cometido y sigue cometiendo. Que el mismo papanazi se haga el loco ahora y quiera deslocalizar un hecho que ocurrió en su jurisdicción episcopal hacia los ochenta, evidencia las prácticas evasivas con las que estos zafios propagan el evangelio de Cristo (loco).
¿Debo tener misericordia de seres de esa calaña? A mí no me basta que ocurra -si llegase a darse tal hecho- un mea culpa ni recompensas millonarias para con quienes han sido víctimas de estos miserables, que de algo servirían, desde luego; pido un año jubilar del perdón verdadero -no esos circos que juan pablo II protagonizó por el orbe- y que la institución asuma su real papel social o que desaparezca si no es capaz de reivindicarse. Me gustaría verla comer tierra y renunciar a ese oropel que la mantiene oxidada y en la autocontemplación.
Ha salido en la prensa -en La Jornada de este miércoles 17- las declaraciones de la siempre necia universal alegando que hay más pederastia fuera de la iglesia que dentro de ella ¡Jesucrista sacramentada! ¿Es así como la siempre falsa entiende las estadísticas? Si a esas vamos, podría afirmar temerariamente que hay más crímenes en la Tierra que en la Luna o que en el reino animal se mata por necesidad; vamos, que sobran infundios para establecer analogías.
Cuando le conviene a la Puta de Babilonia se ampara en el método científico -lo que ella entiende por tal- y cuando se acuerda de su misión espiritual arremete contra todo aquello que le estorba. Clemencia pide la impía cuando no se ha tocado el corazón ningún zángano -denme nombres de alguien que sí se haya manifestado en contra- para defender los atropellados derechos de las mujeres en aquellos estados ruines donde está prohibido abortar. Prudencia exige la que ha ventilado desde sus azoteas la perversión y malignidad de los homosexuales -no suele decir lesbianas ni trans porque se autogolea, tal vez- porque un gobierno sensato les posibilita el acceso al matrimonio y a la adopción.
Enferma y testaruda ella, la presunta iglesia de dios; zafios y desviados ellos, los pupilos del mal que la conforman. Harto estoy yo de tener que descatolizarme cada día para evitar cargar con la vergüenza que me nace de saberme bautizado en esta legión de seres hipócritas y cenutrios. Imposible hacer apostasía constante sin sentirme cansado de despellejarme una fe que lejos de procurarme esperanza y consuelo me ha causado más daño que el cambio climático, el desempleo y la enfermedad juntos. Me sobra desprecio para repudiarla.
Y sin embargo, quiero creer que esta vez habrá un acto de dignidad global que pondrá contra las cuerdas a quienes han cometido tanto daño, amparados o en nombre de una creencia caduca aunque trinen algunos purpurados. Ojalá que haya justicia en la Tierra, es mi deseo pueril, porque dudo que exista en el cielo, en el suyo, of course.

No hay comentarios.: