miércoles, 26 de mayo de 2010

DEL ENCULAMIENTO

A Rodrigo, que se atrevió a volar.

Algunos lo llaman deseo. Otros más, rabia. Hay quienes dicen que es una suerte de calentura que condena al cuerpo a un sopor indescriptible. Existen también ilusos que lo denominan amor. Yo lo defino enculamiento.


Es el estado febril y de desasosiego propio de una melancolía motivada por un cuerpo convertido de súbito en objeto de deseo. Su vida media es más prolongada que el tiempo en que tarda en aparecer. Basta con coincidir con el cuerpo (una mirada, una breve charla presencial o virtual), revolcarse con y en él (lo cual puede ocurrir tras el primer saludo, en las horas próximas, incluso días siguientes pero no antes de un mes), reconocerse en el otro e incluso repetir la colisión corporal, para quedar enculado del otro: el sujeto objeto que ahora sujeta sin que el primero objete tal dominación.

Otro que por supuesto puede no compartir la euforia e interpretar el estado del cuerpo vecino como una exageración (un mal pedo, un mala copa del deseo), una amenaza (ansias de posesión), una solicitud a vivir una historia de amor que no se quiere, en definitiva, un problema en ciernes. De ahí la casi inmediata fuga del objeto del deseo, y la soledad vulnerable del que se queda.


El enculamiento pocas veces deviene en romance. Ningún pacto consigue devolver la mesura a quien la ha perdido. Todos los intentos que se realicen para mantener el equilibrio ya para siempre precario (negociar, crear distancia, alejamiento geográfico, silencio) no son sino peldaños de una escala cuesta abajo. Y cuando la caída cesa, el verdadero matiz del enculamiento no habrá hecho sino comenzar.


Abandonado a la intemperie de las sensaciones y de la fantasía, el sujeto-sujetado está a merced del paso del tiempo. Solamente la distancia temporal consigue enfriar el enculamiento. No sirven las palabras: repetir por escrito o de manera oral el estado en que se ha caído fortalece el estado de degradación que no tiene retorno, éste concluye por inanición, si acaso la abulia no se lleva por delante al enculado.


Tampoco funciona la terapia de choque ni el arte ni nada. El enculamiento es una patología derivada del poder: libido dominatis convertida en libido dominandi de donde se desprende su naturaleza castradora (y castrante) e irreversible. La mayoría de las veces el sujeto sobrevive al huracán de hormonas, ideas obsesivas, manías y al desorden general en que el enculamiento lo coloca. Pero también la historia da cuenta de muchos (y de muchas), que habiendo tropezado hacia el abismo, abrazaron el aire para acelerar el fin de su agonía. ¿De qué lado estás tú?