viernes, 21 de mayo de 2010

CUERPOS FALLIDOS/ESTADO INERTE

Las últimas teorías progresistas sobre el cuerpo apuntan que hay que evitar a aquellos cuyo estado (de cuenta, de la República o en Facebook) se desconoce.

Es bien sabido que todos los cuerpos poseen heridas que van desde una apenas visible estría hasta aparatosas cordilleras y sumideros que los tornan intransitables. Los cuerpos, se insiste, portan estas marcas como trofeo de guerra, adorno, estigma, trazos inherentes a su constitución, palimpsestos que dan cuenta de una trayectoria recorrida.

Los hay también quienes luchan por borrar las líneas que los han bosquejado, o en su defecto niegan convencidos, que están tatuados por surcos visibles u ocultos. Éstos son los peligrosos.

Nunca te fíes de un cuerpo que oculta su estado (de abandono, deplorable, de descomposición) porque probablemente tu seguro de vida no cubre este tipo de accidentes, se señala en el corolario de la advertencia.

Antigua es la consigna que señala no tirar las margaritas a los cerdos, aunque el cuerpo en cuestión sea muy guarro y acepte cualquier práctica que le procure placer. A menos, claro está, que las flores que le arrojes sean de papel reciclado. Así por lo menos, no contaminas.

Pero lo recomendable es no visitar o habitar un cuerpo cuyo perímetro no sea visible. Que los hay cuerpos fantasmas y suelen dar confort a quienes les satisface alimentarse de esperanzas, pero una gran mayoría, somos cuerpos con masa, volumen y una dosis pertinente de agobios, que nos causa tensión pero que también nos fija en unas coordenadas específicas. Cuerpos imaginarios o transmutados, transfronterizos, trasplantados, tramposos que te piden peaje no para cruzarlos sino para verlos; no son recomendables para proporcionarles atenciones, cuidados, promesas. Probablemente te acusarán de avaro sin que obtengas de ellos un mínimo de cortesía.

Todo cuerpo espera verse reflejado en otro cuerpo, de lo contrario: o el cuerpo-espejo no es tal o el cuerpo-objeto es una invención discursiva. Y entonces sólo existe sintáctica, gramatical y morfológicamente pero no aporta calor ni emociona ni excita, en todo caso, estresa. El cuerpo que pide tiempo se llama reloj; pues sin esa variable no tiene razón de ser.

De modo que las alertas pretenden proteger a los cuerpos concretos de los impostados, de aquellos que ningún GPS consigue situar. Estamos advertidos.

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