lunes, 10 de mayo de 2010

¡EN LA MADRE!

¿No estoy yo aquí que soy tu madre?
Nican Mopohua
A Medea excelentísma, que se desmadró sola.

Dicen los entendidos, que un Dios enfadado por la desobediencia de sus primeros súbitos, dijo a la mujer: parirás a tus hijos con dolor (y harto); luego dirigiéndose a una serpiente agregó: ella aplastará tu cabeza con su tacón (de aguja). De un solo tiro la deidad le dio en la madre a dos criaturas enemistándolas y aproximándolas ad perpetuam. Desde entonces la maternidad es una bendición divina y un castigo para la prole. Así se cumple todo cuanto está escrito.

Pero ha excepciones, la letra chiquita, el negrito del arroz. El pelo en la sopa. Medea, mujer de verdad, se reveló contra el destino. El suyo (I left my head and my heart on the dance-floor). Digamos que se cansó de ser mujer como cualquiera y se despachó a los hijos en un santiamén, que es la unidad de tiempo con que se mide un arrebato de celos y de dignidad creciente.

Existen otros casos de revelación contra esa maternidad impuesta que obliga a cargar con la prole como quien porta una losa: la llorona, las brujas de todos los tiempos, las madrastras de la vida diaria y las de los cuentos, las mujeres que renuncian voluntariamente a la reproducción de la especie. Pero ninguna tan mala como la mía. Miserable inmedible. Enemiga doméstica que me dio a luz sólo para darme muerte y muerte de cruz. ¡Crista!

La envidia (de los otros) me afama, pero el odio de mi madre me catapulta al infinito, al banlieu de sus actos sin apenas resentirlo. Que las hay malas, sin duda, pero ésta es malísima. Me torpeda ahora cuando pudo abortarme, pero en su momento los principios religiosos la frenaron, los mismitos que ahora la empujan a destruir al fruto maldito de su vientre. Y yo tan campante.

¡Jesucrista! Que soy superviviente de muchos frentes y de otras tantas batallas. De modo que el 10 de mayo el homenaje me lo merezco yo (y acá caben muchos yoes), después de todo sin madre no hay hijo y sin hijo tampoco hay madre, equidad pura, simbiósis malditista. ¿A cuenta de qué, dirán mis enemigos? A cargo de las lágrimas infantiles, de los dolores que sus exabruptos me han causado, de su falta de valor para deshacerse de mí cuando tuvo la oportunidad, de sus frustraciones colocadas a la fuerza sobre mi cuerpo, de seguir jodiéndome de tantas maneras aun en la distancia, más IVA.

La maternidad es el gran teatro montado por Occidente para enclaustrar a las mujeres (monja y esposa siguen siendo en muchas partes, un encierro no tan velado) y so pretexto de ese linchamiento a cuenta gotas se ensalza el sacrificio, la abnegación, el lagrimerío sin fin, el chantaje y la supuesta renuncia de sí misma como virtudes de un capitalismo de la sumisión que deja réditos a hombres y mujeres, y jode indiscriminadamente a las hijas y a los hijos.

Con todo, abundan quienes parecen haber recibido el anuncio de que el planeta se está despoblando y paren y paren como pasatiempo, para reproducir el hambre, la miseria, la desesperanza. Que no lo digo yo sino las estadísticas que miden la calidad de vida en el mundo.

Medea logró lo que pocas: hacerse libre, vengarse del marido infiel y proveerles a sus criaturas un futuro estable para siempre. Su acción emancipadora es lo que ha disgustado a bastantes y la ha sentado en el banquillo de las acusadas. Ella que habilitada en competencias, obró en consecuencia a su contexto y para mi gusto, triunfó. Si esto no es heroicidad, que se reconstruya la tragedia y que se borre su nombre de la historia de la literatura.

Pero eso no sucederá, porque Medea es, quizá en muchas, el deseo callado de ser libre; porque en el fondo de cada buena madre, abnegada madre, sufrida madre, doliente madre late la maldición de la deidad que se vengó así de su prole desobediente. De donde se desprende que la primera maternidad frustrada, jodida pues, fue la de Dios, con todo y Paraíso. No lo digo yo sino el dicho: lo que mal empieza, mal termina. Estamos jodidos.

1 comentario:

Alv Warhol dijo...

y madre sólo hay una...
madres...