domingo, 16 de mayo de 2010

17 DE MAYO: DÍA MUNDIAL DE LA LUCHA CONTRA LA HOMOFOBIA

El Otro es un lugar desconocido que no se quiere conocer, y acaso, que no se está obligado a reconocer. La primera parte del enunciado da lugar para la discusión semántica; la segunda, da espacio al debate jurídico. Sin embargo, existe también un posible matiz ontológico en lo afirmado, que no estoy capacitado para desarrollar.

El Otro suele ser un conflicto para un tipo de sujeto que (cree que) sabe quién es, desde dónde enuncia y por qué o para qué lo hace. El Otro es la orilla que se quiere alcanzar, contemplar o desconocer si se le da la espalda. Las repercusiones que cada actitud conlleva pueden ser válidas si en ello no existen daños a terceros.

No deberían ser aceptadas si lo que el sujeto desea es desaparecer la orilla, la otra, la que no quiere mirar y en lugar de dirigir los ojos hacia distintos escenarios apuesta por la eliminación del Otro. La persecución de lo diferente podría pensarse es constitutivo de la organización social de los sujetos.

Lo anterior puedo aceptarlo. Pero si somos muchos y el espacio es estrecho: o nos acomodamos o nos dinamitamos todos. No puedo aceptar como argumento que en un caso extremo o no, tenga que quedar fuera el raro, el más débil, el freak, el menos parecido a la mayoría cuantitativa, el más prieto, que en todo caso tendría que irse el más cenutrio. Y no ocurre así. Suele ser expulsado el que por alguna circunstancia, porta de manera más visible el rasgo más despreciado por esa mayoría.

De suerte que en una sociedad que se ha es/forzado en mantener un régimen heterosexual, es el sujeto no-heterosexual quien debe quedar fuera de casi toda consideración: espacios y discursos políticos, programas sociales, servicios de calidad, educación y esparcimiento, derechos que en los primeros se antojan prerrogativas, entre otros.

La homofobia no es solamente el miedo a quienes practican maneras diferentes de procurarse el placer sexual a partir de un compañero (o una compañera) del mismo sexo, es una forma de terrorismo que pretende la normalización (sujeción irreversible, incuestionable, dogmática) de los sujetos, que toma como pretexto el orden social, la seguridad de ciertas instituciones, el progreso y una larga serie de argumentos que con un mínimo análisis se evidencian como mentiras.

La permanente campaña de exclusión, invisibilización e incluso eliminación de sujetos no normalizados (anormales, raros, enfermos, suele decir la iglesia, algunos científicos anacrónicos, docentes de moral retorcida) forma parte de un paisaje que aspira a una pseuda homogenización de conductas y discursos que ofrezcan el mínimo de problemas a quienes ejercen el poder.

La homofobia manifiesta o internalizada da fe de la construcción cultural de la heterosexualidad, si ésta fuera natural, la primera no existiría porque no habría posibilidad de salirse de la ruta marcada por la Naturaleza, con todo y las excepciones que existen en ésta última. La homofobia es así mismo, el discurso no tan velado del deseo de los cuerpos (algunos, quizá) que no teniendo objeto, tiene que optar por el que la cultura en el que está inserto el sujeto, le impone. La heterosexualidad es tan precaria como la vida misma.

Apostar por la lucha contra la homofobia institucionalizada (también bendecida desde ciertos púlpitos) implica un trabajo de reflexión individual y colectiva, de las bases sobre las que se asienta el régimen político, económico, social y de género, que condiciona el ser y hacer de los sujetos. No es fortuito nada de cuanto acontece en el marco de una sociedad. Pensar lo contrario más que pecar de ingenuidad evidenciaría exceso de cenutriez y eso sí es contra natura.

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