domingo, 13 de septiembre de 2009

CIUDADES IN-HABITABLES

Actualmente, un alto porcentaje de personas vive en las ciudades, esos conglomerados urbanos, convertidas hoy en monstruosas megalópolis, con condiciones de hacinamiento, estrés, sospechosa calidad de vida, por citar lo menos.
La urbe del siglo XXI dista de ser ese nuevo paisaje que anda y contempla flâneur; ese observador decimonónico que extasiado, se detiene a mirar la transformación del entorno para acostumbrarse al nuevo lugar que ocupará en este nicho de concreto. Esta idea romántica se ha esfumado.
Las ciudades actuales son pasajes, amplias avenidas saturadas de autos y de personas, no-lugares donde siempre se está de paso; la urbe del nuevo siglo se caracteriza por ser un espacio de tránsito constante, no más la acera desde la cual ver la transformación del paisaje cotidiano. La velocidad con la que ocurren los cambios no permite advertir a detalle la metamorfosis de la urbe.
Y si velocidad y aceleración son la constante de los nuevos tiempos, no entiendo porqué las calles y avenidas se encuentran repletas de sujetos obesos que obstaculizan el poco espacio libre que queda para circular con cierta facilidad. Al tráfico colapsado por los autos hay que sumar los atascos que los gordos y las gordas causan en las estrechas banquetas ocupadas por el comercio informal.
¿Cuántas veces ha tenido que padecer la obstrucción de las vías de tránsito debido a las manadas de personas que pastan en mitad de las aceras? Semovientes bípedos que sin previo aviso se aplastan para charlar o para mirar un aparador sin importarles que su volumen frena la circulación. ¿Estamos obligados a soportarnos mutuamente? ¿Es éste una problema más debido a la obesidad? ¿Los atascos humanos evidencian la incapacidad de muchos y muchas para darse cuenta de que estroban la más de las veces?
No se trata de un asunto de ética y ciudadanía solamente sino de estética, de sentido común, hoy preciado tesoro en vías de extinción. De valor para plantarse al espejo y advertirse como puente, bisagra u obstáculo. Mejor no salir si es para estorbar. ¿Tan difícil es entender esto?
La ciudad del siglo XXI ha reservado reductos para la low life, el resto es una autopista de alta velocidad en la que se pide no tirar piedras para no obstruir el paso. ¿Qué necesitamos para que estas manadas obesas o flacas, jóvenes o viejas, cenutrias todas perciban su condición de obstáculo y se hagan a la vera del camino? Urge una campaña de urbanización -la ciudadanía es otra cosa- para concientizar a las personas de que si el lugar que ocupan en el espacio es para estorbar, quizá su lugar sea otro y que tendrían que buscarlo, tal vez en lo simbólico.

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